Cómo Gerald Martín logró entrar en la intimidad de Gabo

Cómo Gerald Martín logró entrar en la intimidad de Gabo

Este inglés fue el único que logró aquello que muchos intentaron: escudriñar la vida del nobel y escribir su biografía.

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mayo 01, 2015
Cómo Gerald Martín logró entrar en la intimidad de Gabo

Muchos años después, frente a su editor, el biógrafo Gerald Martin había de recordar aquel otoño remoto en que leyó Cien años de Soledad. Era octubre del año 1968. Gerald acababa de llegar a México porque pensaba inscribirse en la maestría de estudios latinoamericanos de la UNAM. Pero desde meses atrás la ciudad estaba paralizada y la universidad cerrada por protestas estudiantiles y obreras. Como si fuera poco, justo a su llegada ocurrió la matanza en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco. No había nada qué hacer. Sin embargo, en los cafés y reuniones de intelectuales, además de hablar de aquella revolución, estaba otro tema sobre la mesa: la novela de un colombiano llamado Gabriel García Márquez. 

Gerald, quien tenía como objeto estudiar la literatura de América Latina, no vaciló en comprar el libro para ver qué tanto era la alharaca. Pensó que esa tarde tras echarle un vistazo podría salir a llamar a su casa en el Reino Unido. Pero no lo hizo. No pudo. Después de leer las primeras cinco líneas de Cien años de soledad, supo que lo que tenía en sus manos se convertiría en una obra universal. Supo, desde las primeras dos hojas, que lo que estaba leyendo era la primera novela latinoamericana sobre la primera aldea global, Macondo. 

Tuvieron que pasar más de dos décadas, hacer una maestría, doctorarse en la Universidad de Edimburgo, ser profesor en Stanford, Portsmouth y Pittsburgh para tener la valentía de comenzar a perseguir y rastrear como un loco la vida de un costeño que después del Nobel desayunaba en Cartagena, almorzaba en La Habana y comía en París. Pero la idea de trabajar en la biografía de García Márquez no nació del consciente de Gerald Martín. Quizá, lo tenía su subconsciente pero no era capaz de dar el primer paso. Incluso, creía que el oficio de los biógrafos pasaba por vivir a costillas del trabajo de verdaderos genios y que eso no tenía mérito alguno. De manera que quien de verdad lo empujó a semejante precipicio de historias sin fin fue su editor (otro rígido inglés), que a principios de 1990 sentó a Gerald y le infirió que debía escribir con precisión la vida del escritor más célebre del siglo XX.

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Ese mismo año, con el rigor de los británicos, repasó los apuntes que tenía de la ya prolífica obra del colombiano. Metió pocas cosas en su maleta, dejó la vida serena de su pueblo natal al sur de Londres y comenzó a recorrer los pueblos caribes donde se encunaba la verdadera obra de su nueva apuesta intelectual. Antes que nada, debía conocer al maestro. Lo buscó hasta en el Macondo irreal, pero la fortuna llegó el 21 de diciembre de 1990 en Cuba cuando tratando de entrevistar a Fidel Castro lo llamaron a su hotel informando que personal del régimen lo recogería para verse con el mismísimo García Márquez. Todo cuanto se sabe de aquel ameno encuentro de tres horas de charla y varios wiskis, es que el escritor le 'mamó gallo', además, le aseguró que sería muy difícil que terminara su trabajo teniendo en cuenta lo verraco que podría ser para un anglosajón entender las complejidades de la cultura costeña. El Nobel tenía la certeza que el investigador no iba a poder salir, como 'el general, de un laberinto que ni su propio protagonista había resuelto. Lo mismo sucedería en un segundo encuentro en Colombia, donde no solo se cumplió con el requisito de la entrevista escueta sino que el perseguido le sumó un reto a su perseguidor: ver quién terminaba primero escribiendo sobre el otro. García Márquez se le acababa de ocurrir la idea de escribir una novela sobre un biógrafo que intentando contar la vida de una persona terminaba por escribir su propia vida.

