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Cuando en una sociedad el servicio público se concibe como un negocio, la corrupción agazapada, acecha a la vuelta de la esquina ¡Apague y vámonos! Lo anterior es la distorsión de la función publica, que necesariamente tiene que ir más allá de percibir un buen salario. El servicio público en condiciones normales, es abnegación, es un comportamiento solidario, sensible y dedicado a lo que en esencia debe ser la labor de la política: el arte de servir a los demás y producir ideas en beneficio de un país, una comunidad, lo contrario es llegar para lucrarse en beneficio propio.
Con la mención al harakiri en el título de esta columna de opinión, no me refiero literalmente al suicidio representado en el ritual Japonés, que consiste en abrirse el vientre y morir por honor. Lo nuestro, es la metáfora que aplica a la realidad legislativa que se presenta, en este histórico momento en Colombia. Es indudable y esta demostrado, que nuestro país necesita unas reformas que el sistema y el pueblo pide a gritos. La reforma a la salud, la reforma laboral, la reforma pensional, la reforma agraria y la Jurisdicción Agraria, son reformas básicas necesarias incluso, apoyadas internacionalmente por la OIT (Organización Internacional del trabajo) y la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico). Pero estos importantes apoyos se desechan en el momento de decidir "los padres de la patria".
Es insoslayable no pensar, el por qué un congreso elegido por el pueblo no discute, no debate, lo que es su obligación y solo recurre a argucias para evitar la discusión y la aprobación de unas reformas avaladas y determinadas como necesarias, por serios estudios y diagnósticos y lo más importante: votadas democráticamente por el pueblo.
No se sabe, si estos congresistas tienen la mediana inteligencia para entender, que al negar las reformas, (que no son de Petro, si no, del pueblo Colombiano) se entierran el cuchillo, se hacen el Harakiri en favor de sus patrones y en detrimento del Colombiano de a pie. Tiene un político que ser muy insolidario con sus votantes, para no avizorar el alcance y no medir el tamaño del daño, que incluso se inflige así mismo. Es increíble, que no se comprenda que su voto en contra de las reformas, los conducirá a que nadie del pueblo vote por ellos en una próxima elección. Pero no. ellos están convencidos, que el deliberado daño se le hace a Gustavo Petro y no al pueblo Colombiano.
Para nadie es un secreto, que los medios de comunicación hegemónicos han tomado claramente partido. Puede más el odio infundado desde los medios de la clase empresarial que la racionalidad política. Asi las cosas, se seguirá aupando desde las altas esferas de la clase política tradicional, que las reformas fracasen, pero en realidad los que fracasarán serán los que las hunden, pues se harán el Harakiri político: el pueblo no olvidará y la cuenta de cobro se las pasará, en las próximas elecciones a Congreso.
De todo lo anterior se desprende la necesidad de elegir un nuevo congreso, remozado, multicolor consciente de sus responsabilidades. No se necesita haber tenido experiencia porque los "experimentados" ya se sabe cómo actúan. No se necesita que el congresista sea un notario del ejecutivo; se necesita que sus miembros, discutan, debatan, investiguen, sepan dimensionar la altura de su compromiso con la historia, cumplan su rol legislativo con honestidad y seriedad. Pero lo más importante: ser auténticos representantes del pueblo que los eligió y que obedezcan al pueblo que es su auténtico patrón.
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