De la pandemia y los problemas estructurales en el sistema de educación pública

De la pandemia y los problemas estructurales en el sistema de educación pública

"Muchos hablan de los retos pos-COVID-19 como si fuera este diminuto organismo el que hubiese generado los líos que en este sector se están presentando"

Por: JUAN ELADIO DE LA HOZ BLANCO
diciembre 02, 2020
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De la pandemia y los problemas estructurales en el sistema de educación pública

El inicio y todo el año 2020 pasará a la historia de la humanidad por ser el momento histórico en el cual ese orgulloso ser humano, que cree dominar y controlar a la naturaleza, fue enclaustrado por un microorganismo sin ínfulas de grandeza, imperceptible al ojo humano y tan humilde que se aposentó en todos los estratos sociales sin distingo alguno, penetrando con rapidez y velocidad a hombres y mujeres, sin discriminar ideología, condición sexual o religiosa. Simplemente y sin preguntar por el hospedaje, hizo su presencia, generando incertidumbre, dolor y muerte a ese ser que se cree todopoderoso, engreído y rey supremo de la naturaleza.

Esa diminuta criatura llamada coronavirus, sin un camino y ajuar específico, no solo se propagó por todo el mundo, como cuando sopla el viento y levanta el polvorín en cualquier calle destapada de la arenosa ciudad de Barranquilla en época decembrina, sino que de igual forma, como cualquier orden dictatorial nos mandó a guardar a la casa por un largo tiempo, pero de la misma manera, nos puso tapabocas y aislamiento social, como queriendo evitar el cuchicheo que generaba y genera su molesta presencia.

Esta insignificante en apariencia, pero ruda criatura, nos ha mandado una pandemia que no había advertido y vivido nuestra humanidad desde hace mucho tiempo, nos cogió desprevenidos y a mansalva; tanto que muchos en su escepticismo, han negado su existencia, pero esta criatura, sin mediar palabras en un acto de irreverencia a esos representantes prepotentes de la especie humana los ha golpeado, quizás no con la fuerza que hizo con otros, pero mostrándoles en sus propios rostros sus arrogancias, como exigiendo respeto a su presencia, respeto que estos prepotentes gobernantes de la derecha internacional y nacional no han guardado frente a la preservación del medio ambiente, los derechos humanos, el derecho a una vida digna de los menos favorecidos.

El coronavirus y su pandemia hicieron evidente, para el caso de nuestro país, problemas estructurales de orden social producto del modelo de desarrollo económico que por más de 20 años se ha implementado. Uno de esos problemas es en el campo de la educación.

Muchos en un discurso alegre, ingenuo y hasta embaucador hablan de los retos de la educación pos-COVID-19, como si fuera este diminuto organismo el que hubiese generado los problemas que en este sector se están presentando. Este amigo de la incertidumbre lo que hizo fue develar los grandes y graves problemas que en materia de educación existían en nuestra sociedad antes de que el COVID-19 hiciera su presencia y que nuestros gobernantes al estilo de ¿Dónde están los ladrones?, la canción de Shakira. Perdón por el lapsus línguae, quería hacer alusión a otra canción de esa exponente de nuestra música, se hacen los sordos, ciegos y mudos.

Estos discursos que hablan alegres de la digitalización y virtualización de la educación pos-COVID-19 desconocen, olvidan o simplemente en su entusiasta y cándido discurso, se quedan en la superficialidad de la realidad que nos ha mostrado este momento histórico, en donde se ha hecho evidente la ausencia de una auténtica democratización de la tecnología tanto en materia de instrumentos como de conectividad, lo advertíamos hace más de veinte años cuando en la monografía para optar el segundo pregrado, trayendo a colación a Trejos (1996) se afirmaba:

Hay un discurso tan entusiasta con las oportunidades de las cibercomunicación, que llega a ser complaciente, sin advertir o soslayando la falta de condiciones suficientes para que esta sea una realidad en todas las naciones y no de unos cuantos, o de las élites en cada una de ellas. Para promover, proteger y preservar la democracia y la libertad debemos considerar el avance tecnológico como parte integral del desarrollo integral de las naciones… Las nuevas tecnologías no deberían ser usadas para conquistar el mundo, sino para beneficios de sus habitantes. La nueva sociedad de la información debería ser concebida en términos de la que se pudiera denominar como ecología cultural, supeditando las exigencias de una nación en particular o de un área de especialización. Así como los seres humanos se consideran a sí mismos como parte de un ambiente global en términos biológicos, también debe considerarse como parte de un ambiente global en términos de cultura y de información (Citado por De la Hoz, 2002. La globalización y el estado social de derecho una reflexión desde la teoría crítica. Monografía no publicada. Universidad del Atlántico, Facultad de Ciencias Jurídicas. Barranquilla, Colombia.)

