Einstein, Peñalosa y los medios

Einstein, Peñalosa y los medios

“Los periodistas de calle recogen siempre la impresión del patrón”

Por: Nelson Cárdenas
febrero 11, 2016
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Einstein, Peñalosa y los medios

Mi abuela Julieta, liberal, escéptica y atea, me soltó una vez una perla que se me quedó en la cabeza, una vez que me escuchó cantando algún himno mariano; “¿Por qué cree usted, mijo, que la Virgen María, tan de apariciones, no se aparece en la India, con tanta gente que hay por evangelizar por allá?” Ante mi silencio, la vieja me soltó su conclusión: “Porque allá no la han visto antes, por eso no la imaginan.” No me resolvió la pregunta de si la señora voladora existía o no, pero me sembró una vaina muy importante: la cabeza piensa con el deseo.

Las noticias de Bogotá, que son más o menos las mismas de cada año, me impresionaron de más ayer. Los periodistas reportaban, un poco con el tono que habrá usado Orson Wells cuando narró la guerra de los mundos, que vándalos y desadaptados habían reventado los vidrios de no sé cuantos buses de Transmilenio, que tenían detenida la operación del sistema y que los choques con la Policía Nacional, la cual había “tenido” que usar gases, palos y balas de goma, habían producido un número abultado de heridos y detenidos.

Más o menos lo mismo que hace dos años o hace uno, ya ni recuerdo. Un sistema como éste, pensado en la “productividad” consistente en transportar la mayor cantidad de unidades (personas como usted o como yo) por metro cuadrado con el menor número de recursos (léase buses y funcionarios) y que se traduce en buses atiborrados  de gente que pasan con la menos frecuencia posible produce, como es natural, gente emputada. Y si de encima le acaban de subir a la tarifa más que al salario mínimo, el empute se potencia.

Pero había una diferencia notable en el reporte con las de otros años, en particular, con la de los años del gobierno Petro. Mientras entonces, con una manera poco usual en los medios, tan acostumbrados a mostrar las noticias sin ahondar en las causas, y mirando desde los poderes, decían las pantallas que las protestas se originaban en los “reclamos de los usuarios cansados”, los de hoy en cambio se debían  a vándalos organizados, de origen político (según el alcalde) y casi terroristas (según su secretario de gobierno). Pero era el mismo Transmilenio, los mismos usuarios, los mismos tropeles de policías pobres acostumbrados a arrasar con quien se le enfrente, así sea hermano de clase, su vecino de barrio. ¿Había cambiado la realidad? O había cambiado la mirada del observador

 

medios

 

La vida, que es jodida, no le quitó la oportunidad de yerro al lado político opuesto y el mismo Petro, tratando de demostrar su tesis, terminó por asumir que una foto del abuso policial tradicional de 2013 correspondía a los eventos del día. Creyó con el deseo. Y tuiteó:

 

 

Por allá en 1919, Arthur Eddington, un connotado astrofísico inglés, le dio a la Teoría de la Relatividad de Einstein la validez que requería, en medio del escepticismo que la rodeaba, al conseguir demostrar en un experimento que la luz se afectaba -se “doblaba”- con la gravedad. No viene a cuento acá relatar el experimento, pero lo cierto es que este fue recibido con asombro y alborozo por la comunidad científica tradicional e innovadora respectivamente. Sin embargo, aunque experimentos posteriores confirmaron la veracidad de la teoría de Einstein, investigaciones recientes mostraron que el experimento de Eddington estaba equivocado. Quizás su prisa por demostrar su punto de vista lo llevó a manejar mal los datos de la observación y terminó mintiendo por equivocación. Pensó con el deseo.

La verdad, dicen los que saben, no existe. Existen los puntos de vista y la verdad termina siendo un bien inasible al que solo se puede acercar uno mediante la mayor cantidad de puntos de vista.

Nuestra sociedad colombiana, tan viciada de esta guerra sin fin, en la que según Churchill “la verdad es la primera víctima” se ha acostumbrado a los relatos únicos, las verdades que no se contrastan y que dependen, como es entendible, de quién la cuenta, de quién es el dueño del medio informativo que cuenta dicha verdad.

Los periodistas de calle –no las MariaIsabeles y Daríos- tan hermanos de clase de los usuarios del Transmilenio, como los policías que reparten bolillo y lacrimógenos en los bloqueos, no tienen problema en acoger la versión del patrón, así por la noche tengan que subirse a la realidad de un  Transmilenio optimizado para las utilidades de los operadores privados.

Para poder asumir la responsabilidad de informar a una comunidad, los medios y los que hablamos a través de las redes sociales debemos comenzar a dejar de pensar en tono de consigna gritada. Comenzar a moderar la voz y los titulares de seguro nos va a permitir entender qué hay más allá de nuestro propio deseo y de nuestro propio prejuicio. Tal vez así podamos saber que Transmilenio nos considera ganado y que no está bien que eso siga así. Tal vez entendamos ahí que el pacifismo aguanta hasta el primer bolillazo. Tal vez así, para darle la razón a mi abuela, comenzáremos a ver que la milagrosa que apareció en la cocina no es más que una mezcla de manteca, hongo de la gotera y montones de ganas de que se nos aparezca la Virgen.

@nelsoncardena

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