Corre el Terror
Opinión

Corre el Terror

Cuando se trata de imponer la cultura

Por:
noviembre 19, 2015
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Las escenas hablan por sí mismas; sobrecogidos por el temor, por la impotencia el mundo observó, una vez más, el correr del terror y, la forma como un grupo dueño de un supuesto ideario, arrasan con la cultura, las formas y, la humanidad.

Los hechos, en varios puntos de París acaecidos, son un producto antinatura; unas reacciones o, acciones desmedidas contra personas que inermes presenciaban un partido de balompié, un concierto en populoso teatro, un descanso en restaurantes; ¿acaso, alguien en tal postura se le ocurre que va a ser objeto de tan execrables acciones? Nadie lo piensa.

Los perpetradores, sin duda, por la espectacularidad, por las consecuencias, por los efectos dieron en el punto: el terror.

Pero miren Ustedes, lo que sostiene Huntington ‘(…) Cuando las civilizaciones aparecen por primera vez, su gente es habitualmente vigorosa, dinámica, cruel, brutal, móvil y expansionista. Está relativamente incivilizada. A medida que la civilización evoluciona, se hace más sedentaria y desarrolla las técnicas y habilidades que la hacen más civilizada. Cuando la competencia entre sus elementos constituyentes van disminuyendo y aparece un Estado universal, la civilización alcanza su nivel más alto de civilización, su <edad dorada>, con un florecimiento de la moralidad, el arte, la literatura, la filosofía, la tecnología y la capacidad militar, económica y política. Cuando empieza a decaer como civilización, su nivel de civilización también declina hasta que desaparece ante el embate de una civilización diferente que se presenta con un nivel también bajo de civilización’[1]; y, se acude a la explicación, unas veces, a la religión, otras a la nacionalidad, algunas en las etnias; pero en el fondo existe un conjunto de retaliaciones que impiden el pensamiento, por lo menos el pensamiento clásico. Pues bien. ¿En qué consiste el pensamiento clásico? En la protección de la población civil, en que la civilización y la cultura sean del todo respetadas y, por supuesto, en los acuerdos sociales para el desarrollo y bienestar general. El terrorismo, el terror impide los fundantes principios.

El terror no conoce ni territorios, ni nacionalidades, ni religión —que solo se impone la propia— ni etnias que son genéticamente existentes.

El territorio que es asiento del Estado; la nacionalidad que permite la exhibición de los derechos políticos, la cobertura sociológica; la religión punto de aspiración, en veces hasta trascendente;  y, la etnia que es la manifestación del origen antropológico de la actitud en el marco del desempeño en sociedad; todas, todas visiones son desconocidas por el terror.

Hoy se habla de un posible fenómeno de desplazados
que, entre sus desgracias llevan a los terroristas
o, el terror; no lo creo.

El territorio que es separado por las fronteras, se convierte en poroso, es decir, puede estar en cualquier lugar; la nacionalidad que no concuerda con el territorio, ni con los derechos allí realizados, se cambia en ‘una’ forma de ser; la religión se transforma en acicate para la ampliación de un posible poder de imperio; y, la etnia, en razón de imposición de una particular visión del entorno.

Hoy se habla de un posible fenómeno de desplazados que, entre sus desgracias llevan a los terroristas o, el terror; no lo creo.

Y, no lo creo, pues, cuando, como estamos demostrando, el territorio, la nacionalidad, la religión y, la etnia son otra cosa; son lo que el terror determine, nada tiene que ver con los desplazados y su lamentable, su miserable trasegar.

El terror posee una forma de ser, de actuar, de camuflarse y, así de producir los efectos exhibidos; efectos que son su finalidad.

No existe principio de acercamiento con el otro,
pues cuando están en riesgo operativo
se inmolan por sus apetencias; eso es terror

No existe una solicitud, una forma posible de diálogo, una manifestación de contar con el otro, así sean las autoridades de un estado que es escogido para sojuzgar; nada de eso, solo se encuentra la única posibilidad de ofrecer contundencia en el ataque, del efecto que, por el terror se produce; y, aún menos existe diálogo o, principio de acercamiento con el otro, pues cuando se encuentran en postura de riesgo operativo se inmolan a nombre de sus apetencias; eso es terror.

Y de lado y lado, de retaliación en retaliación se trata de imponer una supuesta cultura que, solo es una contracultura: corre el terror; el diálogo del absurdo.

[1] HUNTINGTON. Samuel P. El Choque de Civilizaciones y la Reconfiguración del Orden Mundial. Primera reimpresión. Paidos Estado y Sociedad. Buenos Aires. 1997. Pág. 384 y 385.

 

 

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