Economía vs. Crematística
Opinión

Economía vs. Crematística

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marzo 08, 2014
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file[1]Crecimiento económico, el mero propósito de soportar una población mayor, pero no mejor ni más feliz continúa siendo el principal objetivo político de muchos países. Dicho crecimiento confía por supuesto en más productos, más consumidores y más consumo. El comportamiento demográfico colombiano, por ejemplo, no es tan escandaloso cuando se compara con el de otros países, sin embargo un aumento demás del 200% con relación a 1951 suena desproporcionado. Es claro que es una tendencia mundial, soportada principalmente por la disponibilidad de combustibles fósiles, los avances médicos y el crecimiento económico. Pero, ¿somos “mejores” o “más felices”?

Ya en los remotos tiempos de la Antigua Grecia, Artistóteles definía krematistike como el arte puro de hacer (acumular) dinero y surgía la comparación con lo que se definía como oikonomike, el arte de procurar la cantidad adecuada de bienes para la casa.

¿Qué ha pasado entonces con la economía (oikonomike)? La economía clásica se consideraba con una visión de la calidad de vida. El concepto se reemplazó por el de la satisfacción de las preferencias. Un autor que alguna vez leí comentaba que el individuo se convirtió en el juez final de lo que es su interés y el principal objetivo de los economistas se volvió encontrar los medios más eficientes, dentro de una oferta siempre escasa, para satisfacer la mayor cantidad de demanda de preferencias privadas sin interferir con su satisfacción. Pero el ser humano necesita ayuda para tomar algunas decisiones. Contrario a lo que piensan muchos economistas, no siempre somos racionales, algo soportado por Daniel Kahneman, quien recibió el Nobelen Economía por sus aportes al estudio de la toma de decisiones económicas.

Muchas de las restricciones existentes por naturaleza fueron (y siguen siendo) ignoradas o subestimadas por los modelos económicos que rigen nuestros sistemas actuales. Para muchos, el colapso de los sistemas naturales, subyugados a los sistemas artificiales creados para satisfacer las variables de dichos modelos es cada vez más evidente. Y ni hablar del colapso de los mismos sistemas artificiales (para la muestra “varios botones”, o crisis financieras que llaman).¿Qué nos hace felices? Nada en el mundo moderno parece ya hacerlo. En todo el planeta, ahora más que nunca, el descontento de la gente con los sistemas artificiales que hemos creado se hace más evidente. ¿Cuándo vamos a escuchar?

Insistimos en medir el éxito de nuestras sociedades con índices vacíos como el Producto Interno Bruto (PIB). Pero el trabajo no remunerado, como el voluntariado o el trabajo doméstico de tantas amas (y algunos amos) de casa, no son computados. Irónicamente, un robo a una joyería incrementa el PIB (los cerrajeros y quienes instalan vidrios mueven la economía), los accidentes automovilísticos incrementan el PIB (los talleres, las aseguradoras y las funerarias mueven la economía) y así sucesivamente con tantas cosas que son indeseadas en las sociedades modernas. Adquirir tecnologías ahorradoras de energía (p.ej. luces tipo LED) podría ir en detrimento del PIB (menos consumo de energía), mientras que cuando una empresa contamina un río, las operaciones de limpieza se reflejan positivamente en el PIB. ¿Cómo esperamos lograr un futuro sostenible con semejantes incentivos tan perversos? Hace ya varias décadas algunos han estado intentando advertirnos el peligro que esto representa para nuestras sociedades, sólo para ser ignorados o callados:

http://www.youtube.com/watch?v=cGTatMlEHU0

Todo este crecimiento desmesurado continúa siendo además soportado por nuestra visión cultural de cantidad sobre calidad, de más sobre mejor, por la naturaleza relativa de los conceptos de “riqueza” y “poder” (estoy contento con mi Mercedes hasta que el vecino compra un Ferrari), y por nuestra idea de seres humanos exitosos: aquellos que trepan por las jerarquías económicas y políticas, muchas veces sin importar cuántas (y qué) ramas quiebren a su paso.

Adicionalmente, la naturaleza humana ha sido dejada a un lado y cosas sencillas (e inagotables, por cierto) como la familia, la amistad, el arte o el conocimiento han sido remplazadas lentamente por el consumo y la producción, como comenta Serge Latouche, famoso economista francés y partidario del movimiento del decrecimiento económico. Cada vez más dependemos de fetiches que nos den un sentido de autoestima e identidad y que se han vuelto vínculos indispensables con la sociedad que hemos construido. Lo que solía darnos identidad, como pertenecer a la comunidad o tener una relación estrecha con la Tierra, atraviesa una profunda crisis por causa de ello.

Ahora, un mejor mundo no va a llegar esperando a que otros cambien las cosas y contentándose con adaptarse a los nuevos sistemas que otros impongan. Un mejor mundo se tendrá cuando nos indignemos por toda esa injusticia que nos rodea en nombre del crecimiento económico;cuando decidamos actuar, aunque sea a pequeña escala. Como dijo Ghandi: “el mundo es lo suficientemente grande para satisfacer las necesidades de todos,pero siempre será demasiado pequeño para la avaricia de algunos”.

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