El infravalorado Skyscraper de David Lee Roth

El infravalorado Skyscraper de David Lee Roth

Aunque el segundo álbum de estudio del músico tuvo una recepción mixta por parte de la crítica y los fans, esta reseña lo reivindica

Por: Randy Gomez A
abril 30, 2019
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El infravalorado Skyscraper de David Lee Roth

Me presento como un simple melómano, cinéfilo, lector barranquillero y líder de un pequeño movimiento cultural en crecimiento conocido como la Zona 87, un grupo donde hablamos de nuestros gustos de una forma imperfecta, sarcástica y hasta con mentadas de madre. Somos seudointelectuales mostrando nuestros seudodotes en nuestras seudocharlas.

Y una de esas cosas que nos encanta es la música, la cual cada uno de nosotros encierra en décadas preferidas, aunque entre todos coincidimos que la de los 80 es la más increíble. Fue aquella la que nos entregó las mejores obras y exponentes de los últimos 50 años, entre ellos se encuentra el gran David Lee Roth, exvocalista de Van Halen, con una de las grandes obras del hard rock norteamericano de finales de la década, su segundo disco: el sorprendente Skyscraper de 1988.

No es necesario poner el contexto detrás de este artista y su carrera en solitario, ni todo lo que vino después de separarse de los hermanos Van Halen, con polémicas y todo. Tal vez les cuente esa historia si llego a reseñar su primer disco, el legendario Eat Em And Smile de 1988. Lo único que puedo decir por ahora es que después del éxito de ese disco, David quiso de una vez realizar su segunda placa, la cual después de un trabajo de 5 meses vio la luz en enero de 1988, llegando al número 6 del Billboard 200 y siendo su álbum más exitoso, vendiendo más de 5 millones de copias a nivel mundial, 2 de ellas en Estados Unidos.

Si bien Diamond Dave había despreciado los sintetizadores para su primer trabajo, haciendo un completo LP de guitarras calientes y furiosas de parte del gran Steve Vai, antiguo guitarrista de Zappa y Public Image Limited, eso acompañado por los arreglos sencillos pero prominentes del virtuoso del bajo Billy Sheehan, quien después tocaría con Mr.Big, David decidió (a costa de la salida de Sheehan por las diferencias creativas que esto causó) incluir en la producción del disco a su tecladista de gira Brett Tuggle, para que en el sonido del nuevo álbum fuese más acorde al AOR de esa época, cargado de sintetizadores fusionados con baterías electrónicas y liderado por bandas como Foreigner, Journey o Cheap Trick que hacían del sonido del hard rock algo mucho más pop con sus teclados y riffs simplones. Algo así como lo que hizo Van Halen con su 5150 de 1986 y que bien quiso imitar Roth para así tener más éxito a pesar de lo irónico que fuese que una de las causas por las que dejó su banda anterior hubiese sido la inclusión de este instrumento en 1984, el último álbum de los hermanos holandeses con Roth.

Pero dejando de lado el enfoque al sintetizador, empecemos a analizar la música que nos depara la obra más comercial del gran Diamond Dave:

El álbum comienza con Knucklebones: con un riff bastante pegadizo y con un beat de batería propio de un tema de arena rock, que básicamente define cómo será la base rítmica del disco. Y aunque la instrumentación es muy buena y sus órganos sintetizados son excelentes en el fondo del backing track, la línea melódica de la voz de Roth, la sincronización de este al interpretar los versos del tema y también un poco sus arreglos en la voz hacen del tema algo raro de escuchar, a pesar de lo pegadizo que es.

Después llega el épico hit de radio, uno de los mejores de aquel 1988, el vilipendiado pero increíble gran trancazo del álbum: Just Like Paradise. Este llegó también al top 10 del Billboard Hot 100 y se convirtió en un clásico de la década, sobre todo por su legendario video, donde se puede ver a David escalando el Half Dome, una montaña al norte de California. A la vez se puede ver el increíble set del escenario usado después en el Skyscraper World Tour '88, donde hasta David se subía a una tabla de surf voladora. En general, el tema es típico de radio y de estadios, con arreglos que no envidiaría ninguna banda de esa época, especialmente por los teclados prominentes del tema. Aún así es un clásico absoluto de Roth.

