Del reclutamiento forzado de menores y de los abusos de poder
Opinión

Del reclutamiento forzado de menores y de los abusos de poder

La triste verdad de quienes toman las armas -cualesquiera- es la falta de una mejor opción, y una vez insertados en ese mundo de violencia reciben el aliciente de volverse poderosos

Por:
septiembre 30, 2020
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Coinciden en este momento los debates alrededor del reclutamiento forzado de menores y el abuso de poder de miembros de las fuerzas armadas. ¿Existe alguna coincidencia o conexidad entre estos temas?

 

La inmensa mayoría de los miembros de los grupos armados ilegales, la verdadera tropa, no está motivada en razones ideológicas. Puede que estén conscientes de la injusticia que representa la desigualdad; puede que eso además despierte un deseo de rebelión; igual es altamente improbable que detrás del ingreso a la guerrilla se encuentre la comprensión del supuesto modelo que se propone remplace al actual; pero lo que sí es seguro es que el verdadero motivo para prácticamente todos quienes toman las armas es la falta de una mejor opción, oferta o alternativa de parte de nuestra sociedad.

 

Ante la lucha que significa enfrentar las dificultades de la pobreza, miseria, exclusión, desempleo etc. que se sufre y la falta de solidaridad que se siente y existe por parte de quienes podrían y deberían contribuir a aliviar la penosísima situación que viven esa inmensa mayoría de colombianos, es fácil optar por la posibilidad de entrar a una comunidad que hasta cierto punto si lo hace (les garantiza los mínimos vitales y la solidaridad de grupo).

Y eso pasa respecto a todos los grupos armados, guerrillas, paramilitares, fuerzas armadas. Los miembros de las tropas de cualquiera de estas colectividades no están por la defensa de unos ideales que no entienden; eventualmente, en el mejor de los casos, acaban recibiendo un adoctrinamiento que les hace creer que en efecto luchan por ello. Pero la triste verdad es que están ahí por ser el único camino que les ofreció la vida.

Sin embargo, una vez insertados en ese mundo que gira altrededor de la violencia sí reciben un aliciente adicional: se vuelven en alguna forma poderosos. Son autoridad ante quienes se presentan; imponen respeto y son en alguna forma superiores a quienes les tienen que obedecer. Esto aplica para cualquier ser humano, y por eso todos son de la misma extracción; quienes tienen una mejor opción, o simplemente otra alternativa, no están ahí; no es la maldad o la sed de violencia; o la mala naturaleza de los colombianos; o una influencia diabólica la que hace que nuestra principal fuente de empleo y al mismo tiempo la violencia sean las constantes de nuestro acontecer (la corrupción se da a otras capas).

Esa sensación que da el ser quien tiene el poder está aún más presente en un adolescente que ya tiene desarrollado sus ambiciones pero no formado aún en valores. Por eso es probable que gran parte de los menores ingresados a las filas guerrilleras no hayan sido llevados a la fuerza.

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El poder de las armas produce prepotencia y quien no se somete a ellas despierta aún más deseos de imponer la autoridad que les confiere

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Y esto aplica al abuso que muestran las acciones represivas de las autoridades. El poder de las armas produce prepotencia y quien no se somete a ellas despierta aún más deseos de imponer la autoridad que les confiere; el desafiarlas es en sí una incitacion a que se usen en forma abusiva.

Ese es la naturaleza del poder: atrae y corrompe.

Eso sucede con todas las formas y niveles de poder. La tendencia a abusar de él es connatural a su ejercicio y es exacerbado en la medida que sufre oposiciones. Una dictadura es el máximo abuso de poder y la máxima expresión de violencia contra la colectividad. Pero una dictadura no nace por generación espontánea ni de un momento a otro. Se comienza con pequeños abusos que generan cuestionamientos, los cuales incitan a ejercicios cada vez más extremos hasta llegar al abuso del mismo y la necesidad de la imposición mediante el uso de ese potencial que se posee.

Tanto atractivo tiene para el menor entrar a formar parte de un grupo armado, como por parte de quien ya posee un arma tendencia a usarla. Es en la formación, en la educación, en los valores éticos donde se encontrarían los anticuerpos que pueden evitar eso.

Infortunadamente no parece que en nuestra clase dirigente se generen estos, o menos aún que entendieran la necesidad de que estos existan.

 

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