El harakiri del chavismo y el arribismo de los otros
Opinión

El harakiri del chavismo y el arribismo de los otros

Por:
febrero 27, 2014
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En realidad ninguno de nosotros sabe muy bien que está pasando en Venezuela. Todo es muy confuso y los rojos y los blancos usan los medios de comunicación y las redes sociales para desplegar sus mentiras.

Los rojos apelan al recuerdo de Chávez y esperan afanosamente que llegue pronto el 5 de marzo para desempolvar los tanques y los aviones Sukhoi comprados a Rusia y usarlos en un desfile multitudinario en donde el pueblo llorará a papito Chávez. De pronto ese día Maduro, si todavía está en el poder, aprovechará el primer  aniversario de la muerte del líder de una revolución abortada para declararle la guerra a algún país vecino. El público lo aplaudirá a rabiar y volverá a decir que la culpa del desabastecimiento y de la pobreza en Venezuela es de los pocos ricos que aún quedan y por supuesto de los yanquis. No hay nada como una conmemoración para crear cortinas de humo.

Del otro lado están los blancos que lo único que buscan es volver a tener la libertad para ir al centro comercial y comprar, comprar durante todo un día, comprarlo todo, meterlo en varias bolsas y llevarlo hasta el auto y que la vida se pueda llevar en esas cavernas de la posmodernidad que son los centros comerciales. Para volver a esos tiempos se han empeñado en convertir a Leopoldo López en un mártir a la altura de sus necesidades. De sus universidades han sacado a un líder estudiantil que bien podría dirigir las juventudes hitlerianas. Lorent Saleh no solo simpatiza con los neonazis chibchas sino que es un ferviente admirador de personajes  siniestros como Mussolini o Álvaro Uribe. Por acá se le ha visto abrazando al expresidente, diciéndole al oído que no se preocupe, que los jóvenes en Venezuela ya no creen en comunismos ni otros demonios y que ellos mismos le devolverán el poder a los blancos, elegantes y corruptos políticos que gobernaban el país antes de 1998.

Cada vez que sale Maduro a hablar le da la razón a los que dicen que él es un burro. A su falta de carisma hay que agregarle su torpeza de bobo grande. Pero un bobo grande podía ser gracioso y Maduro no es lo suficientemente inteligente para tener sentido del humor. Los chavistas colombianos deberían revisar la simpatía que sienten hacia él. En los 60 días que han transcurrido de este año han sido deportados más de 87 colombianos de una manera arbitraria. Muchos de ellos tenían esposa e hijos venezolanos. De nada les sirvió vivir más de una década en el país vecino. Sin previo aviso y sin darles tiempo para despedirse de sus familiares, son escupidos de Venezuela y llegan acá, a Colombia, a la tierra en donde se secan todas las oportunidades, con una mano adelante y otra atrás, viviendo como viven los pobres acá: esperando de la caridad ajena, sin salud, educación, trabajo o vivienda. Sin dignidad.

Y mientras tanto Luis Carlos Vélez, a quien muchos colombianos lo consideran un periodista muy valiente por atreverse a ir a Caracas, cómo si esta ciudad fuera Bagdad, Kabul o el Tarra en Norte de Santander, aparece cada mediodía frente al televisor, haciendo el trabajo por el cual le pagan, el de desinformar. Entrevista a Lilian Tintori y sus preguntas  se acercan más a lo que podría preguntar la editora de Vanidades. “Cómo te pidió matrimonio Leopoldo” “Que desayunan” “De que lado de la cama duerme” y ella pues sonríe y le dan tiempo para que ponga los ojos vidriosos y hasta la ayudan con música que emocione. La revista Semana, entregada de un tiempo para acá a la derecha, le dedica un artículo en su última edición en donde titula La mujer que enamoró a Venezuela y muestra el rostro de esta mujer rubia, blanca y hermosa.

Los rojos apelan a la censura como único argumento para contradecir a los opositores. La represión es solo la última patada de un ahorcado. La bomba de tiempo económica que se fabricó a punta del despilfarro que implementó Chávez buscando con desesperación la utopía bolivariana, le ha explotado en la cara a Nicolás Maduro. Él fue incapaz de prever lo que se avecinaba y allí están las consecuencias. El desabastecimiento, los apagones constantes, las declaraciones desafortunadas de un presidente sin atributos y sobre todo la violenta represión, han generado el clima propicio para que la oposición vea la oportunidad anhelada de recuperar el poder.

La oposición venezolana nunca tuvo la unidad, capacidad y organización para desestabilizar al país. Es el oficialismo el que se ha hundido, es el chavismo el que se ha hecho el harakiri. Va a ser muy difícil que el gobierno de Maduro pueda salir avante de esta oleada y yo creo que sus días están contados.

Y mientras tanto en las redes sociales la gente sigue desplegando su odio escondido hacia Venezuela. Hay que quitarnos la máscara y decir que Colombia está de fiesta porque al vecino le está yendo mal, porque allá se están matando y mientras tanto acá vivimos un periodo próspero económicamente, así no se tenga derecho a la salud y a la educación y hasta dentro de pocos meses podremos acariciar la paz, la extraña paz de la injusticia social.

Odio es lo que despliegan las redes sociales, odio y por supuesto mentiras. Muchas mentiras. Si los regímenes árabes cayeron por la indignación mostrada en Twitter y en Facebook, el de Venezuela caerá a punta de Photoshop.

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