Pero dejamos la simpleza pop para adentrarnos en un terreno más rockero e incluso experimental y ecléctico, con las bombas del hard rock, The Bottom Line y el tema homónimo. A eso sumándole la inusual (instrumentalmente hablando) balada, que ni siquiera se le puede considerar power ballad debido a que es acústica. Damn Good, el primer tema, es una oda a los comportamientos excesivos de un rockero y lo que son sus límites, con una instrumentación similar a la de Hot For Teacher de sus antiguos compañeros de banda y un riff tremendo, que hace del tema de los mejores del álbum, cosa que no sucede tanto con el title track, Skyscraper, que es un paso disfrutable sobre todo por los arreglos de guitarra por parte de Vai, pero que no merece de tantas escuchas como se podría pensar.

Después sigue la curiosa balada acústica Damn Good, un corte un tanto sentimental que evoca más a la nostalgia por los buenos tiempos. Algunos creen que sus años con los hermanos holandeses fueron los que inspiraron la letra de aquel tema, el cual también con su gran trabajo de cuerdas y la gran interpretación vocal de Roth, que suena a un hombre en medio de una resaca, la hace también acreedora a ser de las mejores del disco.

Hot Dog And A Shake es un tema que por su nombre y su letra puede parecer raro, pero que en realidad instrumentalmente es una joya ágil y contundente, con un Vai a toda máquina y un excelente solo de guitarra. Un caso diferente es Stand up, cuya instrumentación es sin duda una sobrecarga de sintetizadores, hasta en el bajo y con la batería y la voz de Roth sonando procesadas, pero precisamente en la sobreproducción de este tema es donde radica su gracia y su excelencia, junto a su pegajosa línea de bajo y su letra sobre el libido de Roth. Estos elementos hacen de este tema uno de los más memorables del disco, sin duda, una joya de la carrera de Roth.

Y llegamos a la parte final, donde tres temas de corte más ecléctico, experimental e incluso ácido aparecen, como la extraña pero increíble Hina, donde la sobreproducción vuelve a hacer una jugada sobresaliente, a pesar de que vocalmente sufre del mismo problema de procesamiento en la voz de Roth. Es una pieza curiosa y disfrutable. A eso le sigue el que es para mí el mejor tema del álbum, Perfect Timing, una bomba de hard blues poderosa donde Dave vuelve a dejar una gran interpretación vocal. Un tema que hace aire a clásicos de bandas como ZZ Top o Supertramp y donde Vai vuelve a demostrar al oyente su espectáculo virtuoso en la guitarra, haciendo el mejor corte del disco sin duda.

Para acabar está Two Fools A Minute, un tema alegre donde las dotes vocales bluseras de Roth regresan para ambientar un tema interesante, donde hasta hay instrumentos de vientos incluidos. Un tema gratificante que le da cierre a este buen viaje sonoro de 40 minutos que nos brindó el gran Diamond Dave en el lejano 1988, año donde también sus antiguos compañeros lanzarían el excelente OU812.

Si bien este álbum fue un éxito rotundo de ventas y su enorme gira mundial abarcó hasta 150 espectáculos en todo el mundo, casi todos con llenos totales, cabe resaltar que la crítica apenas recibió decentemente al disco. Además, los fans se decepcionaron claramente con la inclusión de los teclados y con la sobreproducción del disco, cosa que lo que lo afecta bastante a pesar de ser una obra con sustancia y agilidad. Aún así, el disco deja más luces que sombras. La verdad es que es muy recomendable por si quieren darse una bocanada de buen AOR.

Nota: 8/10

Mejores temas: Stand Up, Perfect Timing y Damn Good.

Gracias por leer esta reseña, esperen más de mi parte y de otros miembros de la Zona 87.

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