El espacio público es de todos y de nadie

El espacio público es de todos y de nadie

Por ejemplo: tenemos que hoy la carrera 15 es intransitable porque cada negociante convirtió el andén en taller de motos con sus charcos de aceite

Por: cesar arturo castillo parra
julio 10, 2023
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El espacio público es de todos y de nadie

La mayoría de los colombianos vivimos en centros urbanos olvidando que para tener una apacible existencia en ellos, tenemos que saber cuáles son nuestros deberes, conocer las particularidades de sus espacios y aprender las lógicas que los rigen. Así por ejemplo pocos saben cuál es la utilidad de las “cebras” o que los semáforos tienen la misión de regular la circulación y salvar la vida de conductores como de peatones.

Desde lejanos tiempos entendemos que las ciudades no son una simple sumatoria de casas, edificios o locales, se formaron o se fundaron para los caminantes. Primero fueron las calles, las plazas y luego sí los templos, los edificios del gobierno, las casas de habitación y los lugares de recreo. Como ya en otra oportunidad examinamos el asunto de los parques* en esta ocasión nos centremos, en algo más amplio e importante, en el concepto de espacio público. Lo entendemos vagamente como el espacio distinto del privado, pero es tan importante que define el bienestar de una comunidad, la salud de tejido social. Dicho de otra forma: el espacio público es donde se “materializa” la política.

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Sin tener que apelar al complejo de inferioridad de compararnos con los países de la OCDE, hemos que reconocer que en la medida en que una sociedad cuenta con altos niveles de educación y mejores condiciones de organización política tiende a disfrutar de mejores parques, calles, plazoletas y edificios públicos, porque es en ellos que suelen conmemorarse las efemérides colectivas, se expresan las alegrías y se da la confrontación de las ideas.

En Colombia las cosas son diferentes a otros países porque gracias a la difusión de las concepciones neoliberales que nos imponen desde el deplorable sistema educativo actual y los medios de comunicación, cada sujeto piensa desde la intimidad de su hogar que, salir a la calle es para enfrentarse con los demás a competir en esa feroz lucha por el mayor número de bienes materiales posibles o para poder exhibirle a los conciudadanos, su “prestigio”, su arribismo, puro y duro. Como se cree que el espacio público es de nadie en particular, pues nadie está interesado en cuidarlo, cada cual hace lo que se le da la gana ya sea intentando apropiárselo, para montar un negocio o lo transforma en el depósito de sus basuras. Los ejemplos los vemos desde la ventana de la casa: el nuevo rico que muestra su carro en el andén de su casa con el radio a todo volumen, la compañía que utiliza los semáforos para poner a sus esclavos a vender bebidas azucaradas, la vecina que deja la basura en el separador de la vía, el sujeto que se lleva los cables del alumbrado público, el vendedor de arepas que robar energía y destroza la zona verde de parque...

En fin la lista es muy larga y son muchas las cosas aberrantes que vemos y permitimos, unas veces por miedo otras por buscar la propia conveniencia personal o también porque creemos que el control de la ciudad es asunto de las inútiles burocracias locales. Comprar comida en la calles hoy es algo muy normal porque la pereza puede más que el sentido de la planificación o del riesgo de colesterol y el parasitismo. Comúnmente se cree que fomentando la informalidad exhibimos nuestra caridad y ayudamos a la pobre señora de los tintos, pero es una enorme mentira porque el espacio público también está plagado de avivatos que tienen hasta carro propio, hay vendedores callejeros que ocultan su verdadero negocio de microtráfico o de receptación y también están las víctimas extranjeras que son explotadas con “salarios” de miseria.

Pero el elemento que más ha afectado la vida de los peatones y ha transformado los espacios públicos en casi todo el mundo, llegó con la invención del automóvil, porque con el paso de los años los elementos más adinerados o arribistas de las sociedades, empezaron a utilizar al Estado para poner a las ciudades en función de sus negocios que giran alrededor del petróleo y así construir calles, autopistas de asfalto, puentes elevados, parqueaderos, avenidas etc. De manera que de las personas que salían al final de la tarde a dar un pequeño paseo y a socializar con los vecinos ha quedado muy poco, tan solo como un recuerdo de los mayores.

Sabemos pues que al espacio público se le diseña desde el poder con fines simbólicos o económicos determinados y la ciudadanía, con su presencia o ausencias en el tiempo, también le va dando usos y sentidos diferentes. En ocasiones los ciudadanos los mejoran con sus iniciativas y en otras los degradan con sus gestos de vandalismo.

Pero el problema fundamental es que tras largos años de supremacía vehicular y el individualismo, ahora los habitantes no son conscientes de que son poseedores de derechos, que los andenes son solo para caminar y que deben conocer observar o respetar las normas que rigen el espacio público. En determinadas ciudades usted no puede disponer de la fachada de su casa, el andén que tiene en frente no es de su propiedad, no puede pintarlo, engrasarlo con fritanga o convertirlo en su tienda ni en su parqueadero. Son cosas que parecen elementales, pero que demandan una cierta capacidad de comprensión.

Todos de seguro tenemos alguna anécdota para contar de nuestros pueblos y ciudades y por eso yo les cuento que con ese plan de “modernizar” la ciudad de Cali y solucionar sus problemas de movilidad nos embarcaron en locura farahonica de las “MegaObras” para invertir miles de millones de pesos en espacios públicos, pero todo ese dinero se perdió porque las personas aún no son conscientes de sus derechos y mucho menos de sus deberes.

Para solo recordar algunos ejemplos tenemos que hoy la carrera 15 es intransitable porque cada negociante convirtió el andén en taller de motos con sus charcos de aceite. La calle 13 fue destrozada por los urbanista para meter las espantosas jaulas-estaciones del fracasado sistema “Mio” y el pomposo túnel mundialista se volvió en el fetiche de los locos motociclistas que van a celebrar eventos como el Halloween, mientras arriba es un desbordado rumbiadero público llamado bulevar.

Lo más paradójico de nuestras ciudades es que después de que los politiqueros crean los problemas, salen a brindarnos sus soluciones, como ya lo vemos en los partidos de derecha que siempre nos ofrecen más autopistas, más autoridad y en más policía que en últimas termina sacándole los ojos a las juventudes inconformes.

https://programaeditorial.univalle.edu.co/gpd-gpd-la-ciudad-amable-verde-y-compacta-9786287617049-6477603f2d1c5-6477603f2d268.html

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