De un espacio verde a un desierto de adoquín: la transformación del parque principal de Zipaquirá

De un espacio verde a un desierto de adoquín: la transformación del parque principal de Zipaquirá

"Lo que existe hoy es un territorio inerte. Un intento mal hecho de plaza de armas, donde lo único que resiste al paso del tiempo son las palmeras"

Por: Cristian Camilo Sánchez Rodríguez
mayo 28, 2019
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De un espacio verde a un desierto de adoquín: la transformación del parque principal de Zipaquirá
Foto: Paco Godoy - CC BY-SA 3.0

A punto de cumplir 32 años tengo presente cuando era niño y mi padre Edgar Optimio Sánchez me llevaba el parque principal de Zipaquirá. Nada que ver con lo que hay en la actualidad. Recuerdo que siempre iba llevado de su mano mirando con admiración las plantas y los arbolitos que habían sembrados. En ese entonces me gustaba que me compraran obleas, pero por encima de todo me hacía feliz poder saborear un cono de esos que no eran de ninguna marca, ni venía en empaques vistosos. Tan solo era una bolita de helado que servían en una copa de galleta. Una felicidad que sin mayores complicaciones podía encontrarse saboreando el cono, al que a veces mi padre pedía que le añadieran un sabor extra.

También tengo grabado en el corazón los globos que vendían los domingos al salir de misa. Para mí era impresionante ver ese ramillete de colores que ostentaban esos seres flotantes con sus colitas hechas de pitas. Si tenía suerte me compraban uno que lastimosamente no duraba mucho porque se estallaba pronto. Mi padre lo pagaba y luego me lo amarraba en la muñeca y yo era feliz con ese animalito flotando. Por aquellas épocas de mi niñez también era normal que nos tomaran fotografía en unos caballitos artificiales. Revisando el álbum de fotos familiares me encuentro con una en la que estoy sobre un caballo y con un sombrero mexicano puesto.

Tan solo son chispazos que alumbran el álbum de mi memoria y muestran que a pesar del paso del tiempo hay huellas para recordar lo que se ha vivido y lo que fue Zipaquirá. De ese bonito parque supongo que muchos zipaquireños alcanzamos a preservar alguna huella en un rincón de la mente.

Lamentablemente lo que existe hoy es un territorio inerte. Un intento mal hecho de plaza de armas, donde lo único que resiste al paso del tiempo son las palmeras que al verlas refuerzan mi memoria de aquel lugar donde jugaba a las cogidas con mis primitos y mi hermanita Eliana.

Lástima que los votantes zipaquireños en su momento eligieron a un alcalde con delirios de transformador. Un loquito que militó con el M-19 y ahora es senador del Centro Democrático, y que convirtió lo que era un espacio verde y feliz en un desierto de adoquín.

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