Algo que es muy importante comprender antes de opinar acerca del Proceso de Paz y de los diálogos llevados a cabo en la Habana, es que las FARC no se rindieron ante el Estado colombiano. Ambos decidieron entablar una negociación en busca de un final al conflicto armado del país. Ellos no llegaron allí por tener problemas económicos o porque estaban asediados por el ejército nacional; lo hicieron con el objetivo de mejorar los diferentes escenarios sociales de Colombia.
Además, si uno se pone a pensar, así sea un momento, es evidente que no hay el suficiente espacio en las cárceles de Colombia para albergar a los integrantes del grupo armado, que andan diciendo que no van a pagar por sus crímenes y que se van a quedar con el país. Eso es información de gente desinformada y sesgada, porque cada uno de los puntos establecidos entre el gobierno y las FARC están organizados para que no se escape nada. ¿Que pueden haber inconvenientes? Eso no lo niega nadie, pero lo importante es el objetivo final: la PAZ.
Aquí no les voy a contar sobre los puntos del acuerdo, ni haré un análisis profundo de los mismos, pero sí los invito a todos a investigar para tener en claro qué va a traer la etapa de posconflicto. No se quede con dudas y no replique opiniones absurdas y sin argumentos, no deje que otros decidan por usted.
Posiblemente van a llegar cosas muy diferentes a las vistas en el país. Años duros de procesos penales contra los desmovilizados, la luz de la verdad y un sinfín de sucesos que van a dar para tendencia a diario en las redes sociales. Y es necesario preguntar si estamos dispuestos a ello; a entender y a perdonar. Si la respuesta es sí, bienvenido un nuevo futuro para sus hijos, nietos, sobrinos, primos que no tendrán que empuñar un arma para ir a la guerra las próximas décadas. Si no, la respuesta es obvia.
Evidentemente las FARC no son el único problema de Colombia, pero es un gran paso para la reivindicación de un Estado corrupto y enfermo. Porque el perdón también va para él.
