El equilibrista
Opinión

El equilibrista

Un presidente acorralado en sus propios dilemas de inexperiencia e incapacidad, y una ciudadanía activa en su inconformismo e interactiva para movilizar y convocar

Por:
noviembre 30, 2019
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El circo en el que siempre ha estado nuestra democracia de papel en medio de un inclemente aguacero, ahora tiene su mayor atractivo en su presidente (cargo ganado en una piñata) y toda la corte que lo respalda y que se resquebraja a cada momento por su fragilidad ideológica y su consistencia dogmática.

Nunca antes esta democracia de papel había soportado una presión tan consistente y sin liderazgo popular visible de caudillos de corta vida a los que las élites nos habían acostumbrado en el pasado. Ahora las tensiones están en otro orden y por cuenta de una ciudadanía activa que rompe con todas las previsibles tradiciones ciudadanas que el país había domesticado en buena forma por el bipartidismo hegemónico y luego por el fragmentado espectro ideológico de ese mismo bipartidismo que conocemos en la actualidad con un sinnúmero de partidos y movimientos con las iguales intenciones de una derecha retrógrada y de pocas propuestas modernizantes.

El país de estos días desde el 21N es otro. La lectura del gobierno es equivocada. Torpe en demasía al pretender que su opción política de hace más de un año, la cual fue para una coyuntura electoral sustentada en la mentira y el miedo; ahora tenga la misma vigencia política.

 

El país de estos días desde el 21N es otro.
La lectura del gobierno es equivocada.

 

Yerro mayor. Eso quizá sirva para la Colombia profunda que estaba acostumbrada a lo militar y a los bombardeos selectivos de guerrilleros georreferenciados. Esa Colombia que no aparece con frecuencia en las redes sociales y que se conforma con el “goteo” civilizado de los andinos perfumados.

Lo de ahora es diferente. Es una ciudadanía activa en lo claro que tiene de inconformismo e interactiva para movilizar y convocar a pares digitales que luego se tornan reales en las plazas, parques y calles por las que hay que marchar. Una ciudadanía saturada de información y de propuestas que fiscaliza en mejor forma a sus gobernantes. Una ciudadanía globalizada que responde también a los fenómenos mundiales y que les exige más a sus administradores de lo público.  Una ciudadanía concentrada en zonas urbanas dinámicas y complejas; donde la inteligencia social rebasa la mediocridad de sus dirigentes de todo pelambre.

Del otro lado un presidente acorralado en sus propios dilemas de inexperiencia e incapacidad. Preso en medio de las prisiones ideológicas de una derecha rancia y sin propuestas serias de transformación, pero sí de conservación de privilegios para una minoría mezquina. Un galimatías político que en lo que queda del mandato presidencial vemos con poca posibilidad de entender para frustración de todo un país. En el derecho a gobernar a una sociedad no basta con la patente electoral ganada en una elección. Se necesita el coraje de un estadista para conducir al país por la senda correcta y no por una suerte de equilibrista novato al que lo traicionan sus nervios.

Coda: al momento que sea publicada esta opinión llevaremos más de ocho días de Paro… y un presidente que no quiere oír. Ellos se prepararon y ganaron para seguir combatiendo a las Farc. Justo cuando ya estaban preparados para derrotarlas, de La Habana vino un barco cargado de…

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