El icfes de los presidentes
Opinión

El icfes de los presidentes

¿No será por haber dejado esa sana costumbre de elegir al mejor, que el presidente actual es buenísimo con la guitarra y con la pelota, pero muy malo gobernando?

Por:
marzo 29, 2019
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Si le dio clic a este título solo para saber el puntaje del icfes de Iván Duque y de Ernesto Macías,  le ahorraré la leída de esta larga columna. El presidente de Colombia presentó su prueba en 1994, cuando tenía 17 años, y obtuvo como puntaje 291 sobre 400. El presidente del Senado de Colombia la hizo a los 41 años, en 1996, cuando validó ante el Icfes el bachillerato, y obtuvo 271 sobre 400.  Los dos presentaron la misma prueba, a pesar de la diferencia de edad entre uno y otro, así que cualquier análisis que haga a partir de ahí no será comparando peras con manzanas pues ambos presidentes fueron evaluados con la misma metodología. Si le interesa el tema, siga leyendo.

Para nadie es un secreto que la educación colombiana está en la cola de cualquier listado internacional y que por ende, a la hora de evaluarla, la mayoría de estudiantes nacionales obtienen resultados mediocres o pasan raspando. Eso está clarísimo. ¿Pero quién demonios nos convenció de que, como eso es así, debemos resignarnos a ser gobernados y que nuestras leyes sean propuestas, redactas y aprobadas, por lo más insignificante, lo más pandito, que sale de nuestras instituciones educativas y no por las mentes más brillantes? Porque vean, al poder ejecutivo lo preside en este momento “un 7” y al poder legislativo lo preside “un 6”. ¿Mucho pedir que nos dirijan “los de 8” para arriba como cuando en la época del uniforme de cuadritos y botines lustrosos escogíamos al mejor posible para que nos representara en otro colegio? ¿Exigir eso es odioso, discriminatorio, antidemocrático? ¿Cuál es la tirria que le tenemos a los más estudiosos, a esos que despectivamente llamamos “nerds”? ¿Creen que a alguien, para concursos no relacionados con el arte o el canto, se le habría ocurrido elegir de representante de su institución al que pasaba raspando con 6? Tal parece que de pelaos la teníamos más clara. O éramos menos demócratas y cero incluyentes. ¿No será por haber dejado esa sana costumbre de elegir al mejor atrás, en el pasado, que el presidente actual es buenísimo con la guitarra y con la pelota, pero muy malo gobernando?

Múltiples respuestas podríamos darle a los interrogantes del párrafo anterior para terminar en lo que terminamos siempre que se pone sobre la mesa este tema que incomoda tanto: quitándole peso e importancia al tema de las notas y los puntajes. Habrá gente que meta aquí el factor “superación personal”, los autodidactas dirán que ningún título hace al maestro, muchos sacarán a la luz casos de exitosos empresarios que dejaron tirados sus estudios o que nunca los iniciaron, y otros, donde me incluyo, asegurarán que la persona más inteligente que conocen ni siquiera terminó el colegio; y así sucesivamente hasta concluir una vez más, para no perder la costumbre que nos casó hace decadas con la mediocridad y la medianía, que así como lo dictan nuestras leyes y normas, para ocupar un cargo de elección popular no es necesario acreditar ni estudios ni buenas notas ni diplomas, ¡solo ganitas y la cédula! Tanto al Congreso como a la Presidencia puede llegar cualquier Pedro de los Palotes sin preparación, con títulos dudosos de universidades pichurrias, e inclusive, con notas perversas. Punto. Y a quien no le gustó que se muerda el codo.

 

 

Como lo dictan nuestras leyes y normas,
para ocupar un cargo de elección popular no es necesario acreditar
ni estudios ni buenas notas ni diplomas, ¡solo ganitas y la cédula!

 

Como a la mayoría de alumnos les va mal tanto en las pruebas que hace el Icfes como en las pruebas internacionales Pisa, aquí se ha optado por minimizar, ridiculizar e ignorar dichos resultados. Vociferan al unísono, cuando se les toca el tema, “¡el icfes no mide nada!”. Y es cierto, no mide si eres una persona noble, con valores, si careces de ética o si eres inteligente. Mide lo que debe medir y es qué tanto aprendiste o no aprendiste en doce años de educación básica primaria y secundaria. No es más. Y también mide si puedes leer y comprender un texto de manera crítica o si eso te queda grande. Obviamente nadie quiere aceptar que salió del colegio sin aprender todo lo que debía. Y por eso llegan a la universidad sin comprender lo que leen y sin tener las habilidades mínimas para redactar un texto crítico. Salen expertos en copiar y pegar, no en pensar. Pregúntele a cualquier rector de cualquier universidad, incluyendo ahí al top 5 de mejores universidades del país, y verá que todos coincidirán en que les toca nivelar a los alumnos en primer semestre pues llegan sin bases del colegio. Porque no solo salen sin saber despejar ecuaciones, ¡salen sin saber leer!