Lo cierto es que un gran número de estudiantes, tanto de la básica, media y universidad, no tienen acceso a la conectividad, haciéndose esta más precaria en el sector rural, los simples diagnósticos realizados por los maestros así lo demuestran, tengo el caso de estudiantes que deben ir al parque o a la plaza del pueblo para poderse conectar a las clases, para no citar otras anécdotas que parecen increíbles, pero que hacen parte de la historia de un país que pertenece a la Ocde.

Lo mismo acontece con los instrumentos, a duras penas los estudiantes de los estratos 1, 2 y 3 tienen acceso a medios tecnológicos de mediana gama y otros ni siquiera tienen, ha sido para los maestros un gran reto incorporar y mantener en el sistema educativo a nuestros niños, adolescentes y jóvenes, llevándoles guías personalizadas a sus casas, atendiéndolos en horas en que sus padres les pueden facilitar el instrumento o cuando la prima o el vecino se lo faciliten. Quizás quienes se olvidan o consideran innecesaria esta realidad, hacen sus análisis desde la comodidad de sus balcones, donde el rostro de la pobreza se ve bonito, aunque esté maltratado y resquebrajado.

Este gran sector de la población que no tiene acceso a la conectividad y a los instrumentos para acceder a ella, se encuentra excluido de una sociedad del conocimiento y de la cuarta revolución tecnológica, por tanto, el primer gran reto para abordar una educación mediada por la tecnología pasa por una auténtica democratización de esta y de los instrumentos para acceder a ella. Facilitar el chip, tablet o cualquier otro instrumento no dejan de ser simples respuestas coyunturales que no resuelven el problema de fondo, paños de agua tibia frente a un sistema que tecnológicamente es excluyente.

Otro factor que estos discursos obvian y que hoy las corrientes pedagógicas contemporáneas plantean es el de los ambientes enriquecidos, apropiados para los procesos de educabilidad y enseñabilidad con sentido y significado, donde el estudiante tenga la posibilidad de concentrarse, se sienta motivado, estimulado, sin preocupaciones, donde el docente pueda realizar procesos personalizados. ¿Será que nuestros estudiantes de los estratos 1, 2 y 3 cuentan con estos ambientes? ¿Tendrán los espacios adecuados para realizar sus procesos de conectividad?

La realidad nos muestra que sus casas son lugares de hacinamiento que no son propicios para estos procesos y si le agregamos el número de estudiantes por profesor para mantener el índice de cobertura en función de la eficiencia y eficacia económica la situación se vuelve más dramática, tanto para los maestros como para los estudiantes. Estos no son retos que nos ha impuesto el COVID-19, son problemas estructurales de nuestro sistema educativo y sociedad, que han sido postergados durante muchos años y que la pandemia los hizo visibles, pero que muchos no quieren ver, por tanto, un gran reto para una educación mediada por la tecnología, es lograr que nuestros (as) estudiantes a la vez de tener acceso a ella, también accedan a ambientes enriquecidos, que les permitan procesos de educabilidad  y enseñabilidad con sentido y significado.

Simplemente enuncio los anteriores para no profundizar en el reto de implementar los tres niveles de preescolar en las escuelas públicas que desde 1994 por medio de la ley 115 o ley general de educación el legislador señaló en su artículo 18 como obligatorio para la ampliación de la atención en este nivel en las escuelas públicas. Lo mismo en relación con la jornada única, señalada en el artículo 85 de la misma ley, y que los gobernantes de turno han sido incapaces de materializar, colocando a nuestros (as) niños (as) menos favorecidos en estado de desigualdad frente aquellos que sí tienen acceso a estos niveles de educación y a un mayor tiempo enriquecido curricularmente en las escuelas.

Si bien los maestros tenemos retos de orden didáctico y de fundamentación pedagógica para el desarrollo de una educación mediada por las tecnologías, quienes hoy señalan fórmulas para asumir estos retos no pueden olvidar que la educación es una práctica social situada, donde al sujeto educable tiene un desarrollo biológico, neuronal, emocional, mental e insertado a una realidad cultural, económica, social y política que influye en sus procesos de formación. Establecer estrategias pedagógicas y didácticas obviando estas realidades, es asumir la Pedagogía y Didáctica desde un punto de vista instrumental, que la aleja de su perspectiva humana, netamente humana.

Frente al carácter instrumental que estos discursos le otorgan a la pedagogía y didáctica, los maestros debemos apropiarnos de una pedagogía y una didáctica que cure, repare y transforme las privaciones biológicas, emocionales, culturales, sociales, económicas e intelectuales, a las que están sometidos nuestros (as) estudiantes más débiles, excluidos y subyugados, empoderándolos del saber para que se autotransformen y ayuden a cambiar la sociedad. Se necesita de un empoderamiento del sujeto educable, para ello es necesario un maestro empoderado y emancipado, capaz de hacer uso de su autonomía y mayoría de edad en términos kantianos o que haga uso de su propia cabeza, como diría Edgar Morín.

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