El Enfermero de las Farc: ejemplo universal de arrepentimiento
Opinión

El Enfermero de las Farc: ejemplo universal de arrepentimiento

Arboleda espera que las autoridades españolas decidan su extradición a Colombia. No se nota mucho afán en traerlo

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enero 26, 2016
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¿Y si las Farc firman el 23 de marzo (o antes) el acuerdo para poner fin al conflicto armado colombiano? Dicen los optimistas que a partir de ese momento todo el mundo feliz en el país y que la violencia cejará. La realidad, sin embargo, será otra: buena parte de los guerrilleros de las Farc terminarán en bandas criminales o armando las suyas, igual que sucedió con la desmovilización de los paramilitares.

Y no es solo que sea difícil cambiar la mente de unos tipos que durante toda su vida solo han sabido de abusos, secuestros, extorsiones, homicidios, narcotráfico y reclutamiento de menores. Es también, y diría que principalmente, que no hay en ellos arrepentimiento alguno ni propósito de enmienda. Solo cálculos económicos.

A los señores de las Farc que desde hace cuatro años están engordando en Cuba muchos medios de comunicación y analistas los han elevado a la categoría de estadistas y salvadores de la patria. Dicen ellos (los analistas) que los voceros guerrilleros son unos intelectuales capaces incluso de sostener de tú a tú una conversación con un científico o con un premio nobel de Literatura, Paz o Economía. Así se puso la cosa: tipos que únicamente saben de crimen y cinismo resultaron ser envidiables interlocutores.

No reconocen un solo error, un solo delito. Al contrario, siempre son las víctimas. Desde su óptica, sin ellos el país habría sido peor pues la "clase dominante" ya hubiera aplastado a los menos favorecidos, a los desamparados, a los pobres (los mismo pobres que mantienen secos a punta de extorsiones, amenazas y ataques a la infraestructura de servicios públicos).

Un señor tuvo el arrojo de denunciar ante las autoridades los crímenes.
Días después regresaron los guerrilleros y dieron buena cuenta de él "por sapo".

 Recientemente el agudo periodista Herbin Hoyos hizo en Caracol Radio un especial en el que entrevistó a muchas víctimas de las guerrillas. Conmovedor escuchar los testimonios de varias personas que contaron cómo fueron atropellados. Un hombre recordó que los guerrilleros llegaban a un remoto poblado de Colombia prácticamente a secuestrar a unas pobrecitas adolescentes. Un señor tuvo el arrojo de denunciar ante las autoridades dichos crímenes. Días después regresaron los guerrilleros y dieron buena cuenta de él "por sapo".

Para probar los actos demenciales de la guerrilla solo hay que detenerse a mirar el caso de un siniestro personaje llamado Héctor Albeidis Arboleda Buitrago, conocido como el Enfermero de las Farc. Este genocida les practicó abortos a las malas a más de 150 mujeres guerrilleras, según cifras de la Fiscalía, y a más de 500, según reveló hace poco el Canal Caracol.

Cualquiera sea la cifra correcta sobre los crímenes de lesa humanidad cometidos por Arboleda Buitrago, lo cierto es que estos sujetos no se miden a la hora de hacer daño. Desde La Habana los mandaderos de Timochenko ya dijeron que todo eso es mentira y que ni siquiera conocen al enfermero.

Siempre se ha sabido que el aborto es una práctica rutinaria en las filas de las Farc dizque para que no perder a las mujeres combatientes. Algunos medios bogotanos han publicado las narraciones de las pobres chiquillas que fueron pacientes del Enfermero. Ellas contaron, imaginen eso, que en muchos casos fueron obligadas a abortar con cinco y seis meses de embarazo.

No debe olvidarse que el señor Arboleda se encuentra en España a espera de que las autoridades de ese país decidan si lo extraditan o no a Colombia. No se nota mucho afán en traerlo. Vamos a ver qué pasa.

Y aunque tema similar se ha tocado en escritos anteriores, no puedo dejar de recordar el caso del subintendente de la Policía Luis Hernando Peña Bonilla, quien fue secuestrado en la toma guerrillera de 1998 a la ciudad de Mitú, en Vaupés. El secuestro y los malos tratos le hicieron perder la razón a Peña y lo llevaron a la locura. Pues para quitarse ese problema de encima ¿qué alternativa había mas sencilla que arrebatarle su vida? Hoy su familia sigue preguntando por él sin que nadie le dé razón.

Veremos si el 23 de marzo todo será distinto en el país, y si la necesidad de justicia de tantas víctimas quedará atrás, como la de la familia del subintendente Peña.

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