La última oportunidad de Humberto de la Calle de ser presidente

La última oportunidad de Humberto de la Calle de ser presidente

A pesar de que en los 90 el Partido Liberal fue tomado mayoritariamente por los muchachos neoliberales de Gaviria, el ideario liberal es progresista

Por: Jorge Pulencio [1]
noviembre 18, 2017
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La última oportunidad de Humberto de la Calle de ser presidente
Fotos: hsbnoticias.com y semana.com

Este domingo se define, entre De La Calle y Cristo, quién va como candidato presidencial del Partido Liberal. Es sabido que liberalismo ha perdido el afecto de muchos colombianos porque en los noventa fue tomado mayoritariamente por los muchachos neoliberales de Gaviria para acabar con el proyecto de industrialización, y por los señores de la tierra, como Uribe, en el nuevo siglo, para hacer la guerra y despojar a los campesinos pobres con el desplazamiento forzado. Pero en el ideario liberal del viejo Partido Liberal permanece el acumulado histórico progresista que contribuyó a construir esta nación y al cual se adscriben aún muchos sectores sociales dignos de respeto. Con todo, la crisis del liberalismo y de su socio, el Partido Conservador, no se ha resuelto con la aparición de partidos retadores alternativos fuertes, sino con la proliferación de agrupamientos políticos clientelares, sin solidez ideológica, de utilidad práctica para las empresas políticas familiares que se han tomado el Estado colombiano en el cambio de siglo.

Esta cruda realidad se expresa en la actual campaña electoral en la que más de 20 precandidatos presidenciales compiten en un mercado de quimeras que confunde y dispersan a los ciudadanos, aumenta el desprestigio de la clase política y de seguro la despolitización y apatía ciudadana. Así pues, el espacio político está maduro para los populismos y fundamentalismos de extrema derecha o de izquierda y de grupos religiosos intolerantes. En todo caso, los temas esenciales que definirán la contienda electoral serán, en lo fundamental, dos: el apoyo o el rechazo al acuerdo de paz pactado, y la credibilidad que despierten los candidatos en la lucha contra la corrupción. Lamentablemente se opacará el debate sobre el modelo de desarrollo y las políticas de equidad.

El mayor riesgo que existe es que en el debate político se imponga el modelo de posverdad (mentira) y miedo (castrochavismo), y que terminen pasando a la segunda vuelta presidencial los dos enemigos de cumplir los Acuerdos de Paz del Teatro Colón: "el que diga Uribe" y Vargas Lleras. La dispersa franja de los defensores de la paz pactada, si no encuentran un líder confiable y que brinde consenso, pueden terminar suicidándose en la primera vuelta electoral. Para no alargar la exposición, vomos al grano: el exministro Cristo cumplió un buen papel en la gestión parlamentaria del Acuerdo de Paz y tiene, a futuro, opción de demostrar talante político nacional. Solo el ex vicepresidente y negociador del Acuerdo de Paz, De La Calle, tiene, a mi entender, la posibilidad de liderar el amplio espectro de quienes en Colombia queremos la paz pactada y odiamos a la corrupción. No es el candidato perfecto, claro. Aún no despierta el entusiasmo popular. Aparece más como intelectual e ideólogo gris de temas de Estado que como líder de barrio y de vereda. Y en su equipo económico aparecen el ex ministro Hommes, ahora arrepentido por no haber hecho política industrial activa, y Gaviria sin arrepentimientos conocidos. Pero a todas luces De La Calle es lo que queda de decencia en la política colombiana. Cumpliría a cabalidad los acuerdos de paz y eso es ya una revolución social en Colombia. No hace política con la mentira, el clientelismo y el terror. Por esa soberana razón, digna de todo esfuerzo y comprensión, espero que quienes creemos con realismo que esta paz hay que salvarla, salgamos mañana a apoyar a De La Calle. Ya habrá tiempo para promover la consolidación de las fuerzas que procuran el cambio del modelo de desarrollo y la equidad, de seguro en una coalición más allá del liberalismo.

El riesgo es que por no votar mañana nos pase como con el plebiscito del año pasado: una minoría nacional ganó con el NO y elaboró una estrategia exitosa para mantener el estatus quo, incumplir los acuerdos, frustrar la reforma agraria y mantener la impunidad de los victimarios. El purismo ideológico no es buen consejero en esta larga brega por la paz.

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