Siempre se supo que el Nobel fue el hombre más delicado cuando se trataban de meter con su vida de puertas para adentro. De hecho, él mismo había dicho que tenía tres vidas: la pública, la privada y la íntima. Tal vez acorralado por un inglés que nunca ha dejado nada sin terminar, García Márquez se inventó una pelea para tratar de frenar aquella biografía que ya se estaba cocinando. En otro encuentro el escritor, bastante enojado, le increpó a Gerald la insolencia de haber criticado tajantemente su novela El otoño del patriarca. Para el colombiano, el investigador inglés no había entendido el trasfondo de aquella obra, pues si se hacía una lectura concienzuda se enteraría que esa no era una novela sobre los dictadores de la época (léase Castro, Trujillo o Somoza), sino la encarnación de la soledad de un escritor que podía con la libertad de las letras construir un mundo como le diera la gana, pero al final terminar en la más pírrica de las soledades. Incluso, García Márquez como aquel dictador que nunca fue sentenció que si una persona que pensaba escribir a fondo sobre él, no entendía aquel libro, jamás podría ser su biógrafo.

Gerald no se dejó intimidar ante la sombra del árbol de hojas mágicas más grande que ha dado Colombia. De modo que inició su periplo por las redacciones de abanicos de la costa, visitó todos y cada uno de los periódicos donde trabajó 'trapoloco'; bebió ron en todas las cantinas en las que el mundano de 'gabito' se emborrachó con sus amigos, comió literalmente hasta tierra como Remedios la bella, se sentó frente a varios mandatarios de estas repúblicas bananeras en palacios tan asépticos que daba pena hasta lavarse las manos, recorrió Aracataca con los hermanos del Nobel, desempolvó kilos y kilos de documentos para descubrir fechas exactas y no se dejó enredar por las fabulaciones que en otras entrevistas daba el propio protagonista para no ser desnudado ante las aves de la envidia.

gerald martin gabriel garcia marquez una vida - Buscar con Google - Google Chrome

García Márquez dejó escrita a medias sus memorias, lo cual le supuso mucho más rigor al inglés al tiempo que se enamoró más de su extensa obra. El vidente escritor bromearía cuando le envió el libro diciéndole que le había ganado la apuesta porque él había terminado primero de escribir su propia vida. Pero no, faltaban muchos más datos, detalles que por obvia discreción se reservaba el colombiano. Como la pelea con Vargas Llosa, quien siempre estuvo en la fila por suceder el trono, que aunque Nobel, nunca lo logró. O la verdadera conquista a Mercedes Barcha, esa caja fuerte de recuerdos que no la habían podido abrir ni sus propios hijos. Y otra infinidad de cuentos que al final ya ni siquiera estaban en la memoria del genio caribe.

Como predestinación a los dos los uniría una enfermedad. Primero fue Gerald, quien a mitad de camino se enteró que padecía un cáncer, el cual superaría con juicio. Más tarde la misma enfermedad se la detectarían al Nobel, a quien la quimioterapia lo afectó mucho, pero los dos pasaron al otro lado del río. García Márquez aceptaría como un mortal más que pronto un inglés rompería el velo que tanto había tratado de sostener en el aire. Un año más tarde, en noviembre del año 2008, después de publicada la biografía se vieron frente a frente. Curiosamente García Márquez ya no tenía la prevención de aquel que se sentía esculcado, sino que estrechó la mano de su biógrafo oficial como si desde tiempos inmemoriales hubieran sido amigos.

Pero su último encuentro casi que fue como un déjà vu del primero. Justo sucedió en La Habana, a Gerald lo recogieron para ver al colombiano, quien después de algunos chistes variopintos le refutó supuestamente algunos errores en el trabajo, ciertas revelaciones que le herían y le dijo que le llamaría con calma para aclararlos en una segunda edición, que sabía se venderían hasta en los 12 semáforos de Zipaquirá. Pero el encuentro nunca se dio por múltiples razones y porque Gabriel García Márquez le ganó hasta en la carrera hacia la eternidad. En suma, Gerald duró persiguiéndolo 17 años, entrevistó a más de 300 personas, visitó más de veinte países, un centenar de pueblos y redactó más de 3000 páginas para al final verse obligado por una editorial a publicar tan solo 762. Pero tras la muerte de aquel hombre que inmortalizó un pueblo que puede ser cualquier pueblo del planeta, Gerald Martín hace poco anunció que publicará dos libros más sobre la enigmática vida de aquel que enamoró al mundo con el tecleo de su imaginación.

Twitter autor: @PachoEscobar

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