De Colombia a Chile: 6.282 km de desigualdad en el mismo hemisferio, con abusos y demandas sociales

De Colombia a Chile: 6.282 km de desigualdad en el mismo hemisferio, con abusos y demandas sociales

"Es en la calle, con argumentos, acciones y unión, que las injusticias se transforman y se materializan para darle sentido a la lucha"

Por: María Alejandra Villamizar Sarmiento
noviembre 05, 2019
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De Colombia a Chile: 6.282 km de desigualdad en el mismo hemisferio, con abusos y demandas sociales
Foto: SrArancibbia - CC BY-SA 4.0

El anuncio del presidente Sebastián Piñera fue claro, dos de las cumbres mundiales más importantes (el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico y la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático), previstas para noviembre y diciembre de 2019, no tendrán ya lugar en la capital chilena. La razón, el panorama desértico que se vive en este país.

Hasta hace unos días se mantuvo en pie la imagen de que Chile fuese hasta entonces el país más desarrollado, estable y competitivo de Latinoamérica. Este año, Chile pasó a ocupar el puesto 42 dentro de las 63 economías del ranking mundial de competitividad del Institute for Management Development (IMD) de Suiza. Si bien, aunque este escalafón no es la verdad absoluta, para los expertos esta fue una luz de alerta dada en parte por el desempeño económico y gubernamental del país y la percepción de sus habitantes, respecto a los índices de calidad de vida y no menos importante, de productividad laboral; sumada a lista de causales que hoy tienen a este país sumido en una gran crisis social.

Hace algunos días transitar por las calles de Santiago y la Región Metropolitana era, en apariencia, algo bastante normal. A simple vista un “oasis”. Alguien que llegase de otro país no hubiese percibido el tsunami que se avecinaba. Y es que hay cosas que no se pueden vislumbrar fácilmente, y mucho menos si se es turista o foráneo, porque como dicen por ahí, las goteras de la casa ajena sola las conocen los viven en ella. Aunque ya con todo el panorama más claro de lo que está aconteciendo, se desmitifica la idea de país casi perfecto. Un trino me hizo caer en la cuenta de eso “emigrar dentro de Latinoamérica es como cambiarse de camarote en el titanic”, algo de humor y fatalismo.

La buena estima y opiniones sobre la gama de oportunidades de este país, y las casualidades de la vida no contempladas, me llevaron a recorrer las históricas, limpias y culturales calles de Santiago de Chile. No tuve mucho tiempo de decidir si venir o quedarme en mi país, plagado de inequidad y de una vasta corrupción.

Sin más emprendí el camino y, tres meses después sin imaginarlo, empiezo a ser testigo como muchos coterráneos, del estallido social por parte de las minorías, que en sí son mayoría; cansados y fatigados de abusos, manipulación, y una gran brecha social sin solución frente a las necesidades básicas de los seres humanos que permiten vivir con dignidad. Esto es lo que exige el pueblo chileno, equidad, inclusión y oportunidades. Gobiernos sedientos de poder han hecho de sus modelos económicos, democráticos y representativos un derroche en beneficio propio y de las elites, que pisa el declive, y en donde la única forma de equilibrarlo es tocando los recursos destinados al fortalecimiento de la vida y desarrollo de sus habitantes.

Fue tarde para Piñera cuando quiso retractarse de una decisión que —bien sabía el gobierno las consecuencias— despertó la furia de los chilenos irremediablemente. Y en respuesta, como a quien las cosas ya se le salieron de control, el primer mandatario dijo: "es verdad que los problemas se acumulaban desde hace muchas décadas y que los distintos gobiernos no fueron ni fuimos capaces de reconocer esta situación en toda su magnitud". Acto seguido, procedió a retractarse del alza de los 30 pesos al pasaje en metro, (la tercera alza que se da en el gobierno Piñera) que fue, de boca de muchos la punta del iceberg, la cereza del pastel o la gota que rebosó la copa; porque no son los 30 pesos del pasaje, son en realidad, 30 años de abuso frente a las demandas básicas sociales. Una olla a presión, en la que todo el descontento se fue cocinando lentamente hasta dar el pitido final, pero extenso, que ensordeció a toda la población arremetiendo con todo a su paso.

