El no debate que se popularizó en la segunda vuelta electoral

El no debate que se popularizó en la segunda vuelta electoral

Mucho se habla de las propuestas de los candidatos, pero poco se han escuchado y su importancia sigue estando sobre la mesa para el análisis de los votantes

Por: Jorge Alberto Morales Rodriguez
junio 15, 2022
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El no debate que se popularizó en la segunda vuelta electoral
Fotos: Archivo

Hace tiempo que nos hemos desacostumbrado al debate público. El oficio de ciudadano requiere una práctica participativa que era simplemente suicida durante muchos años y nos hemos habituado al papel menoscabado del súbdito, condicionado para obedecer y resignado a ser un testigo pasivo y sufriente de la marcha de la historia

Atilio Boron.

La mayoría de la población colombiana vive en situación permanente de angustia y desesperanza, como consecuencia de la realidad crítica por la que atraviesa el país. 

Esa que se expresa en elevados índices de pobreza y pobreza extrema, desigualdad, concentración extrema de la riqueza, violencia, desequilibrios regionales, exclusiones, falta de oportunidades, corrupción, autoritarismo etc.

Esta situación se ha agudizado de forma exagerada en los últimos años. 

Se puede apreciar que el país se ha estado moviendo en dirección aparte o muchas veces contraria a la de alcanzar una sociedad de alta calidad de vida o del “buen vivir” para todos sus habitantes y mucho menos una sociedad igualitaria, libre, justa y en paz.

En estas circunstancias, hoy se percibe un profundo deseo de cambio en la mayoría de la población y se enfrenta, por lo tanto, el reto de buscar que esta sociedad pueda trascender hacia una sociedad diferente del buen vivir y ampliamente democrática y sostenible.

Se discuten muchas formas de lograrlo, pero la experiencia indica la necesidad de proponer un nuevo modelo de desarrollo basado en principios orientadores democráticos y en un proceso o agenda de cambio.

Este cambio, a pesar de ser anhelado por una amplia proporción de la población, puede ser rechazado o ser mirado con desconfianza por algunos (muchas veces esta desconfianza es creada por los sectores político-económicos que piensan de manera cortoplacista, que el cambio afectará sus posiciones privilegiadas radicalmente). 

Esto hace que impulsar y desarrollar este nuevo modelo no sea fácil (como lo decía el presidente de Estados Unidos Woodrow Wilson: “si quieres tener enemigos, intenta cambiar algo”), pero los beneficios sociales, económicos y ambientales para todos los ciudadanos serán sustanciales.

Para manejar exitosamente este desarrollo, se necesita primero que todo contar con una visión unificadora del futuro ampliamente compartida y un claro entendimiento de que debe hacerse para alcanzarla. 

Sin una visión y una estrategia para conseguirla, los pocos logros que se puedan obtener son paliativos débiles, la mayoría de las veces contrarrestados por los impactos negativos que se generan como resultado del actuar sin perspectiva.

Lo anterior nos remite al tema de los planes de desarrollo tan mencionados en las campañas electorales y entonces surge el imperativo de que los planes de desarrollo que se propongan deben incorporar de manera explícita esta visión integradora y la estrategia para alcanzarla.

El modelo de planeación tradicional y sus limitaciones

“Sin saber nada del viento y las corrientes, sin algún sentido de un propósito, los hombres y las sociedades no se mantienen a flote durante largo tiempo, moral o económicamente, limitándose a achicar agua”. Richard Titmuss

El tema de la visión en la planeación estratégica está íntimamente relacionado con el del desarrollo, con respecto al cual una evaluación general de las alternativas propuestas en el pasado revela que no ha habido grandes avances en la búsqueda de soluciones definitivas, ni tampoco novedosas en Colombia, pese a la importante evolución del pensamiento mundial.

Los “planes de desarrollo” tradicionales en Colombia no han contenido verdaderas visiones unificadoras, ni objetivos de largo plazo, ni estrategias para alcanzar esos objetivos y esa visión ni un modelo democrático y participativo, estructurador de la planeación y de la gestión estratégica. 

Nada que permita asegurar la escogencia, toma de decisiones e implementación eficientes de políticas, medidas y proyectos y en últimas el logro de los objetivos planteados.

En estos planes se ha presentado tradicionalmente una orientación preconcebida hacia proyectos determinados y medidas particulares, que se convierten en un propósito en sí mismas (respondiendo muchas veces a intereses particulares), perdiéndose de vista los problemas a ser solucionados y los objetivos y estrategias correspondientes a una visión de largo plazo.

Los planes tradicionales son realmente una sumatoria de partidas presupuestarias, originadas en un pulso regional o zonal y clientelista, por su asignación, sin mucha coherencia, diseñadas en un marco financiero de corto plazo y sin una ligazón clara con objetivos de largo plazo.

