Contra el dolor
Opinión

Contra el dolor

La industria farmacéutica sabe del inmenso potencial comercial que se esconde detrás de nuestro deseo de eliminar el dolor, y nos proporciona algunas drogas capaces de anularlo, pero tremendamente adictivas

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octubre 29, 2017
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Pocas cosas son tan humanas como la búsqueda constante por evitar o aliviar el dolor. El dolor es una experiencia fundamentalmente individual. Nadie puede sentirlo por nosotros y cada cual lo vive de una manera diferente. En los seres humanos al sufrimiento físico, producido por enfermedades o lesiones, se le suma el del ser consciente. Dolor del alma, lo denominan algunos. La pérdida, el desamor, la desilusión, aquello que el portugués hermosamente denomina la incompletude, nos hace padecer.

Para la biología, el dolor tiene un valor adaptativo pues alerta sobre problemas fisiológicos que de otra manera podrían avanzar silenciosamente y poner en peligro la existencia del sujeto. El análisis fisiológico del sufrimiento viene precedido por las reflexiones filosóficas y religiosas y, en los últimos cien años, por aportes desde la psicología, la sociología y la neurociencia.

Así como experimentar el dolor en sus múltiples formas y dimensiones es una cualidad exclusivamente humana, así también la búsqueda sistemática por evitarlo, mitigarlo o eliminarlo ha marcado nuestra acción durante siglos. Desde los primeros analgésicos, -como el láudano y el opio puro-, los chamanes, alquimistas, farmaceutas y químicos vienen trabajando en sustancias que logren vencer al dolor. En el siglo XVIII los avances en la química dieron vida a la anestesia moderna con el óxido nitroso y el éter sulfúrico y con ella a la utilización extensiva de procedimientos quirúrgicos.  A lo largo de la historia, no obstante, los opiáceos (drogas derivadas del opio) y los opioides (sustancias que tienen efectos análogos a los de la morfina) han demostrado ser los más efectivos “asesinos del dolor” (pain killers). La heroína, la codeína, el fentanyl, el oxicodone, el hidrocodone, para mencionar solo algunas, son todas drogas enfocadas en enfrentar el dolor.  Además de su efectividad para anularlo, todas ellas comparten otra característica: son tremendamente adictivas.

La industria farmacéutica comprende perfectamente la humanidad del dolor y de nuestro deseo de atenuarlo o eliminarlo. Igualmente sabe del inmenso potencial comercial que se esconde detrás de esta realidad.  Esta misma industria, que tiene ingresos de 1.05 trillones de dólares al año, viene trabajando hace más de 150 años en “drogas milagrosas” para ofrecer al público adolorido. La heroína, la cocaína y la morfina fueron todas drogas expedidas legalmente por las farmacias. De hecho, cuando en el siglo XIX se empezaron a observar problemas de adicción en algunos consumidores de morfina, la farmacéutica alemana Bayer lanzó pomposamente la heroína como cura y sustituto para la malograda morfina.  ¡Para qué consumidores si se pueden tener adictos!

De las cerca de 64 000 muertes por sobredosis que se dieron en EE.UU. el año pasado se calcula que 60 % fueron por opioides.  La mayoría de estas drogas son producidas legalmente por empresas norteamericanas y solo en el año 2016 los médicos firmaron 236 millones de prescripciones a pacientes que alegaban sentir dolor extremo. ¡En el mismo año se distribuyeron en ese país 7 800 millones de pastillas de hydrocodona y 4 900 millones de oxicodona!

 

 

Estas poderosas drogas
no aparecen en los gabinetes de baño y las mesas de noche
de un momento a otro

 

 

Estas poderosas drogas no aparecen en los gabinetes de baño y las mesas de noche de un momento a otro.  La industria farmacéutica entendió bien que debía caminar con cuidado para avanzar en su estrategia, ya que los efectos de las drogas en cuestión no eran desconocidos y estaban bien documentados. Así, primero aseguraron un vigoroso apoyo político bipartidista en Washington (al año las grandes farmacéuticas se gastan más de 1000 millones de dólares en lobby político); luego se dedicaron a cortejar a las asociaciones de médicos y a cada doctor (vacaciones, regalos, patrocinios) y, finalmente, la estrategia llegó a los consumidores, futuros adictos, con muestras gratis para tratamientos de 30 días.  Se cocinaba así la crisis de salud pública más grave de los últimos años en EE.UU., mientras los ingresos astronómicos, protegidos desde el Congreso, escondían los miles de muertos y los costos al sistema que ya empezaban a aparecer.  En el 2007 la empresa Purdue Pharma, creadora y comercializadora de Oxicontin, fue multada por un juez federal con 635 millones de dólares por mentir a los consumidores sobre el potencial adictivo de su producto. La empresa pagó la multa y siguió adelante como si nada.  Imagínense los ingresos que recibía.

 

 

 En la caso de la cocaína,
que pone tres veces menos muertes que los opioides,
la nueva moda es el “coctel”, una mezcla de cocaína con opioides

 

Las muertes por sobredosis de cocaína y heroína también han subido en los últimos años.  En la caso de la cocaína, que pone tres veces menos muertes que los opioides, la nueva moda es el “coctel”, una mezcla de cocaína con opioides. La heroína, por su parte, es ilegal, pero disponible, dado que es más barata que los opioides legales (cuesta la décima parte) y no necesita de una prescripción médica. Esto favorece el tránsito de los adictos a las drogas legales hacia la heroína.

Los humanos somos una especie adolorida que busca razones y significados.  Somos también una especie moralista e hipócrita que cree en el castigo y el encubrimiento como solución a esos problemas estructurales que nos han acompañado por buena parte de nuestra existencia.  Adicionalmente somos una especie mercantilista y calculadora que a cambio de ganancias y poder está dispuesta ofrecer emocionantes picos momentáneos, a pesar de saber que estos llevan inevitablemente a valles hondos y oscuros.  Somos, finalmente, una especie que se inmola al enfrentar el dolor.

 

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