Pedir perdón. Una acción tan escasa en nuestro país.
Con cuánta facilidad se hace daño y cuán difícil les resulta dar una disculpa.
Es mejor justificarse. Crear estrategias que sustenten el error. Volver víctimas a los victimarios.
Con cuánto cinismo se trata de desviar la atención para no quedar mal.
El ego, no del bueno que permite tener dignidad, aún cuando la opresión apremia, sino aquel que busca ignorar y es violento con su silencio.
Egos como balas, que resuenan en la cabeza de los familiares de miles de asesinados, de las mujeres maltratadas, de los niños deprimidos, de los trabajadores frustrados, de los empresarios castrados.
Un ego sordo, que no oye razones, porque si oyera, se quedaría mudo.
Ese ego que cree que el dolor ajeno es una carga.
Reflejarnos en el otro es la única salida.
Los egos también matan.