Sobre estos planes tradicionales se puede generalizar lo planteado por Guillermo Perry el 30 de marzo 2019 a propósito del plan de desarrollo del gobierno de Iván Duque:

“La ley del Plan de Desarrollo prevista en la Constitución de 1991 pretendía permitir a cada gobierno poner en práctica, en pocos meses, aquellas estrategias centrales de su programa económico y social que requirieran reformas de carácter legal. 

Se esperaba, por tanto, que se concentrara en dos o tres temas en los cuales el nuevo gobierno propusiera reformas de alguna envergadura. 

Lo que ha ido pasando es todo lo contrario. La ley del plan en curso toca temas de todos los ministerios y está llena de minucias y micos. 

Lo que ha ocurrido es lo opuesto de los procesos de planeación estratégica periódica que practican hoy las empresas modernas o cualquier ONG medianamente seria.”

Con respecto a responder a las necesidades ineludibles que se les plantean a las sociedades del mundo entero en la actualidad, entre ellos y en especial el enfrentar el cambio climático, estos gobiernos y planes tradicionales no presentan ni objetivos, ni metas, ni estrategias ni acciones trascendentes y cuando hablan del tema no pasan de la retórica y de manifestaciones generales sin ningún propósito serio.

Por otra parte, estos planes tradicionales no consideran que en la actualidad se ha puesto de relieve la necesidad de ver los conceptos de lucha contra el cambio climático, de crecimiento verde, economía verde, nuevo acuerdo verde global etc., en consonancia con otro concepto más antiguo y amplio: el desarrollo sostenible.

Al respecto, es necesario introducir las acotaciones siguientes:

Durante los últimos 50 años el mito del desarrollo, basado en la idea básica de que había un solo proceso de desarrollo y que éste era lineal, acumulativo e igual para todos los países, alimentó la esperanza de más de 3/4 de la población mundial.

Este mito ha sido cuestionado. La historia reciente de la humanidad testifica la dificultad del desarrollo para los países pobres. Al menos en las condiciones actuales de organización de la producción y de los mercados.

Las contradicciones expuestas con relación al concepto de desarrollo han llevado a utilizar en forma dominante en el mundo un concepto que en su expresión original se desarrolló hacia el fin del siglo XX como alternativa al concepto de desarrollo habitual.

El desarrollo sostenible o sustentable que hacía énfasis en la reconciliación entre el crecimiento económico, los recursos naturales y la sociedad, enunciando evitar comprometer la posibilidad de vida en el planeta.

Este concepto del desarrollo sostenible ha evolucionado hacia plantear que la sostenibilidad no es y no puede ser únicamente una dimensión ecológica o la relación entre el ser humano y la naturaleza y aceptándose en la actualidad que la sostenibilidad engloba más elementos y debe integrar todos sus componentes reales: económicos, ambientales, sociales y políticos. 

Sin sociedades sostenibles no puede haber ningún desarrollo sostenible. Con este último enfoque el desarrollo sostenible ha sido aceptado, en general, como un paradigma o visión para un futuro deseable en la mayoría de países del mundo.

¿Será posible el cambio económico, social y político en la sociedad colombiana?

“No aceptes lo habitual como cosa natural. Porque en tiempos de desorden, de confusión organizada, de humanidad deshumanizada, nada debe parecer natural. Nada debe parecer imposible de cambiar”. Bertolt Brecht

¿Será posible el cambio económico, social y político en la sociedad colombiana o prevalecerá el bloqueo nacional a este cambio, ejercido por décadas por los sectores dominantes expresados en partidos, facciones o fracciones que tradicionalmente se han coaligado y reinventado?

¿Sera posible que la sociedad colombiana se decida por una visión de una sociedad autónoma, libre, incluyente, en paz, productiva, más igualitaria, sostenible y profundamente democrática y acoja el programa de desarrollo sostenible que busca estos objetivos y que ha sido propuesto por el Pacto Histórico y sus candidatos a la presidencia: Gustavo Petro y Francia Márquez?

Esa es la pregunta o el gran dilema de este 19 de junio de 2022, en la segunda y definitiva vuelta de la elección presidencial, en la cual el país decide no solamente si escoge el cambio progresista y sostenible, sino también la opción de fortalecimiento de la democracia y de sus instituciones.

O si, por el contrario, se resigna indiferente a la pseudopropuesta de Rodolfo Hernández, que como lo plantea Alejandro Gaviria, únicamente ha apelado a un discurso anticorrupción pero oportunista, que enmascara en la demagogia anticorrupción su esencia real, la cual pretende propiciar el rompimiento institucional y la antidemocracia y que no presenta en definitiva ninguna idea, ni un programa básico, ni mucho menos un programa sostenible.

Continuando con el planteamiento de Alejandro Gaviria, Gustavo Petro representa esa opción de cambio que tanto se anhela en Colombia. 

