El capitán Orjuela, eslabón clave para descubrir la Comunidad del Anillo, terminó en La Picota

El capitán Orjuela, eslabón clave para descubrir la Comunidad del Anillo, terminó en La Picota

Tres directores Jorge Daniel Castro, Óscar Naranjo y José León Riaño conocieron lo que se tejía dentro de la Policía y guardaron silencio

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febrero 22, 2016
El capitán Orjuela, eslabón clave para descubrir la Comunidad del Anillo, terminó en La Picota

La cadete Lina Maritza Zapata pagó con su vida haberse enterado de la existencia de la Comunidad del Anillo. El 25 de enero del 2006, en vísperas de su grado de Alférez apareció sin vida en los dormitorios de la Escuela General Santander. El director de la Escuela, general Álvaro Caro Melendez, se precipitó para, supuestamente, ordenar limpiar el cuarto donde fue encontrada y reacomodar su cadáver, tarea que le encomendaría al mayor Salvador Gutiérrez Lombana. En la jerarquía, el escogido para apoyarlo fue capitán Edwin Alejandro Orjuela.

La primera orden que debía cumplir el capitán fue la de entregarle las botas altas a Adiela Gómez, la mamá de Lina Mariza, quien había llegado de Marsella Risaralda a recibir el cadáver de su hija.  La segunda, era más sencilla. Con sigilo, evadiendo la mirada de todos en la Escuela, debía llegar a un lote que separa a la General Santander de una Escuela de conducción y llevar con ellos un bidón de gasolina. Así lo hicieron.

El capitán Orjuela Pimienta admiraba a su mayor Gutiérrez por su coraje a la hora de enfrentar a la guerrilla de las Farc en el departamento de Arauca en los años 80.  Lo respetaba. Por eso, a pesar de no encontrarle lógica a las instrucciones, no dudó en seguir sus órdenes en esa mañana del 26 de enero del 2006.

Gutiérrez Lombana procedió con su libreto. Retiró de una bolsa de plástico el uniforme y la ropa interior de la cadete y la tiró al piso. El capitán destapó el bidón y arrojó la gasolina sobre la ropa. El mayor encendió el fósforo y vio desaparecer la última huella de la cadete en vida, justificándose frente a su subalterno: “Estas son órdenes del general Caro y las órdenes se cumplen, así que no pregunte más. Yo tampoco sé por qué estamos haciendo esto”. Concluida la tarea se dieron vuelta en silencio.

Tres meses después, cuando descubrió a los alférez Cortés, Marín, Arboleda, Vélez y Cifuentes, entrando a la medianoche a la Escuela, sin registro alguno, pudo ligar lo sucedido con la ropa de la cadete. Cuando el capitán los inquirió con autoridad, los muchachos se quebraron. Empezaron a hablar. Confesaron que su superior, el coronel Jerson Jair Castellanos, entonces jefe de seguridad del Congreso, les había autorizado las entradas y salidas por cuanto formaban parte de una red de cadetes, controlada por él, para satisfacer la demanda sexual de otros militares.

El capitán habló toda la noche con los jóvenes alférez. En esa conversación descubrió que uno de ellos, John Cifuentes, había sido novio de Lina Maritza Zapata y que la relación había terminado abruptamente cuando la cadete se enteró que el alférez hacía parte de la red de prostitución de la que hablaba y que incluso su foto aparecía en el álbum de jóvenes reclutas que el coronel Castellanos le ofrecía, a oficiales e incluso a congresistas. Esa misma madrugada, Orjuela Pimienta convenció a los muchachos que le denunciaran estas irregularidades al General Caro.

Durante una semana el capitán habló con decenas de cadetes que le confirmaron con sus propios testimonios la existencia de la supuesta red de prostitución en la Escuela General Santander. En repetidas ocasiones Orjuela Pimienta le pidió inútilmente audiencia al general Caro. Desesperado, después de dos meses de solicitarle audiencias, el capitán Orjuela irrumpió en su despacho y confrontó al General. Con respuestas para todo, a Caro no lo sorprendió ningún relato y por el contrario dijo conocer la situación cuya queja había trasladado al entonces Director de la Policía Jorge Daniel Castro quien desatendió las quejas pidiéndole “minimizar los chismes” para salvar la imagen de la Escuela. Caro termina promovido a la dirección general de escuelas militares y en su reemplazo llega el general León Riaño.

La presión contra los alférez Marín, Cifuentes, Arboleda, Cortés y Vélez no se hizo esperar. Llovieron llamadas y amenazas de expulsión hasta conseguir que los jóvenes uniformados, atrapados por el miedo, negaran sus denuncias. Pero el más afectado fue el capitán Orjuela.

En octubre del 2006 le llegó la notificación de traslado al departamento de Nariño, en el sur del país. Desesperado, buscó al director de la policía Jorge Daniel Castro, alarmándolo de tal manera que además de cancelarle el traslado le concedió un mes de vacaciones. Castro se pondría a la cabeza de las investigaciones. Orjuela no se fio y prefirió mejor asegurarse con una segunda denuncia sobre la existencia de un tráfico de cadetes al interior de la policía.

Castro aprovechó la ausencia del capitán para engavetar las denuncias.

Con el fin de las vacaciones llegaron las dificultades contra Orjuela cuando se vio enfrentado a un caso desconocido para él. El ciudadano Oscar Fernando Ruiz Porras había instaurado contra él una denuncia por el delito de extorsión. Según él, Orjuela habría llegado al taller de su hermano para pedirle $30 millones con el fin de salvarlo de una detención por el delito de narcotráfico. Sin beneficio de la duda, Castro ordenó su destitución.

El delito nunca fue probado. Cuatro años después, en junio del 2011, un juez de Pasto le ordena a la Policía su reintegro. El general Oscar Naranjo, quien había llegado a la Dirección desde mayo del 2007, no acató el fallo. En octubre del 2011 fue impartida una orden de captura en contra de Orjuela.

El juicio se realizó en el Juzgado 5 especializado de Bogotá.  El ex capitán Orjuela y su abogado, demostraron que las supuestas llamadas para insistir en la extorsión al ciudadano Ruiz Porras habían realizadas desde un celular distinto al de Orjuela. Los números no coincidían. El juez desconoció los testimonios de Dora Manchego Moreno y Carlos Guillermo Daroch, quienes aportaban pruebas que demostraban que Orjuela no había estado en el lugar de los hechos denunciados por Ruiz Porras. Nada valió. Dos años después de su detención, el 30 de junio del 2013, Edwin Alejandro Orjuela fue condenado a 28 años de cárcel y a pagar una multa de 29 mil 250 millones de pesos.

Las solicitudes de apelación y las denuncias por las irregularidades alrededor de su caso han sido infructuosas. Su caso está cerrado pero en la soledad de la celda en La Picota el capitán Orjuela guarda secretos con los que la justicia podría desentrañar la maraña de este escandaloso caso de prostitución que ha dejado varios muertos pero pocas verdades.

 

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