Y si en palabras del presidente se habla de problemas que se han venido gestando ¿por qué esperar un estallido social para considerar actuar a favor de una rebelión justificada, que lleva años pidiendo acciones concretas y de cambio? Como las reformas en el sistema pensional; educación asequible y de calidad; salud digna para todos; tarifas racionales en los servicios públicos y por supuesto de sueldos justos en relación al alto costo de vida de este país.

Es Chile después de Colombia, la segunda nación que conozco, y justo piso esta tierra en un momento histórico que me confronta frente a lo que nunca había visto y vivido. Y no hablo de la desigualdad y el sesgo político y social que hay acá, porque eso también abunda en altísimas proporciones en Colombia. Hablo de la unión que es capaz de movilizar de manera conjunta y pacífica a 1,2 millones de personas en un mismo lugar: ondeando banderas, sonando ollas y calderos, cantando al unísono y gritando consignas de lucha, protesta, igualdad y paz.

Durante los seis días del Estado de Emergencia, a la hora de inicio del toque de queda y por alrededor de sesenta minutos, los chilenos desde las puertas de sus casas y balcones propagaban su descontento en cada rincón con el cacerolazo. El baile de los que sobran de Los Prisioneros y El derecho de vivir en paz de Víctor Jara quedarán marcados en mi recuerdo como el himno de este suceso, que ha dejado sentenciado un antes y un después, aunque no se vislumbre aun la posteridad. El deseo de cambio permanece latente, pero el vandalismo ha sido oportunista destrozando todo lo valioso. En 12 días de manifestaciones han atentado contra la vida e integridad de las personas, y con esto la destrucción de estaciones de metro, saqueo de supermercados, incendios a hoteles, iglesias y establecimientos públicos. Hechos terroristas donde la represión de las fuerzas militares ha hecho que aumente la furia de sindicatos y estudiantes, como abanderados de este episodio.

Distintas causas han venido haciendo eco en el mundo y propagándose simultáneamente en varios países cercanos por las decisiones económicas, políticas y sociales de los gobiernos de turno. En Ecuador, la eliminación del subsidio a los combustibles; en Bolivia, los fraudes electorales y la cuarta reelección de Evo Morales y en Venezuela como bien sabemos, un mandatario inconsecuente en su discurso, pensamiento y acciones que ha conducido a la miseria a todo un país.

Acá no importa el día, que sea festivo o no no les acojona, y menos si hay lluvia o sol. Las excusas se reciclan por la sed de justicia. Los chilenos saben que las reformas no se logran desde la casa, o mirando cómo pasa la vida en el televisor. Es en la calle, con argumentos, acciones y unión que las injusticias se transforman y materializan para darle sentido a su lucha, y así derrotar a gobiernos mezquinos que no hacen más que disfrazar las necesidades del pueblo.

Desde acá saludos a mi país, que todavía no logra ponerse de acuerdo si la marcha se hace un lunes festivo o mejor se aplaza para la otra semana, porque cuidado con incomodar a alguien, es que hacer ruido en la calle es muy fastidioso. Es mejor ver desde casita, tranquilos (y con un delivery en la mano), como asesinan a nuestros líderes sociales e indígenas, como militares través de WhatsApp planean asesinatos, como el gobierno nos impone leyes absurdas para aumentar el costo de vida, como los corruptos siguen saqueando el presupuesto de las ciudades y robándose los impuestos, como el gobierno autoriza la caza de tiburones para comercializar sus aletas y como un presidente se le llena la boca condenando hechos en lugar de tomar medidas.

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