Convertir periodistas en asesores de prensa, la venganza de los políticos

Convertir periodistas en asesores de prensa, la venganza de los políticos

Con promesas de una mejor vida y un estatus más alto los sacan de las redacciones para ponerlos a sufrir cada mes con un dinero que tampoco alcanza

Por: EDGAR AUGUSTO TORRES SOTELO
octubre 25, 2018
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Convertir periodistas en asesores de prensa, la venganza de los políticos
Foto: Pixabay

Nos sentimos perseguidos, intimidados, extorsionados, amenazados, vilipendiados, odiados… y resultamos siendo asesores de prensa. Nuestra profesión se convirtió en el blanco de quienes conocen nuestra precaria situación económica y hasta familiar. Entonces nos contratan para que les debamos un favor.

Es como si quisieran acabarnos. Nos contratan en gobernaciones, alcaldías u otras entidades públicas porque los dueños de los medios en los que trabajamos hacen el mandado a algún político y necesitan un enlace. Pero no entramos directo, nos hacen renunciar al medio. Además, por obvias razones, ¿a quién no le interesa un sueldo mejor?

Hacen seguimiento de nuestros artículos para saber o determinar lo confiables que somos, qué escribimos, qué contamos, cómo tratamos a los amigos, pero sobre todo qué tanta influencia tenemos. Luego nos mandan llamar con algún secretario de alto rango o directamente. Este señor o funcionario nos hace llevar la hoja de vida y una propuesta publicitaria o de aporte a la administración. Es una entrevista corta en la que demuestran la voluntad del político de turno de querer ayudarnos. Eso es cosa jodida, lo hice.

En este punto hay que hacer un escrito de algo que carezca esa administración en temas de comunicación. Pueden ser apoyos periodísticos a la oficina de prensa o temas similares. Por cierto, no estoy criticando, solo contando cómo es que nos enrolan en el sistema político para jodernos, desviar la atención de lo prioritario, de nuestra razón de ser: contar la verdad. Nuestro verdadero rol.

Una vez llevada la hoja de vida hay que hacer más diligencias. En el Estado hay que soportar el certificado de antecedentes judiciales, disciplinarios, fiscales, contractuales. Además, hay que llenar un nuevo dossier, el de la función pública y aportar el RUT de la Dian actualizado.

Pasará una semana y hay que esperar la fecha del registro que nos dice la clase de contrato y de paso nos muestra la disponibilidad presupuestal. Una vez el periodista firma el contrato directo de prestación de servicios se convierte en asesor de la oficina de comunicaciones o prensa. Está en la otra orilla. En la defensa de su jefe. Contando sus buenas nuevas.

Se define el tiempo del servicio, es decir, a cuántos meses. También un supervisor, persona que cada mes da el visto bueno del trabajo, previa presentación del respectivo informe. Esto son notas, fotografías, cubrimientos, eventos a los que asistió y los correos que envió para la respectiva difusión, entre otros mandados varios de extrema confidencialidad.

Cada mes el nuevo contratista tiene que destinar el 40 por ciento del contrato al pago de la seguridad social: salud, pensión y riesgos profesionales. También descuentan un porcentaje para retención en la fuente. Vi a muchos pagando gota a gotas para cobrar el sueldo que ya está comprometido. Empiezan entonces las cadenas de deudas que obligan a utilizar el préstamo como mecanismo de cobro de la prestación de los servicios. Muchos reportados en Datacrédito.

Esta es la gran venganza de los políticos y corruptos con los periodistas. Nos sacan de las redacciones para ponernos a sufrir cada mes con un dinero que tampoco alcanza, pero ya estamos alquilados. Sin embargo, subimos de estatus social. En las mañanas podemos desayunar con el jefe en el despacho juguito de naranja, huevos rancheros, tostada con mantequilla a cambio de la arepa con huevo, plátano asado y café con leche de la casa, que casi nunca logramos terminar porque… ¡vamos tarde! Chao...

Al mediodía estamos en algún restaurante famoso comiendo con los escoltas y conductores de la avanzada en mesa aparte. La avanzada es un término que significa acompañar al jefe en sus diligencias profesionales o personales. Los llevamos a las casas, mansiones estas, y también nos convertimos en sus trabajadores de confianza, a tal punto que cuando llegamos la empleada del servicio nos pregunta: "doctor, ¿un tintico?, ¿por qué no había vuelto?".

Un equipo de prensa institucional si no está de tercero en una caravana de carros no sirve. Los asesores se tienen que bajar en movimiento, al ritmo del político y tomar la primera foto cuando este da la mano a su anfitrión.

Esa primera nota que se hace al patrón es la más importante. Segurísimo que la leen detenidamente y siempre habrá algo que acomodar. Nunca están conformes. Su jefe de oficina también hará anotaciones y prácticamente le da la bienvenida con una palmadita en la espalda. En el carro de prensa estará usted en el medio. Cuando logre sentarse al lado del conductor habrá logrado la confianza del equipo.

La primera borrachera es bien particular cuando se es un principiante. Son las dos de la mañana y está tomando whisky solo, sin hielo. Le atrae llamar la atención sobre su fino gusto, cuando no es que toma el licor con bebidas colas y dice que así lo tomaba Pablo Escobar.

Aquí ya no hay nada que hacer. Es asesor no periodista. Muy pronto se convertirá en el bastión de apoyo político y logístico de su jefe. En esa primera salida nocturna le asignan un carro para que lo lleve borracho a la casa. El conductor, muchas veces escolta de la DNP, resulta siendo su mejor aliado, una fuente de ubicación cuando el jefe se escapa. A un policía siempre le llama la atención tener un periodista de amigo, igual si el conductor es particular.

Cuando se acaba el contrato empieza Cristo a padecer. Hay que buscar al gobernador o alcalde, seguirlo para que dé el visto bueno y unirse de nuevo. Este visto bueno es un chulito en la parte posterior del nuevo contrato. Y vuelve y juega. La misma película hasta que el propio termina su periodo.

Muchos pasamos por estas penurias. Si somos juiciosos nos alcanza para comprar un carro o endeudarnos con un apartamento cuando no es que quedamos más embalados que el verraco. Según mis datos, en Colombia por lo menos el 20 por ciento de los periodistas terminan desempeñándose como asesores de prensa en instituciones del estado o en empresas privadas. Tienen las prestaciones de ley y logran equilibrar sus economías familiares. El restante ochenta por ciento seguimos en la condición de carga ladrillos, algunos con pautas publicitarias en medios locales o nacionales y sueldos básicos. Otros, en la fría acera sin más apoyo que el familiar porque las organizaciones no ayudan mucho.

Me gusta esa condición de carga ladrillos. Una vieja estirpe en vía de extinción por las especulaciones sociales y las ponderaciones del marketing pero en últimas la verdadera esencia del periodismo.

Todos somos libres de escoger entre la extenuante redacción y el encantamiento del oficio o pasar al estatus de asesor de prensa, con las implicaciones que conlleva esta nueva faceta de la profesión que Gabo consideró la más bella del mundo.

 

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