Una grave situación se agudiza en el país al paso de los días, estigmatizar el pueblo sahagunense como cuna de la corrupción se ha convertido hoy por hoy casi en un deporte nacional. Pareciera que dejando a un pueblo como culpable de situaciones de corrupción apaciguaría los grandes problemas que se tienen al interior de las instituciones del Estado. Usted que me lee debe saber que para poder acabar con este cáncer es necesario mirar todas estas situaciones desde una vista muy crítica y comprender que no ha sido cuestión de que un pueblo produzca corruptos sino de una sociedad que por años se cegó de lo que pasaba a su alrededor. Desde los comienzos de Colombia se ha instaurado una cultura de dejar perder lo que no es de uno, de lo que a nadie le interesa pero todo el país lo necesita, es allí cuando entra la privatización y todos se escandalizan porque pareciere que ese bien de todos lo hicieran un negocio prospero y de uno, pero lo que desconocen es que el problema es la misma sociedad.
Es necesario relatar el mismo cuento de siempre para que se aclare que no es problema de solo unos cuantos sino de todos, para dejar de atacar solo a unos y empezar a escribir diferente. Todos nos quejamos de que hay mucha corrupción, de que el culpable es ese o es el otro, pero pocos reconocen su papel protagonista en esta obra. Sabiendo esto, hay que cambiar la cara y empezar de nuevo, respetando todas las opiniones porque se nos olvidó que vivimos acompañados y que no hay profetas, aunque muchos estén a la espera de ese extraordinario colombiano que llegará a cambiar todo. Esa demagogia ya no es tan inteligente hoy en día, entonces empecemos desde nuestras casas y verán que la situación mejora, empecemos a importarnos y a dejar de atacarnos.
