El cuento de “la amenaza rusa”
Opinión

El cuento de “la amenaza rusa”

Esgrimir el “coco ruso” pretende desplazar de las primeras planas la negativa de Biden a la demanda rusa y justificar el aumento de sus tropas en los países bálticos

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febrero 01, 2022
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La crisis de Ucrania tiene muchas aristas pero entre ellas sobresale la extraordinaria la capacidad de los medios periodísticos fieles a la agenda noticiosa de Washington de manipular la interpretación de la misma. Es su fidelidad perruna la que les mueve a repetir sin descanso y con un incendiario tono alarmista la acusación que señala como único responsable de la crisis a una Rusia decidida a invadir de inmediato a  Ucrania. Acusación en la que creen, probablemente de buena fe, gran parte de  los periodistas de dichos medios, tal y como lo probó la incredulidad y la sorpresa con la que escucharon las palabras pronunciadas por Volodimir Zelansky, el actual presidente de Ucrania, en la multitudinaria rueda de prensa celebrada en Kiev la semana pasada. Sarah Rainsford, enviada especial de la BBC de Londres, dio expresión a tamaño desconcierto cuando resumió con fina ironía que la rueda de prensa había resultado “ligeramente surrealista”. Porque  de qué otra manera podían calificarla ella y sus colegas cuando escucharon al presidente ucraniano desmentir la acusación de que Rusia estaba a punto de invadir su país, basada en una importante concentración de tropas en sus fronteras. “Esta clase de movimiento de tropas no es inusual”- afirmó Zelansky. “De hecho hubo una concentración semejante de tropas  el año pasado sin que pasara nada”, añadió. Y  señaló que la verdadera amenaza actual “no es Rusia sino la desestabilización del país” por “causa del pánico creado por la propia prensa”. Criticó además a los diplomáticos norteamericanos y británicos que huían del país como “si la amenaza de guerra fuera real”. Negó que Ucrania fuera “un barco a punto de irse a pique”, pero si así fuera, remachó, “los diplomáticos son como los capitanes. Deberían ser los últimos en abandonar el barco que se hunde”.

A pesar del mal rato que pasaron en Kiev sus corresponsales y enviados especiales, los directores de sus medios se cuidaron mucho de darle el despliegue que merecían las declaraciones del presidente del país que se supone está a punto de ser aplastado por la bota rusa. Parecen muy conscientes de que hacerlo impactaría de lleno en el corazón  la narrativa con la que Washington se esfuerza en legitimar ante el mundo entero su respuesta negativa a la petición rusa de que renuncie a incorporar a Ucrania a la OTAN. Respuesta defendida por el noruego Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, con el argumento de que esta organización no puede aceptar que se niegue a un país “su derecho a elegir libremente” el ingreso a la misma. Inesperada defensa del principio de la autodeterminación nacional, que resulta completamente cínica cuando la hace quien es cabeza visible de una alianza militar que, desde el fin de la Guerra fría, ha pisoteado ese principio en Yugoslavia, Afganistán, Iraq, Siria y Libia.  Y en la propia Ucrania, donde su socio principal y auténtico comandante en jefe, los Estados Unidos de América, invirtió - tal y como está documentado - 2.000 millones de dólares en promover la llamada Revolución de la dignidad (Maiden). O sea la cadena de protestas callejeras y acciones violentas que concluyeron el 23 de febrero de 2014 con el derrocamiento de Viktor Yanukovich, el presidente de Ucrania elegido democráticamente. No es un dato irrelevante el hecho de que dicha “revolución de color” empezara al día siguiente de que el gobierno de Yanukovich tomara la decisión de suspender el 20 de noviembre de 2013, la firma prevista de los acuerdo de asociación y libre comercio con la Unión Europea. Rusia le ofrecía un acuerdo equiparable en términos que resultaban más beneficiosos para Ucrania. Si esto no es intervención en los asuntos internos de un país que baje Dios y lo vea.

Pero esgrimir el coco de la  “amenaza rusa” no tiene como único objetivo desplazar de las primeras planas de los diarios e informativos la noticia de la negativa de Biden a la más que razonable demanda rusa. También le está sirviendo para justificar el incremento de sus efectivos militares en los países bálticos, la realización de ejercicios navales en el mar Negro y el anuncio tanto de la intención de Washington  de intensificar su “ayuda militar” a Ucrania como de imponer nuevas y más duras sanciones económicas y políticas a Rusia. Entre ellas las destinadas a anular o reducir drásticamente la venta de gas ruso a Alemania.

 

 

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