Se palpa a vuelo de pájaro que aquí, en este país en donde le piden fotos y admiran a Popeye, el sicario de Escobar, se premia más al vivo, que al que sigue el consejo “¡Estudie, no sea vago!”, se le da palmaditas en la espalda al que llega lejos utilizando atajos, al que logra ocupar altos cargos sin experiencia ni conocimientos como doña Claudia Ortiz -que tuvo el descaro de certificar su idoneidad en notaría-, al que sabe rodearse, lagartear y ascender a punta de lamer suelas. Es una mentalidad perversa que excluye al más apto y nos deja en manos de delfines o de lagartos que ni leen lo que firman y que llegan a esas altas dignidades a defender los intereses de quienes en realidad mueven los hilos tras bambalinas, no los intereses del pueblo.

Volvamos al icfes de los presidentes. Estamos claros que Duque, el de 42 años, no es el mismo sujeto que presentó la prueba cuando tenía 17 años y que es injusto juzgarlo a estas alturas del partido por su vagancia juvenil. Tal vez se aplicó con los años, tal vez en la universidad lo hizo mejor, aunque es evidente que por su bajo puntaje y a pesar de ser un chico privilegiado egresado de colegio de bono, no pudo acceder a ninguna de las diez universidades que están en el ranking de mejores lugares para convertirse en un buen abogado. La “especialización” en Harvard de cinco días tampoco es que le haya aportado mucho a su carrera. Pero bueno, habla inglés fluido. Algo es algo. De su paso por el BID, para muchos un puesto de corbata al que accedió a dedo, por palanca, y su período en el Congreso de 4 años, a donde no llegó por voto popular sino gracias a una lista cerrada liderada por Álvaro Uribe Vélez, saltó a la Presidencia en un abrir y cerrar de ojos. ¿Aplaudimos semejante brinco olímpico? Pues claro, vamos a levantarnos todos de la butaca y lo ovacionamos porque ante semejante maratón casi mágica lo mínimo que se merece es un ¡Hurra! Pero luego no pretendamos que tenga carácter o “pantalones” para gobernar él solito. No le pidamos tanto. No seamos tan incoherentes.

 

Prácticamente sin saber leer ni escribir
(como quedó demostrado en el discurso que leyó en la posesión de Duque),
Macías pudo ganarse hasta la Cruz de Boyacá,
la  misma que ganó Bolívar por libertarnos

 

Y si a Duque lo aplaudimos enérgicamente, desempolvemos ya los pompones porque a Ernesto Macías mínimo le debemos hacer barra con coreografía incluida. Vamos por partes. Este señor fue Alcalde de Altamira (Huila) en 1980, Concejal de Garzón de 1980 a 1990; Secretario General de la Asamblea del Huila entre 1987 y 1988; y diputado entre 1992 y 1995. Y todo ello, señoras y señores, sin haber salido del colegio. Además mintió al asegurar que se había graduado del colegio Franco Británico en 1975, pero como lo pillaron con las manos en la masa, le tocó recular cuando le descubrieron que de esa institución (que alguna vez existió en el barrio Santafe), no salió ni un solo bachiller. Así lo certificó la propia Secretaría de Educación de Bogotá. Pues bien, Macías, nuestro flamante presidente del Senado, cursó, sin ser bachiller (le mintió para ello a dos universidades) dos semestres de Administración Pública y Gobierno en la Escuela Superior de Administración Pública en 1982 y un año de Derecho en la Universidad Externado de Colombia en 1984.

Ya descubierto le tocó, a la tierna edad de 41 años, y tal vez para dejar de mentir, validar por fin el bachillerato ante el Icfes presentando la prueba. De su 271 sobre 400 lo que más llama la atención no es que haya pasado raspando o que su resultado en el área de comprensión de lectura deje tanto que desear siendo ya un cuarentón, sino que su electiva haya sido nada más y nada menos que Democracia y que a pesar de haber sido alcalde, concejal y secretario general de la asamblea, haya sacado 50 en ese ítem. ¿Así o más mediocre? ¿Ya nos queda claro por qué no logra diferenciar los tres poderes ni comprender que él no puede ni debe ser vocero del gobierno pues es en este momento la cabeza del legislativo, poder independiente del ejecutivo? Su título de comunicador social, que obuvo en 2008 gracias a la caritativa y buena samaritana Universidad Cooperativa de Colombia, no le alcanza al caballero para demostrar que es todo un profesional de las comunicaciones. Pero qué importa, dejemos la “envidia” a un lado, como nos lo pide su séquito de defensores uribistas, pues así, prácticamente sin saber leer ni escribir (cosa que quedó ampliamente demostrada en el discurso que leyó en la posesión de Duque), pudo llegar a donde está, o sea a ser uno más de los mandaderos de Uribe y ganarse con ese pírrico mérito hasta la Cruz de Boyacá, la misma que ganó Bolívar por libertarnos. Como dirían los machos más machos de mi tierra: “¡nojoda, ese man es la verga!”

@NanyPardo

 

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