Desde el momento en que el comisionado de paz asumió el reto del gobierno Petro de construir los caminos de la reconciliación a partir del diálogo abierto y generalizado con todos aquellos y aquellas que han estado envueltos en la lógica de la guerra, incluyendo a las personas afectadas, así como a los responsables directos, no han parado los ataques.
Para nadie es un secreto que hay intereses económicos y políticos de por medio. No en vano los recientes ataques provienen de sectores de derecha en Medellín y Antioquia, en donde cuentan con un respaldo "institucional" de los círculos cercanos de algunos importantes medios locales.
Y es que nadie dijo que iba a ser fácil dialogar con personas que saben delicadas verdades sobre los beneficios económicos del narcotráfico, sus redes de apoyo y la red “política” que hay alrededor. Es decir, pisar los callos es apenas la puerta de entrada a las grandes verdades que hay detrás de un negocio que se ha mantenido a pesar de la caída de los grandes capos.
El modelo de paz total, a cargo de Danilo Rueda, es una real amenaza para los poderes enquistados en Colombia pero que tienen el origen de su metástasis en Antioquia. No en vano Mario Uribe fue el primer parapolítico condenado por poseer vínculos con los grupos paramilitares que tuvieron su génesis en este departamento.
Lastimosamente, no es de extrañarse que abogados, fiscales, políticos, congresistas, diputados y un sinfín de personas con algún tipo de poder busquen todas las formas posibles para evitar que personas privadas de la libertad cuenten la verdad sobre sus crímenes y sobre todo hablen de las personas y grupos que más se han beneficiado.
Por eso a quienes trabajan por la paz les cabe la advertencia de que todo lo que hagan, por bueno que sea, puede ser usado en su contra, pues el llamado “establecimiento” tiene todas sus armas listas para atacar. Ellos han afilado sus cuchillos y no dudarán en usarlos para darle golpes que sean mortales a la paz total, pero sobre todo a la verdad que tienen escondida.