De verdad, ¿somos más los buenos?

De verdad, ¿somos más los buenos?

No engañemos nuestras mentes, para que nuestros corazones puedan habitar lo que tanto anhelan: seres de bondad, verdaderos hijos de Dios y un mundo mejor

Por: Ricardo Arango Siegert
septiembre 17, 2024
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De verdad, ¿somos más los buenos?

Hace unos días, el empresario y exalcalde de Cali, Maurice Armitage,  participó en un foro nacional, y dio una lección inmensa de esas que poco se replican. Nos habló a todos desde allí, y a mi modo de ver,  desnuda una realidad que de una u otra, todos queremos mantener oculta.

En resumen, nos dice que los colombianos 'deberíamos ser los humanos de todo el planeta', debemos cambiar, que debemos mejorar las condiciones de los otros, que los empresarios tenemos que pagar mejores salarios,  y que el gran problema no es de izquierdas o derechas.

 Cuando lo leí, me identifique tanto con aquello y pensé: Tendremos que dejar el amor al mínimo, que en ocasiones se quisiera un poco menos y me refiero a los salarios; algo que forma parte de esos discursos elocuentes de economistas que si de economía supieran, el mundo no estaría como está, y luego recordé las que tan fácilmente le oigo a casi todo el que ve caos, anarquía y conflictos dolorosos, cuando de la nada, en aquel letargo que mantienen, de esos que produce la anestesia de ver no, sino de ignorar tantas veces al viejo abandonado, al niño en los huesos y al pederasta por ahí de vacaciones, anestesia que les trae a la boca sin ninguna pena ni gloria la increíble pero famosa frase: “SOMOS MAS LOS BUENOS”. ¡Claro! Por ello el mundo está como está.  

Para mí la frase es una de las mayores disonancias, que  producen tal fastidio al escucharlas. La anterior, se pronuncia de manera tan frecuente, tan ilusoria y tan orgullosamente… El soñador   ̶  seguro sin mala intención  ̶  que se niega a despertar de una “fantasía” rodeada por un escenario de negros elementos y tormentosas pesadillas, no floreados jardines, el soñador mantiene su excesivo optimismo y pensamiento positivo  ̶  una moda extraña  que te dice quédate tranquilo mientras ves morir de hambre al otro  ̶  optimismo ilusorio que se abriga permanentemente por miedo a enfrentar la cruda realidad.

Es la niña en “País de Las Maravillas”; es una ceguera  total y permanente, o una indiferencia helada, o una ignorancia voluntaria exagerada, cualquiera, o todas las anteriores igualmente venenosas. Si somos más los buenos, como tantos lo repiten, esa que es casi un mantra igual al “dios te bendiga”,  ( que pena pero sí, con minúsculas porque este dios es mera muletilla, no el Dios de Amor que tanto sobra en los labios pera escasea en el corazón), si realmente somos más los buenos, porqué  en pleno S XXI,  a pesar de los sorprendentes avances en tecnología,  el ilimitado acceso a la información, y las increíbles oportunidades para un mundo mejor, porque a pesar de lo anterior, aún vivimos como cavernícolas, siendo testigos de personajes tan absurdos en el poder.

Unos  payasos, otros despistados, y como si fueran poco las anteriores, le suman su poca humanidad convirtiéndose en marionetas del diablo, que sin dolor ni reparos, son capaces de mantener a pueblos en la peor de las miserias, y el miedo a ser asesinados. Carniceros del  diablo sin pudor ni corazón.

Pero que no se engañe quien me lea, que seguro estará pensando que me refiero exclusivamente a Maduro, a Kim Jong-un, o quizás al propio en nuestra nación, que si ellos estuviesen en la lista, no serían los únicos, que como lo dijo Armitage, el problema no es de izquierdas o derechas. El problema dijo, el problema somos todos, incluyéndose en la lista de manera valiente y veraz.  Son las derechas fracasadas por doquier las culpables de que vivamos nefastas izquierdas en el mundo.

Los gobernantes todos, falsarios promeseros, llegan a la cima, gracias a la tracalada de ambiciones, las de todos nosotros, que luego de vestirnos de santos, nos cambiamos de ropajes poniéndonos la toga, cuando la verdad es que casi sin excepción podríamos chulear todas y cada una de las faltas capitales, esas que mantenemos a la inmensa sombra, aquella que el valiente Jung sí pudo descubrir en el mismo, al apartarse de la hipócrita negación que todos arropamos. No serán pocos los que me lean, quienes abandonen la lectura, y de quienes queden quizás otro tanto me tilden de pendejo. Y es por eso que la humanidad no evoluciona moral ni espiritualmente.

La banalidad del mal expuesta por Arendt, cuando se le hizo el juicio a Adolf Eichmann en Jerusalén, en mi concepto, no es un mal de aquellos pocos asesinos, bestias inmisericordes; al contrario es de todos; unos halaron del gatillo, y los demás nos quedamos en silencio. Esos mismos Idiotas Morales, a los que hizo referencia Bilbeny a propósito de lo mismo, tampoco creo yo que esté exclusivamente  en el haber de esos perversos personajes. Una vez más, somos todos.  

Solo cuando dejemos la negación, la proyección de la culpa, la justificación y los ataques, podremos comenzar a cambiar el mundo.  Algunos creemos que existe un inmenso poder a la sombra. Lo que no creo es que ese mismo pueda ser derrotado cerrando los ojos por puro egoísmo, por pura indiferencia, por pura estolidez. No podrá ser derrotado tampoco dividiendo. La tarea, lo digo con humildad, es construyendo; ojo,  no en los discursos sino en los actos como lo decía el ex alcalde de Cali.

Es siendo generosos involucrando a más y más, pero sobre todo dejando la ceguera, la inocencia de creernos buenos cuando la verdad es que somos más los menos malos; derrotaremos a los enemigos siendo veraces, poco soñadores,  nada indiferentes y sobre todo, nunca, nunca, ignorantes voluntarios. Para terminar, tengamos bien claro que la maldad nace cuando la bondad no florece. No engañemos nuestras mentes, para que nuestros corazones y nuestras almas puedan habitar lo que tanto anhelan: seres de bondad, verdaderos hijos de Dios y un mundo mejor.

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