El gobierno nacional presiona a las secretarías de educación departamentales y estas, a los rectores de las instituciones educativas para que se comprometan a enviar a sus hijos el próximo lunes a estudiar bajo la modalidad "presencialidad escalonada", que no es más que una forma de lavarse las manos ante la terrible responsabilidad que eso implica; responsabilidad que la dejan toda a los padres de familia al hacerlos firmar un documento autorizando el envío de sus hijos.
Con la tal presencialidad escalonada, para poder garantizar el espacio de un metro cuadrado por estudiante, solamente se pueden tener 10 u 11 estudiantes por clase, con lo cual un grupo de esos 10 u 11 estudiantes solamente alcanza a asistir a clases una vez por semana, lo cual implica que la tal presencialidad escalonada se reduce a un solo día a la semana, y el gobierno nacional y las secretarías de educación departamentales pueden pregonar a los 4 vientos que las clases se han normalizado cuando en la realidad y en la práctica siguen siendo virtuales. Ah, y ese día solo es de 4 horas.
Como es apenas natural, los rectores, ni los profesores, ni los secretarios de educación pueden garantizar que con las escasísimas medidas de bioseguridad que se implementen no habrá contagios de COVID-19, lo más seguro es que los haya. Además, nadie quiere asumir esa grave responsabilidad, razón por la cual están haciéndole firmar a los padres de familia un documento en el cual se responsabilizan plenamente de lo que pueda suceder. Pilatos lavándose las manos.
Ahora bien, con esta medida el gobierno nacional está buscando que los rectores, los docentes y los administrativos docentes regresen efectivamente a las instituciones educativas, y que se vea presencia estudiantil en esas instituciones. Lo anterior para dar una sensación de normalidad (que está muy lejos de existir) y llenar con este espejismo las estadísticas que a diario pregona el presidente en el sentido de que hay una efectiva recuperación económica; cuando en realidad lo que se está haciendo es tapar un hueco con otro hueco y poniendo a los padres de familia como chivos expiatorios culpables en caso de que el contagio se dispare en las instituciones educativas y en las familias de los docentes y de los estudiantes.
