El centro sí existe
Opinión

El centro sí existe

Cómo reconstruir un país mejor, más próspero, más equitativo que el de antes de la pandemia y quién puede ser el dirigente alejado de los extremos del populismo y el radicalismo

Por:
diciembre 01, 2020
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Hay un centro político que solo existe en el corazón de cada líder caudillista que se ve a sí mismo como el centro del mundo, donde confluyen todas las aspiraciones y todas las soluciones. Cualquier otra alternativa es extremista, menos la propia, vista por él mismo como llena de lógica, sentido común, adecuada interpretación de la realidad social, sabiduría en su manejo. Es decir, las características de lo que podría ser una posición política de centro.

Pero una cosa es sentirse intérprete iluminado de las necesidades políticas, creerse el centro del mundo, y otra cosa la muy humana tendencia a la clasificación metodológica que proviene de las ciencias naturales y de las matemáticas. En materia política podría decirse que el centro es solo una referencia puntual para determinar en qué medida una manera de pensar se acerca o se aleja de la intervención estatal. En un extremo está el comunismo, que es la propiedad estatal de los medios de producción, y en el otro el capitalismo salvaje, que es la total libertad del juego de la oferta y la demanda. Ninguna de las dos cosas existe en la vida real, y cuando trataron de existir tuvieron que ser controladas por sus creadores, para meterlas en cintura, o sea para volverlas más de centro.

Así que, si alguien pregona la importancia de la regulación estatal y de la intervención del Estado en la vida social (incluyendo garantías legales a derechos fundamentales), puede ser clasificado como de centro izquierda, más de izquierda en la medida en que esa presencia estatal sea más intensa; y si alguien pregona que son la propiedad y la iniciativa privada el motor del desarrollo económico y social (incluyendo limitaciones legales tradicionales a derechos fundamentales), en la medida en que crea que el Estado deba tener un menor papel en ese proceso más será de centro derecha. Algo así como el camino que va en Europa de la socialdemocracia a la democracia cristiana, o del liberalismo al conservatismo entre nosotros, para ponerlo en términos más desuetos. Y como hay tantos matices, en ese centro cabe el grueso de la  gente que normalmente elige al gobernante. Como consecuencia, en la realidad la inmensa mayoría de los políticos se mueven en espacios de centro, donde están los votos, incluyendo aquellos a quienes les parece una mala palabra.

Para aterrizar en el caso colombiano: la izquierda es bastante poco revolucionaria. Ni siquiera el partido de la Farc, (10 escaños en el Congreso, con 85.000 votos), que son guerrilleros comunistas reincorporados a la vida civil, pregona la estatización de los medios de producción. Ni lo han hecho el Polo Democrático Alternativo (4.8 % de participación en las elecciones parlamentarias de 2018), ni la Lista de la Decencia (3.4 %). Minorías llenas de matices y rivalidades. El Polo Democrático Alternativo es una agrupación de sectores obreros sindicalizados (de rigurosa clase media por sus ingresos) y sectores populares urbanos. Su votación (720.000 votos) está principalmente en Bogotá. Igual sucede con la lista de la decencia (520.00 votos). Entre los tres Farc, Polo y Decentes, poco que ver.

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Para aterrizar en el caso colombiano: la izquierda es bastante poco revolucionaria. Ni siquiera el partido Farc de exguerrilleros comunistas pregona la estatización de los medios de producción

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 No parece del caso, aunque les gustaría por puro esnobismo político, meter al Partido Verde (1.300.000 votos; 8,6 % del Congreso) en esa lista, pues pertenece más a algún matiz de centro izquierda, aunque no mucho.

Y de los grandes dirigentes ni hablar.

Gustavo Petro, quien encarna de lejos el grueso de la izquierda colombiana, no predica el estatismo sino un capitalismo responsable, no extractivo, amigable con el medio ambiente, al servicio de la equidad social, cualquier cosa que eso signifique, por oposición a un capitalismo mafioso de contubernio entre empresarios y Estado, que denuncia. Ideas no muy consistentes con sus llamados extremos a la desobediencia civil (no pago de deudas privadas ni de servicios públicos, llamados a la protesta callejera), que lo colocan más en el terreno del populismo. Ni con su desafiante estilo personal.

Álvaro Uribe Vélez quien encarna de lejos el grueso de la derecha colombiana predica la confianza inversionista, la cohesión social y la seguridad democrática, tres huevitos que buscan crear condiciones adecuadas para la inversión nacional y extranjera, muy alejadas del capitalismo salvaje. Ideas no muy consistentes con sus llamados extremos a lo que realmente representa que es la Colombia profunda, premoderna, rural, conservadora, patriarcal, católica, que lo colocan más en el terreno del populismo. Ni con su desafiante estilo personal.

Así que, si el puro centro no existe, pues la pura derecha y la pura izquierda tampoco. Tienden a ser calificativos de los adversarios para descalificar a sus oponentes.  La vida política parece ser más variada y versátil que la exacta geometría. Y esa no es realmente la discusión importante de la actual agenda política que se reduce a un solo tema práctico: cómo reconstruir un país mejor, más justo, más próspero, más equitativo, que el que existía antes del huracán de la pandemia y quién puede ser el dirigente alejado de los extremos del populismo y el radicalismo que inspire más confianza para hacerlo.

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