Jorge Alzate, un artesano del municipio de Circasia, Quindío, lleva más de 40 años dedicándose a la alfarería, un oficio que aprendió de otros artesanos y que moldeó desde su niñez. Con una profunda conexión con la arcilla, Jorge encontró en este arte una forma de vida que le permitió expresarse y conservar una tradición milenaria.
Desde pequeño, Jorge sintió una atracción natural hacia el barro, disfrutaba moldear ollas y tazas, a pesar de que su madre se quejaba de la ropa sucia que esto le dejaba. Sin embargo, su padre, escultor de yeso, que también fue periodista veía en él un futuro artista. A pesar de no terminar sus estudios escolares, Jorge encontró su verdadera vocación en el barro, llegando incluso a capacitarse en el Sena, donde perfeccionó sus técnicas alfareras.
A lo largo de los años, este artesano ha enfrentado múltiples desafíos, desde la comercialización limitada de sus productos hasta la falta de interés en el oficio por parte de las nuevas generaciones. Sin embargo, Jorge sigue comprometido con su arte, enseñando a otros y manteniendo viva una tradición que, aunque en declive, resiste.
El ejemplo de vida de Jorge es el de alguien que nunca dejó de perseguir su pasión, adaptándose a las circunstancias y buscando siempre el lado positivo de su oficio. Aunque la alfarería no le da una estabilidad económica sólida, su amor por la arcilla y la satisfacción de crear con sus manos le brindan una profunda realización personal.
Este artesano sigue creyendo en el valor de su arte, y con cada pieza que moldea, busca transmitir ese legado a quienes lo rodean, esperando que el oficio no desaparezca y que el arte siga siendo una fuente de inspiración para las futuras generaciones.