El ascenso del Guasón

El ascenso del Guasón

En un mundo donde la barbarie siempre estuvo disfrazada de civilización, como el nuestro, surge este personaje. Una perspectiva

Por: Carlos Aguirre
octubre 18, 2019
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El ascenso del Guasón

No recuerdo haberme disfrazado de Batman en mi infancia. Para mí solo existió la posibilidad, durante aquellas noches de Halloween de principios de los 90, de encarnar a Superman o al hoy llamado (en un spanglish más cool) Spiderman. Solo este disfraz era exitoso, porque yo quedaba enmascarado y mis facciones mestizas, descendientes de campesinos antioqueños, no quedaban expuestas y totalmente desfasadas con el personaje, tal como ocurría con el Hombre de Acero. Y aunque dejé de disfrazarme desde los 13, siempre que regresa octubre percibo ese lejano deseo de encarnar por una vez al "viyilanti" (otra expresión contemporánea) de Gotham (no sé qué es ciudad Gótica ni me importa).

Sé que fracasaría si intentara autoanalizarme o dar con mi propio perfil psicológico, pero sospecho que Batman encarna una rabia muy vieja en contra de un concepto de injusticia que se le escapa a la moral de lo políticamente inofensivo, pero que todos los adolescentes comprenden fácilmente antes de caer (la triste mayoría) en los discursos conciliatorios de los partidos políticos, los autores de autoayuda y los predicadores de las religiones nacientes. Me refiero a esa injusticia que no tiene fin, que se renueva año tras año, década tras década, y que permanece firme y activa a pesar de las campañas lógicas y sensatas que tratan de convencer a ciudadanos de todo el mundo de que el bien es el denominador común de la vida humana y de que por lo tanto el mal siempre tendrá un contendiente. Me refiero en resumen a la injusticia perenne de las sociedades occidentales católicas en las que, por regla general, los verdaderos agentes del mal están del mismo lado de las instituciones religiosas y políticas que dictan lo correcto y nos señalan a nosotros, sus bautizados, donde se encuentran las encarnaciones del maligno.

Hay un ensayo de Stephen King donde él trata en vano de revelar esta característica de Batman, lo que sería el origen de la fascinación que este personaje ha venido causando, en las últimas generaciones, sobre aquellas personas que no han caído en las redes discursivas antes aludidas. Batman es la respuesta verosímil ante ese prejuicio de que al mal no se le puede vencer con el mal, o dicho de otra forma, que a los malos no se les puede vencer si uno actúa igual que ellos o emplea sus mismos métodos. En nuestras sociedades todos sabemos identificar a "los malos" que jamás se darán por vencidos, a menos que los maten. En nuestras sociedades, aunque posemos de justos y correctos, entendemos cuáles son "los malos" contra quienes nunca serán efectivas las leyes, a quienes nunca los destruirá la culpa, los que no pagarán un solo año de cárcel.

Por años, Batman ha venido encarnando ese ideal de vencer al mal persistente con su propia medicina: la medicina de la violencia, los golpes contundentes, el derramamiento de sangre. Ello se justifica en el método de mostrar a Batman como un hombre común (un niño) que decide convertirse en superhéroe al perder lo que representaba todo su mundo, y que por lo mismo tiene licencia para desembarazarse de los códigos morales de los demás superhéroes (el típico "un gran poder conlleva una gran responsabilidad") para de esta manera asumirse como una especie de "contravillano", es decir, un villano que solo mata villanos (y nos encanta que lo haga y mientras más sufran, mejor).

Sin embargo, está en furor una película que finalmente revela las consecuencias de ese ideal. Sus antecedentes más directos son la trilogía de Christopher Nolan (en particular la segunda película de esta serie) y la pieza magistral de Zach Snyder, Batman vs. Superman. Tanto la trilogía de Nolan como la secuela de Snyder tratan de mostrarnos que Batman no encarna en realidad al bien, a menos que estemos invirtiendo conceptos. Es el personaje Harvey Dent (El Dos Caras) quien lo expresa mejor antes de transformarse él mismo en el otro villano de una de las películas: "O mueres como un héroe, o vives lo suficiente como para convertirte en el villano".

Nos da entender desde esta postura que la misión de un héroe, de un héroe auténtico, es cumplir con un acto heroico de gran significación y luego desaparecer en el anonimato de un ciudadano común. De lo contrario, el héroe no tendrá otro camino que imponerse sobre las ideas cambiantes acerca del bien y del mal y establecer su propia dictadura en la que él mismo sea el único referente de "lo bueno". Sin embargo, ninguna de estas películas (ni siquiera la que con la interpretación de Ben Affleck nos muestra un Batman motivado por el más profundo odio) logra dimensionar esa postura que pone en duda al superhéroe.

Creo en cambio que la película protagonizada por Joaquin Phoenix por fin hunde el puñal hasta un punto donde nos duele. Sin referirme a lo que ya han dicho en innumerables plataformas, artículos y memes, este nuevo Joker nos revela que hemos venido amando al opresor por años, hemos estado aplaudiendo las acciones de un hombre que encarnó el poder en sus propios puños y que hizo de su odio personal un peligroso sinónimo de justicia. La película me transmitió esa idea solo con tres escenas, las que creo que la justifican dentro de la mitología del Hombre Murciélago. En la primera vemos a Arthur conversando con el niño Bruce Wayne (metiéndole los dedos en la boca para que sonría) y siendo luego expulsado de la mansión por tratarse de un intruso. En la segunda vemos a Arthur conversando con el señor padre de Batman, antes de recibir el merecido puñetazo por perturbar la paz de un hombre correcto y venerado por las personas humildes de la ciudad. Y en la última presenciamos una vez más la escena del callejón donde Thomas y Martha Wayne fueron asesinados frente a su hijo, al tiempo que Gotham se hunde en el caos donde el Guasón encuentra por fin su epifanía.

Sobra decir que amé la película, entre muchísimos otros aspectos que me tomaría mucho espacio reseñar, por esa inteligente inversión de valores que serviría para revisarnos como sociedad si la sociedad actual se tomara el cine en serio. Como toda buena obra de arte, esta película constituye la clase de espejo ante el cual nadie es capaz de detenerse para ver su propia y dolorosa verdad. Con una sencillez no marveliana, Joker revela nuestra condición de enfermos mentales cuya alternativa ante el suicidio es el desbordamiento incontenible de nuestra demencia. Entre las risas con que a diario tratamos de no ver las verdades horribles que a todos los afectan, el Guasón rises (asciende) en un mundo donde la barbarie siempre estuvo disfrazada de civilización.

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