Crónica de violencia anunciada

Crónica de violencia anunciada

"No solo son palabras manchadas con aerosol en una pared como forma de expresión artística, como lo autodenominan sus autores, contienen un alto grado de violencia"

Por: angela gonzalez de la ossa
junio 21, 2018
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Crónica de violencia anunciada

— ¿Cómo estoy?

— Violable.

—Gracias.

Frases como estas, plasmadas en un mural como un supuesto piropo/halago sexual en un café cultural de la ciudad de Sincelejo, han suscitado una serie de críticas e indignación por parte de ciudadanos y ciudadanas frente al fenómeno de distintas violencias que padece la sociedad caribeña y colombiana desde épocas coloniales. Claramente, esta “muestra artística” es una apología a la violación e incita al arraigo naturalizado y estructural de pensamientos y conductas violentas, además justificadas por el ser humano que emplea un lenguaje de reproducción sistemática de violencia cultural y estructural.

Según la teoría del triángulo de la violencia, expuesta por el sociólogo noruego Johan Galtung, desde que nacemos estamos bombardeados por la necesidad de posesión de una persona hacia otra —el hombre hacia su esposa, los padres hacia los hijos y así sucesivamente—. El comportamiento familiar influye en el desarrollo de los niños, que por su etapa de crecimiento son como esponjas que absorben todo lo que hay a su alrededor. Es aquí donde reconocemos la primera etapa de violencia.

Luego los niños van al colegio en donde se les enseña desde el primer día que sobre ellos hay una autoridad que deben respetar y que su opinión no vale nada si no tienen los estudios suficientes para debatir. Entonces, ¿qué pasa con lo enseñado en casa? En consecuencia, los niños van creciendo reprimidos, en donde las necesidades se pasan por alto. Es ahí donde se mezcla la violencia cultural con la violencia estructural.

No solo son palabras manchadas con aerosol en una pared como forma de expresión artística, como lo autodenominan sus autores, contienen un alto grado de violencia, heredado de un sistema heteropatriarcal, capitalista, donde los cuerpos son concebidos como objetos y territorios de conquista.

La evidencia empírica nos ha demostrado que los actos de violencia cultural, política y económica, manifestados en conductas de discriminación de clases, de etnias, de género y de edad, han solidificado la destrucción de los lazos sociales y han alienado al ser humano hasta reducirlo a un ente individual, rodeado de relaciones hostiles hasta en sus más simples conductas y lo ha obligado a expresar sentimientos de inhumanidad e insensibilidad ante su propia especie.

Este suceso, además de plasmar apología a la violencia, generó agresiones por parte de la administradora y meseros del bar contra un grupo de manifestantes, artistas y de la sociedad civil, quienes ante la indignación por el contenido del mural decidieron pronunciarse por medio de una acción performática en las instalaciones del café bar: una de las artistas expuso su torso delante de todos los clientes con el mensaje “mi cuerpo nos es violable”, mientras sus compañeros lanzaban arengas. Al final y haciendo un poco de resistencia pudieron tachar con aerosol rojo la palabra “violable”. Ante la acción fueron agredidos físicamente, ofendidos con palabras soeces y sacados del establecimiento.

Allí no todo acabó, los manifestantes han sido víctimas de chismes, ofensas, injurias y calumnias. Les han dañado su “buen nombre” en otros establecimientos comerciales, pues algunos de ellos se ganan la vida haciendo música. Los han tratado de “ladrones, “lesbianas” y drogadictos, lo que refleja una profunda discriminación y homofobia. El hecho causó tanta sensibilidad que reconocidos escritores y poetas manifestaron públicamente su inconformidad ante los hechos, incluso han tratado de mediar con la administradora y meseros, pero la respuesta ha sido negativa.

Hoy el llamado es a sentir y expresar la solidaridad/sororidad entre hombres y mujeres, y repensarnos como humanidad, a desaprender esas estructuras de violencia arraigadas como una herencia maldita y atávica, y reflejadas en el dominio del hombre por el hombre y por la mujer, como producto de conductas patriarcales desde el desarrollo de las sociedades tribales y las conformaciones de familias y el estado del que hacemos parte. Además, es una exigencia a los gobiernos subnacionales y centrales a pronunciarse y a establecer políticas públicas que permitan la participación ciudadana frente a situaciones de urgencia como esta y a su pronta solución.

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