Edificio Mónaco, una implosión meramente simbólica

Es ingenuo pensar que la demolición de la guarida de Escobar es suficiente para acabar de tajo con la narcocultura cada vez más extendida por el mundo

Por: Roberto Reyes
febrero 22, 2019
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Edificio Mónaco, una implosión meramente simbólica
Foto: Twitter @FicoGutierrez

Es inverosímil pensar que destruir el edificio Mónaco, principal bastión del cartel de Medellín en los años 80 y lugar de habitación de Pablo Escobar, el máximo narcotraficante del país, va a acabar con toda la cultura que se ha tejido (de manera orgullosa por algunos de los habitantes de Medellín y de Colombia) alrededor de la figura del capo.

Este lugar que fue dinamitado varias veces por los enemigos de Escobar ha sido por mucho tiempo lugar de visita obligada por seguidores y aficionados de la cultura narco, que se ha expandido por el mundo como una especie de culto al mayor traficante de drogas de los años 80 y parte de los 90. Por eso no es raro ver a personas de todas las edades y procedencias lamentar el derrumbamiento por orden de la alcaldía municipal de este símbolo de la guerra de carteles de los 80.

Sin embargo, es claro que esta implosión no acabará con la cultura narco y con el culto brindado a este personaje, ya que es un fenómeno mucho más profundo que el solo edificio. Habría entonces que derrumbar el muy fuerte lazo emocional que algunas personas han construido a quien consideran un héroe, una suerte de Robin Hood criollo, al cual frecuentemente se encuentra uno en camisetas, posters, bustos y otros suvenires cuando se visita la capital paisa.

Bien podría haberse aprovechado este fenómeno para transformar este edificio en un elemento simbólico de reparación, bien sea abriendo un espacio de formación para las nuevas generaciones o como un museo de la vergüenza de lo que implica verdaderamente tener de ídolo al mayor narcotraficante de drogas del mundo, además de todo el daño que se causó a la comunidad y que, aún hoy, no ha sido reparado.

En Colombia, varios han sido los símbolos que nos recuerdan el tipo de sociedad que hemos sido, desde el famoso letrero a la entrada de Puerto Boyacá que rezaba "Bienvenido a Puerto Boyacá... capital antisubversiva de Colombia", hasta el Mónaco, pero la fórmula no puede ser la misma, quitarlo para sentir que nunca existió. Sí existieron y deben permanecer para recordar lo que no debe volver a pasar. Deben servir como instrumento para resignificar, para darle un nuevo sentido a todo aquello negativo que también forma parte de lo que significa ser colombiano.

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