Cuando la vida está en otra parte
Opinión

Cuando la vida está en otra parte

De la creativa y bella inauguración de los Centroamericanos en Barranquilla a la soledad indefinida de Hopper, uno de los más grandes figurativos del siglo pasado

Por:
julio 21, 2018
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Por casualidad del destino encontré en la televisión y por Señal Colombia la inauguración de los Juegos Centroamericanos y del Caribe que se llevó a cabo en Barranquilla el jueves 19. Todo comenzó con la llegada al Estadio Olímpico Roberto Meléndez de la llama Olímpica conducida por: Rentería, Bacca y Pajón. Una función inteligente y agradable de deportes donde la tecnología hizo plasmar ideas imposibles, de tiempos, climas y ritmos. Con los cantos y bailes en el presente con pasado se fue contando la historia de la ciudad.

Una atrayente coreografía de luces y un vestuario diseñado por Silvia Tcherassi contaron la historia universal de lo bello local.  El mar llegó al estadio con una ballena que se sumergía, al puerto llegó el río Magdalena donde entraron los buques con mercancía e inmigrantes, razas y culturas que después con los criollos fueron empresarios e industriales.

Me impresionó la autonomía de la fiesta y la alegría, el cortejo del Carnaval. Llegó también La Piragua y otras embarcaciones, la ingeniera, la bella realidad del Caribe con su resplandor de colores y, por último, Shakira con su tremendo show y tres canciones. Felicitaciones alcalde, fue una maravillosa experiencia y Barranquilla dio lo mejor.

Y pensando en la creación del Ministerio de la Soledad en Inglaterra veo imágenes. Edward Hopper nació el 22 de Julio en Upper Nyac en el Estado de Nueva York en 1882 y murió cerca a su casa mayo de 1967. Fue un artista único, de renombre en la escena norteamericana en el siglo XX. Un figurativo realista.

 

 

Pintó siempre la soledad de unos mundos que correspondían generalmente a escenas propias de su mundo. La ciudad donde la soledad de la clase media es una de las grandes características. La soledad en el paisaje. El individualismo los lleva a emprender la batalla del aislamiento.

El inicio de la existencia de Hopper como artista no fue fácil. Durante años se ganó la vida como ilustrador de revistas hasta que en 1913, en la feria de arte del Armory Show, vendió su primera obra de arte y se instaló en el barrio de Greenwich, donde vivió toda su vida con su esposa Josephine Nivison.

Su proyecto pictórico siempre mantuvo el interés en representar el mundo interior de los seres humanos. En medio de la Depresión Norteamericana, fue el  comienzo del desarrollo de una carrera dónde observó con agudeza el mundo íntimo de las relaciones humanas y plasmó en sus personajes en la soledad de la espera en cafés,  teatros o esquinas.  Seres que vivieron un vacío irreparable en el estado emocional, abatimiento de una espera que termina en soledad.

Las composiciones de sus habitaciones siempre están medidas por un trabajo donde la luz le da un orden geométrico con diagonales, que ilustra claramente  cuánto  estudió al holandés  Johannes Vermeer (1632- 1675).  Cuando Edward Hopper pinta paisajes, la luz tiene una claridad de la ausencia. De su mundo pictórico norteamericano siguió de cerca tanto el realismo de Winslow  Homer (1836 – 1910)  como la obra de Thomas Eakins (1844-1916).

Sus atmósferas frías desembocan en una soledad cotidiana; se trata de imágenes donde la fuente de inspiración fue una vida norteamericana con una desolación anímica que, él mismo Hopper llamó: "Historias de una amalgama de muchas razas"

 

 

Dentro de todos los movimientos imperantes de esa época en el que fue pintor y grabador, defendió en su esencia al imperio de la imaginación. Afirmaba que una de las flaquezas del arte abstracto radicaba en un intento por sustituir la concepción privada de la imaginación por cálculos del intelecto. Así, pintó siempre su mundo real y, al mismo tiempo imaginario.

Cada tema tiene su respectiva escenografía. La vemos en los cuartos con sus mujeres tristes, solas, con la gestualidad del cuerpo abatido por sentimientos, o en los diálogos sordos de personas en los cafés donde hay un posible desencuentro. También se hallan los paisajes desolados donde no habita sino el silencio. Recorre también las estaciones de gasolina, un lugar de paso, donde se siente la ausencia de lo neutro o en las esquinas donde aparecen personajes paralizados por la inercia mientras recostados sobre una pared, esperan.

 

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