El cine para mirarnos

El cine para mirarnos

La pandemia cambió la forma de ver el séptimo arte y muy seguramente la manera en la que nos relacionamos con él. Una perspectiva al respecto

Por: John Jairo León Muñoz
agosto 06, 2020
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El cine para mirarnos

¿Cómo será la nueva manera de ver cine? ¿Cuál será el papel del cine en el pos-COVID y durante el COVID en plataformas como Netflix? ¿Cuál es el rol del cine en la sociedad actual y su manera de consumir entretenimiento mientras se enfrenta el virus? ¿Qué pasará con las salas de cine, así como las hemos conocido hasta ahora? ¿Cómo se manejarán los espacios en la realización cinematográfica?, ¿se olvidará el exterior y primará el interior? ¿Las historias que se cuentan tomarán protagonismo frente a historias mal contadas que lo que hacen es deslumbrar con grandes presupuestos que logran filmar entre Dubái y en New York y la Patagonia? ¿Primarán los guiones sobre el confinamiento, sobre el medio ambiente, la tecnología, la enfermedad? ¿Cómo se vivirá del cine sin las distribuciones masivas en salas con aire acondicionado o las de tercera y cuarta dimensión? El cine ha podido siempre encontrar caminos para mantenerse vigente o reinventarse frente a las lógicas que cambian el orden, en lo que se dice y en cómo se dice. También, a partir de los argumentos en los largometrajes, en los cortos, en los documentales ha podido generar reflexiones sobre la sociedad que estamos habitando, muchas veces desde la distopía, otras veces desde la realidad:

Con la realidad, en el 2014 Win Wenders dirigió junto a Juliano Ribeiro Salgado, el documental La Sal de la Tierra, sobre la vida de Sebastián Salgado, como una manera de retratar los conflictos internacionales: el hambre, la muerte, la soledad, las migraciones, la devastación de un planeta, la explotación del hombre por el dominio de la máquina y de la misma tierra. También una reflexión al final del mismo: la belleza de la naturaleza ¿cómo protegerla y conservarla frente al voraz y mezquino desarrollo aparente de la humanidad? ¿Tocará armar la propia isla con agua y alimentación sostenible para salvarse? ¿Cómo conservar la naturaleza si pavimentamos ríos, asesinamos osos, alces? ¿Cómo conservarla si confinamos cerdos, vacas, pavos, pollos, gallinas y los matamos para adobar y servir en la mesa? ¿Cuál es el papel de la fotografía en todo aquello que mira y que denuncia o en lo que nos lleva al asombro?

Con la distopía, en La Bella Verte, Colline Serrau en 1996 dirigió la película que narra la historia de un planeta donde sus habitantes son libres, viven en el bosque, se comunican con la telepatía y, además, no quieren ir a la tierra, pues han escuchado que no hay agua, que hay problemas de hambruna y que la gente se preocupa por pendejadas por los otros, como la forma de vestir, el carro que usan. Con la Bella verte se reflexiona sobre: ¿Cómo hacer vainas para frenar el aparente trágico destino de la humanidad? ¿Cómo evitar que los osos polares desaparezcan como ya lo están haciendo los ajolotes, el mandril, las tortugas angonoka… etc? ¿Cómo recargar las energías en el ser humano si cada vez se pierde la creencia por una sociedad distinta e incluyente? ¿Cómo evitar que este planeta siga transitando ese camino que lo lleva a quemarse o a inundarse o a implosionar?

El cine como forma de una constante pregunta. Nuestra relación con el entorno natural. El cuestionamiento constante sobre los herbicidas, sobre los productos cultivados transgénicamente. El cine para alterar las emociones con el terror, el suspenso. El cine para aprender de uno, como un tratamiento psicológico con uno, una constante terapia para mirarse los pies, los lunares, el pasado, las sombras. El cine para conocer sobre grupos étnicos, sobre diversidad, sobre paisajes fascinantes. El cine para extrañar el silencio. El cine para reírse de uno, para reflejarse en la comedia. El cine y las nubes y los pájaros. El cine para retratar desapariciones, violaciones, inundaciones. El cine que denuncia. El cine para viajar en el confinamiento. El cine que se transforma frente a la tecnología, frente a los desafíos económicos, religiosos, políticos y sociales. El cine para preguntarnos por el agua, la permanencia como especie. El cine para narrar la realidad y, también la ficción, esa ficción que muchas veces con el tiempo va encontrando su manera de volverse real. El cine para mirarnos y creer que ese personaje que está allí es ficción cuando lo que representa es la realidad.

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