Así de mal nos está tratando Avianca

Así de mal nos está tratando Avianca

Testimonio de un damnificado

Por: Ivan Gallo
septiembre 12, 2013
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Así de mal nos está tratando Avianca

La publicidad lo hace creer a uno cosas que no son. Por eso uno llega a creer que no existen mas gaseosas que Coca-Cola, más cremas dentales que Colgate y más aerolíneas de viaje que Avianca. Uno dizque compra los tiquetes allí para llegar sin retrasos en el destino elegido, pero que va, ellos ya no te garantizan nada.

Rumbo al aeropuerto de Barranca me enteré que entraban mañana viernes a paro. Llegué y efectivamente una funcionaria, enroscada como una culebra, me dijo que tenía que esperar ya que mi vuelo salía a las doce del día “Por mal tiempo en Bogotá” miré el reloj y faltaba hora y media. Tenía un libro y mi conexión a Cartagena salía a las tres y cuarto de la tarde; no había porque preocuparse.

Pero al cuarto de hora me empecé a dar cuenta de que el aeropuerto de Barranca no es el mejor lugar para ejercer la paciencia. Fui hasta la venta y vi el sol pegando duro contra él pavimento y un raro espejismo que se hacía en el centro de la pista en una mañana típica en el Magdalena medio. Constaté el reloj y vi que eran las once. Los pasajeros de otra aerolínea nacional, esta sin tanta publicidad y conocida por su inexplicable mala reputación, le ordenaba a sus pasajeros con rumbo a la capital del país que abordaran el humilde avioncito. Extrañado al ver que el terminal aéreo estaba abierto para ellos y para nosotros no, bajé las escaleras y volví a preguntarle a la funcionaria de eterno ceño fruncido a qué horas despegábamos. Esta vez no se enroscó sino que ya destiló el veneno que guardaba en sus dientes, me respondió que no fuera tan cansón que ya me había dicho que el vuelo salía a las 12 y 30.

Ahí si la poca tranquilidad que tenía comenzó a resquebrajarme. Sin importar que sus colmillos atravesaran mi piel le expliqué mi situación. Ella, un poco más calmada al notar mi desesperación, intentó tranquilizarme diciendo que harían una carta donde le explicarían a la otra aerolínea los inconvenientes “De orden climático” que había tenido el vuelo. “No se preocupe joven que así no le van a cobrar un solo peso de multa” Como si solo fuera ese el problema, ¿Quién me iba a recuperar la tarde perdida en Cartagena? El tiempo es un caballero aún más poderoso que Don Dinero.

Me senté a verme los zapatos y a contar los minutos. El avión al parecer estaba a punto de despegar desde Bogotá. 45 minutos duraría el vuelo así que sin ningún problema haría la conexión. Los otros pasajeros comenzaban a quejarse, “Es imposible hacer citas de una ciudad a otra” dijo una señora ya desesperada quien compulsivamente miraba cada treinta segundos su reloj de pulsera. Una pequeña romería de personas empezaba a pedirle a la funcionaria-serpiente por un café, algo para hacerles compensar la espera. Ella, acostumbrada a evadir a los quejosos les dijo que no era culpa de Avianca “El Dorado y el puente aéreo están cerrados por lluvia. ¿Cómo se ve que usted no lee las noticias”.

Con esa mentira nos tuvieron hasta la 1 y 30, cuando yo ya había perdido la esperanza de establecer mi conexión con Cartagena y el avión por fin aterrizaba en Barranca. Le volví a decir a la funcionaria que qué pasaba con mi carta pero ella alegó que la impresora seguía teniendo un problema y que en este momento era “Imposible imprimir su excusa”. Sonreí irónico pero un muchacho, con la cara amable que tenían los vendedores de enciclopedias, me aseguró que el vuelo de mi aerolínea también estaba demorado “Por el problema ese de la lluvia, así que no tiene nada de que preocuparse”. Volví a recuperar un poco la esperanza. Hice la fila para abordar, volví a pedir mi carta y me dijeron que me la darían “Una vez embarque señor”. Confiado, como un judío entrando a un reparador baño en un campo de concentración, entré al avión. La carta por supuesto nunca llegó.

Una de las azafatas volvió a tranquilizarme, me dijo que efectivamente mi vuelo a Cartagena saldría a eso de las seis de la tarde.

Después de varias convulsiones en las nubes el avión aterrizó a las 2 y 45. Salí corriendo para el Dorado, llegué a mi aerolínea y ¡oh sorpresa! Ellos estaban a tiempo. El avión despegaría en cinco minutos. Después de un esfuerzo enorme y ya casi que con lágrimas en los ojos la aerolínea internacional decidió ocuparse de mi y embarcarme en el vuelo de las nueve de la noche. Había perdido un día de trabajo en Cartagena.

Todo el mundo tiene derecho a protestar pero los pilotos de Avianca no deben irrespetar de esa forma a sus pasajeros. Lo de hoy fue un abuso, un saboteo donde los únicos que salimos perdiendo fuimos nosotros, sus clientes. Los pilotos de Avianca viven mucho mejor que la gran mayoría de colombianos y sus luchas de verdad no me interesan. El plan tortuga es una vergüenza. Ellos deben entender que ya ha pasado el monopolio que tenían en los cielos de Colombia y que ahora tenemos varias aerolíneas, con menos publicidad y presupuesto pero con mayor respeto con los pasajeros, que somos al fin y al cabo, los que mantenemos esas empresas.

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