De las abuelitas a las mamacitas: crónica de las tinteras

De las abuelitas a las mamacitas: crónica de las tinteras

Muchas mujeres mayores se dedicaban a la venta de tinto hasta que llegaron mujeres más jóvenes a desplazarlas en su labor

Por: Jorge David Cubillos Imbrechts
julio 30, 2021
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De las abuelitas a las mamacitas: crónica de las tinteras
Foto: PxHere

Colombia es un país cafetero por naturaleza. Producimos unos de los mejores cafés del mundo. De hecho, este es una característica que nos representa y llena de orgullo a todos. Su población en general es consumidora habitual de este producto en casi todas las regiones del territorio nacional. A esa taza de café caliente —en su estado puro— se le denomina “tinto”, y luego se obtienen unos derivados al agregarle otros ingredientes como el café con leche y el perico (café con un porcentaje de leche menor al café con leche normal).

En cada hogar de Colombia es tradición que se prepare café para deleitar a los miembros de la familia e invitados. Sin embargo, también se puede adquirir en cada calle, plaza, negocio y centro comercial este delicioso y apetecido producto; mas allá de los negocios de café especiales en cada punto de la ciudad, de las tiendas Starbucks o Juan Valdez.

Ahora bien, era tradición en los pueblos y las ciudades que la labor de preparación y comercialización del “tinto” estuviera a cargo de una adulta o adulto mayor. Por ejemplo, Doña Mencha, como cariñosamente la llaman sus familiares y conocidos, es una adulta mayor de aproximadamente 61 años que lleva en el negocio de venta de tinto en la calle por 30 años. Ella lleva su producto a cada plaza y muchedumbre en el municipio de Ocaña, Norte de Santander.

Me manifiesta que se levanta a las 3:00 a.m. a preparar una olla de su producto, el cual le alcanza para atiborrar diez termos; que le sirven para mantener caliente su tinto, que para muchos es un compañero fiel en cada mañana durante su jornada laboral. La inversión de Doña Mencha gira alrededor de 12.000 pesos, que equivalen al gasto de los ingredientes que utiliza para la preparación del tinto, que al final de su salida se convierten en 40.000 pesos (la ganancia por su esfuerzo diario). Con este recurso logra sobrevivir en el día a día y con el alto costo de vida en Colombia.

Además, dice que desde hace diez años sus finanzas han entrado en déficit debido múltiples factores, entre ellos, la poca venta de su producto (ocasionada por la pérdida de clientes en los distintos lugares donde normalmente tenía su ruta de venta de su preciado tinto). Así mismo, argumenta que es debido al éxodo de compatriotas venezolanos por la compleja situación en la que se vive en el país vecino.

Las mujeres del vecino país, aprovechando su atractivo físico y juventud, han acaparado sus rutas y sitios de venta, según idica nuestra invitada. "Las venecas, me dañaron el plante" dice despectivamente Doña Mencha al dirigirse a las mujeres venezolanas, que en la actualidad son las que monopolizaron la venta de este producto, con su llamativo aspecto físico y sensual.

Antagónicamente encontramos a Xiomara, ciudadana venezolana de 23 años e ingeniera ambiental de la Universidad de Caracas. Ella vive con una tía de 46 años, con la que llevan aproximadamente dos años en Ocaña, Norte de Santander, intentando surgir en medio de tanta necesidad y preocupación por familiares que aún no salen de Venezuela.

Xiomara es una chica alegre, atractiva y con una energía contagiosa. Todos los días se levanta a las 4:00 a.m. Se prepara, se viste de la forma más sensual posible y se maquilla como para una audición de algún reality. Luego, toma un coche donde lleva 12 termos de café: en unos tinto y en otros perico. Realiza su recorrido habitual por las zonas donde siempre percibe una multitud.

Dice que nunca tiene problemas con sus colegas de oficio colombianas, ni mucho menos venezolanas. Intenta transitar por lugares donde no vea ninguna vendedora para no causar inconvenientes a nadie. Es dicharachera, coqueta y extrovertida, y dice que esto es la clave del éxito en sus ventas.

Hace una pausa a las 11:00 a.m, llega a su casa a preparar almuerzo y luego vuelve a las 3:00 p.m. a seguir con su jornada hasta tarde de la noche (tipo 8:00 o 9:00 p.m.), cuando llega a descansar de su larga jornada de caminata con un producido de aproximadamente 80.000 pesos, con los que logra su subsistencia y la de su familia.

Es un panorama como el de muchas otras actividades en nuestro país, donde esta población le ha dado colorido a las actividades más simple de la vida rotulando su sello característico.

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