El discurso de Gustavo Petro en Montería

El discurso de Gustavo Petro en Montería

"Habló de la educación como la única capaz de redimir a los pobres y a la clase media, de formar seres humanos con principios y valores"

Por: Ramiro Guzmán Arteaga
abril 23, 2018
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El discurso de Gustavo Petro en Montería

Asistí, como nunca en los últimos años, a escuchar un discurso de campaña en una plaza pública. Fue el discurso de Gustavo Petro Urrego, candidato a la presidencia de Colombia. Había dejado atrás el escepticismo del que me había impregnado esta guerra fratricida, con miles de muertos y miles de desplazados; fui en medio de la incertidumbre y el pesimismo en que nos han sumido los consecutivos escándalos por corrupción y el narcotráfico. Llegué a la Plaza María Varilla de Montería en medio de una lluvia persistente y menuda, pero también motivado por aquella frase que le escuché decir a Álvaro Gómez Hurtado desde la Constituyente: “pónganle atención a ese muchacho porque está para grandes cosas”. Aludía a Gustavo Petro.

A la orilla del río Sinú, en el antiguo Triángulo del Mercado de Montería, Gustavo Petro habló casi dos horas sin que le faltaran ni le sobren las palabras, tocando  temas de interés en medio de un entusiasmo popular que lo acompañó sin importarle la lluvia. Su discurso estaba cargado de valiosas reflexiones entre un pasado tenebroso y un futuro cargado de optimismo. Proponía un cambio de dirección del país.

El centro de su discurso era la educación y el cuestionamiento de la ya caduca e histórica maquinaria oficial y familiar. Acompañado de reflexiones sobre la guerra y la paz, la niñez y la adultez, la pobreza y la riqueza,  la corrupción y la transparencia, el planeta y el medio ambiente. Habló de la educación como la única capaz de redimir a los pobres y a la clase media, de formar seres humanos con principios y valores, pero no habló de la educación en abstracto, pues quienes han gobernado el país y lo han desvalijado –como él mismo lo dice – también se ufanan de haberse educado en las mejores universidades del país y el mundo; Petro habla es de la Educación que aporta ideas esclarecedoras y forma personas con reflexiones críticas para transformar positivamente al ser humano y a la sociedad.

Desde luego que los críticos y detractores están en plena libertad de verlo en la forma que mejor les provoque, pero de Gustavo Petro vale la pena destacar los riesgos que implica y a los que se expone al pensar distinto a ellos; porque, contrario a lo que sus opositores nos quieren hacer creer, Petro no habla de lucha de clases, ni su lenguaje es el de la ortodoxia marxista, por el contrario, habla de llegar a acuerdos sobre “lo fundamental”, tal como lo propuso Álvaro Gómez Hurtado. Tampoco propone un “modelo castrochavista”, por cierto inexistente en las teorías económicas de la humanidad, no habla de enfrentar a los pobres contra los ricos, propone que a los pobres se les brinden condiciones para tener oportunidades de dejar de serlo. También se lamenta [en algo que no solo es cierto sino irrefutable] de cómo en Córdoba familias que se habían levantado juntas, que habían convivido, que eran vecinos y amigos se transformaron en adversarios mientras la aristocracia familiar que ha gobernado el país durante años se siguen sosteniendo en el poder gracias a esas discordias y enemistades que ellos estimularon y azuzaron. Por eso, dijo soñar con el día en que sus nietos y los de Mancuso se bañen juntos en el Sinú.

Fiel a su pacto y compromiso con las ideas de un mundo moderno, civilizado, en el que todos quepamos, Gustavo Petro reivindica la Constitución como instrumento capaz de introducir cambios sociales, políticos, económicos y ambientales en el país. En fin, después de escucharlo bajo esa persistente lluvia, pienso que Gustavo Petro Urrego, ese muchacho nacido en Ciénaga de Oro (Córdoba), al que Álvaro Gómez pidió al país prestarle atención porque estaba “para grandes cosas”, es hoy el presidente que Colombia necesita, pues tiene el carisma y la inteligencia propia del hombre Caribe, el verbo y la oratoria de Jorge Eliécer Gaitán, y la claridad y la visión política de Álvaro Gómez Hurtado en cuanto a la necesidad de cambiar el sistema; todo esto, estéticamente matizado por un discurso objetivo, que además nos hace interesar por la razón humana, por la educación, la filosofía y la historia del país.

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