El futuro de la Unión Europea tras la invasión rusa y una pandemia

El futuro de la Unión Europea tras la invasión rusa y una pandemia

Con la invasión a Ucrania, el ajedrez político se remueve. ¿La ciudadanía europea está dispuesta a defender sus principios pese a la dependencia al gas ruso?

Por: Ismael Suárez Córdoba
mayo 11, 2022
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El futuro de la Unión Europea tras la invasión rusa y una pandemia
Foto: Pixabay

La Unión Europea es, en principio, la abanderada de la democracia, de los derechos humanos y del Estado de derecho. Valores que ha apuntalado por medio de distintos tratados (Lisboa el más reciente), no obstante, a que con el beneplácito de algunos estados han emergido distintas versiones a estos valores. Tales como la redefinición liberal del Estado de derecho impulsada por Hungría y Polonia y la llamada crisis de los refugiados en 2015, que son ejemplos claros de estas tendencias.

Tendencias que, al aparecer nuevamente en Europa la sombra de la guerra, mediante la agresión lanzada por Rusia en Ucrania suponen un acontecimiento que ejerce de punto de inflexión y cambia el devenir de su historia. Sumergiéndose en la preparación de la 'Conferencia sobre el futuro de Europa', al sumarle a la crisis provocada por el covid-19, la confrontación de valores lanzada por unos sistemas en los cuales la colectividad anula cualquier anhelo de libertad. No siendo sorprendente que el mayor damnificado de la actual situación, sea la seguridad humana y, en consecuencia, los derechos humanos fundamentales.

Derechos humanos fundamentales que, en China y Rusia, son vistos como valores occidentales y no universales. Como, por ejemplo, en el ámbito de los derechos de la mujer, que Rusia ha demostrado su intención de borrarlos del ámbito internacional, al considerarlos como algo particular y ajustado a la tradición de cada país. Erosión que ha sido acelerada por los Estados Unidos en la época de Trump, con la colaboración de algunos Estados Miembros de la UE como Hungría y Polonia. Y el tibio papel que está teniendo la Unión europea ante la invasión de Ucrania por parte de Rusia, si bien en el plano humanitario, ha supuesto una oportunidad para mejorar toda su política de inmigración y acogida.

Estando aún por verse, si las actuaciones de la UE sirven para fortalecer su posición en el tablero internacional, más allá de una evidente sumisión a los intereses militares de la OTAN o la incapacidad para manejar su propia política exterior. Guerra que ha abierto un nuevo frente al revelar una excesiva dependencia energética europea frente a regímenes autoritarios o las autocracias. Países y regímenes donde se vulneran de forma flagrante los derechos humanos fundamentales, que conforman la esencia filosófica del proyecto europeo.

En una Europa de la democracia y la libertad, donde estos autócratas han formado parte de conferencias y recepciones oficiales, estando presentes en situaciones de preeminencia en foros internacionales por pura conveniencia económica de los países occidentales. Lo que llevó en febrero de 2022 a Vladimir Putin a decidir que había llegado el momento de activar todo el capital político, económico y militar acumulado hasta entonces. Sumiendo a Europa en una guerra, guerra económica y comercial al menos que la coloca en una encrucijada de difícil salida y en la que las sanciones económicas dispuestas para castigar la economía rusa y disuadir al Kremlin no parecen surtir el efecto deseado.

Este proyecto europeo que nació entre los rescoldos de la Segunda Guerra Mundial (9 de mayo de 1950), con la idea de impulsar la cooperación económica considerando que, a medida que aumentara la interdependencia económica entre los países del mundo, disminuirían las posibilidades de conflicto. En un contexto histórico muy particular, caracterizado por una creciente pugna y disidencia ideológica entre la Unión Soviética y los Estados Unidos, en el cual las naciones democráticas europeas se unieron en un proceso que habría que calificar, en términos generales de exitoso. Consolidándose la Europa comunitaria, como un espacio de libertad, democracia y salvaguarda de los derechos humanos fundamentales.

Conviviendo con sus propias contradicciones consustanciales, en un proyecto conformado por 27 estados (500 millones de personas) con diferentes trayectorias históricas, así como con estructuras sociales y culturales diversas. Proyecto en el que todos los países que se han sumado al proyecto de la Unión en sus diversas etapas, han alcanzado altos índices de incremento en los indicadores de desarrollo humano, y significativos aumentos fundamentados en la fortaleza del Estado del bienestar. Reforzando unos modelos fiscales avanzados, capaces de impulsar los amplios consensos sociales y económicos, mediante lecciones del pasado aprendidas en el periodo de entreguerras y durante la Guerra Fría.

Consolidación del Estado del bienestar que ha sido, efectivamente, una de las señas de identidad del proyecto europeo, a la que se agrega la cesión de competencias en diferentes ámbitos de la política macroeconómica. la Europa del comercio y de la integración completa de los mercados (como un mecanismo de prevención de conflictos entre los Estados miembros), y la articulación de una agenda de cooperación de pueblos unidos por valores e intereses comunes. Diseño de arquitectura institucional comunitaria europea, que también cuenta con un sistema de contrapesos y modalidades de votación _incluyendo el derecho al veto en el consejo _, con el propósito de equilibrar los intereses nacionales y los grandes proyectos de ámbito europeo.

Pueblos europeos como Finlandia (que comparte 1.300 kilómetros de frontera con Rusia), que en un principio consideraron como 'muy poco probable' su ingreso, pero que tras la invasión de Rusia a Ucrania lo está sometiendo a debate, reconsiderando su posición junto a Suecia. Dado que países vecinos tales como Noruega es miembro pleno de la OTAN, en tanto que Dinamarca e Islandia, lo son desde su fundación en 1949. Mientras que Polonia es miembro desde 1999, y Letonia, Lituania y Estonia ingresaron en 2004.

Ampliación de la OTAN, a la que Moscú se opone, amenazando con emplazar armas nucleares en su enclave Kaliningrado en el Báltico. Advirtiendo el portavoz de Putin (Dimitri Peskov), que el bloque atlántico 'no es ese tipo de alianza que garantiza la paz y la estabilidad en Europa, y su mayor expansión no traerá seguridad adicional. Por lo que Rusia tendrá que reequilibrar la situación con sus propias medidas, si Suecia y Finlandia también se unieran a la OTAN'.

Actos carentes de ética, de justicia, sólo sustentables mediante la bestialidad de la fuerza, como los desplegados por el ejército de la Federación Rusa y su aliado Bielorrusia en el territorio de Ucrania. Que no derivan de un conflicto bélico (ni siquiera en apariencia), puesto que carecen de cualquier atisbo de legitimidad o de justificación jurídica. Al ser disfrazados con un discurso pseudolegítimo, como es el de la supuesta lucha contra elementos nazis, para configurar un acuerdo criminal consistente en lanzar una guerra ilegal contra otro Estado.

Siendo en definitiva la gran cuestión si la ciudadanía europea está dispuesta a pagar el precio por defender sus principios de libertad y democracia en sus acepciones más amplias, pese a que su economía sigue anclada a las importaciones de gas ruso.

Referencias

. Artículo The Conversation España 'Europa frente a su propia historia' de Sergio Solbes Ferri, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria; Daniel Castillo Hidalgo, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.

. Artículo de Portafolio 'Finlandia y Suecia a la OTAN', de Beethoven Herrera valencia.

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