Ha logrado articular una visión de cambio y un amplio programa y estrategias de desarrollo sostenible para lograr ese cambio. 

A lo largo de toda la campaña, mediante documentos discursos y el programa de gobierno mismo propuesto, ha explicado su visión de la sociedad que propone, centrada en la preocupación principal por el bienestar del ser humano y la conservación y potenciación de la vida en todas sus expresiones. 

Visión en la cual se pueden apreciar entre otras las siguientes características estratégicas del tipo de sociedad que propone alcanzar: una sociedad más igualitaria, equitativa, incluyente, justa, integrada y en paz.

Con calidad de vida, con ocupación y uso apropiado del territorio, con prestación de excelentes servicios y con protección y conservación del medio ambiente. 

Segura y Productiva, con oportunidades de emprendimiento y trabajo y con empleo digno para todos y democráticamente bien administrada. 

Recuperando el concepto público de la gestión político-administrativa. Con participación y consulta ciudadana y con creación de capacidad organizativa e institucional de la ciudadanía.

De igual manera a lo largo de toda la campaña, Petro ha hecho énfasis en las estrategias, procesos de transición y periodos para esas transiciones y en general lo que debe hacerse para moverse de la situación crítica y degradada actual a la deseada a un mediano y a un largo plazo, incluyendo también acciones urgentes a corto plazo. 

Haciendo énfasis en la reconciliación entre el crecimiento económico, los recursos naturales y la sociedad, enunciando evitar comprometer la posibilidad de vida en el planeta. 

Reconoce la diferenciación de los intereses y objetivos de los distintos sectores y actores colectivos de la sociedad y la dimensión del conflicto que está presente en sus relaciones y que propone por lo tanto adoptar métodos de negociaciones que traiga a la arena pública estos intereses en conflicto y permita, frente a cada caso, el establecimiento de acuerdos que se funden en la afirmación del interés público y en la perspectiva de la superación de las desigualdades sociales y de la pobreza. 

Trata por lo tanto también de la inclusión de los actores colectivos tradicionalmente marginados y excluidos, en la negociación acerca de lo que se entiende por interés público y de la definición de políticas públicas que contemplen sus intereses y necesidades.

No obstante, la claridad de todo lo anterior, lo evidente y trascendente de la propuesta del cambio y a pesar de ser el cambio tan anhelado, hay sectores económicos y políticos interesados en crear desconfianza hacia el mismo porque no están dispuestos a que sus grandes privilegios se vean afectados y reducidos. 

Para ello han acudido a todo tipo de artificios, pero principalmente a tergiversar y pretender hacer ver los grandes objetivos de la propuesta del cambio como cuestiones ilusorias y fantasiosas o como cuestiones que se impondrán arbitrariamente de forma inmediata afectando a sectores que en la actualidad desarrollan una determinada actividad. 

Sin mencionar que esos grandes objetivos son estratégicos y por lo tanto a alcanzar en el mediano y largo plazo y que a ellos se tenderá mediante procesos y periodos de transición y mediante procesos colectivos concertados. 

Como lo ha manifestado el mismo Petro en alguna de sus entrevistas: “Para las reformas de fondo hay que hacer consensos previos”, que reconocerán la diferenciación de los intereses y objetivos de los distintos sectores y actores colectivos de la sociedad con respecto a una determinada reforma de fondo. 

De tal manera que mediante la negociación se lograrán acuerdos que buscarán avanzar hacia los objetivos globales que en su conjunto caracterizan la nueva sociedad. 

Al mismo tiempo que la sociedad en su conjunto facilite y coadyuve a que los sectores que de manera particular y de acuerdo a mediciones justas y equilibradas se vean afectados negativamente en su actividad por la implementación de la reforma, puedan transitar hacia nuevos esquemas para desarrollar su actividad sin que las afectaciones negativas iniciales de la reforma tengan que ser soportadas exclusivamente por ellos.

Ante estas manifestaciones que muestran de manera clara los grandes benéficos del cambio y el diseño apropiado de las estrategias para alcanzarlos, no queda otra explicación a los ataques desmedidos a la propuesta del cambio de Petro y al candidato mismo, por parte de algunos sectores empresariales y políticos, de que estos se dan en virtud de atavismos históricos que estos sectores han arrastrado y conservado por años, que los lleva a posiciones sectarias y a una simplificación autoritaria de amigo – enemigo frente a la mayoría de los asuntos de que se deben abordar en el seno de la sociedad colombiana. 

Esta actitud los lleva a no entender las máximas del muy didáctico enfoque mockusiano expresado en el juego de la pirinola: todos ganan todos ponen, es decir a no entender que el cambio es para mejorar a todos incluidos ellos y que por ejemplo en una sociedad con mayor producción y mayor creación de riqueza, sus empresas crecerían más, sería acorde con las máximas mockusianas un gana-gana.

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