En Colombia se lucha por la paz y se marcha por la vida

En Colombia se lucha por la paz y se marcha por la vida

"Se clama por un nuevo pacto social entre la ciudadanía y el Estado para proscribir la violencia"

Por: Ricardo Villa Sánchez
agosto 02, 2019
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En Colombia se lucha por la paz y se marcha por la vida

“Por eso la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad; y, por tanto, nunca preguntes por quién doblan las campanas, porque están doblando por ti” —John Donne.

Cuando la gente sale a la calle en Santa Marta a exigir no más muertes a líderes sociales, no más violencia, no más fracking, no más puertos privados depredadores en Taganga, no más mentiras ni dobles discursos —como la paradoja de que un gobierno de ultraderecha vaya a la China, de economía social de mercado, a poner ofrendas florales a los veteranos de la revolución cultural, que pregonaban la ideología que acá se combate con vehemencia—, uno pensaría que aún no hemos podido salir de la confrontación permanente, del conflicto armado, de la exclusión, del despojo, de la persecución política, a pesar de que se haya suscrito un histórico acuerdo de paz que permitió que quienes antes se apuntaban por el ojo de la mira de los fusiles, ahora se pudieran mirar a los ojos y darse la mano como hermanos, en la institucionalidad democrática.

En ese escenario, salir a defender la paz, a pedir garantías para la libertad política, para reivindicar derechos y exigir su cumplimiento —con mucho compromiso, sin violencia, sin odio y sin miedo—, para preguntar quiénes son las Águilas Negras o quiénes son los que matan a nuestra gente, se convierte más que en una opción en una responsabilidad ciudadana.

Genera impotencia e indignación hacer esta reflexión. ¿Se puede hablar de paz, estar alegre, motivado, si desde que se suscribió el Acuerdo de paz, han asesinado a más de 830 líderes sociales y actores políticos? Es más, que más de 230 de nuestros muertos hayan caído después del cambio de gobierno; o que desde que se convocó, hasta que efectivamente, el pasado 26 de julio, se realizó, la movilización, en rechazo a la violencia, ante el hecho de la muerte de María del Pilar Hurtado, frente a su pequeño hijo, hayan matado a 12 líderes a lo largo y ancho del país y siguen contándose los cuerpos. Es más, ¿no debería el gobierno nacional, los actores claves y la sociedad en su conjunto, orientar sus preocupaciones a la construcción colectiva de la paz y la reconciliación, en vez de vestirnos cada día de negro, rasgarnos las vestiduras, frente a la violencia contra quienes defienden sus derechos, protestan, participan, inciden, ejercen la oposición o piensan diferente?

Quien no conoce la historia, está condenado a repetirla, es una frase que se atribuye a Confucio, a Ruiz de Santayana, o a Napoleón, o que ya es de la humanidad, sin embargo, en Colombia parece que se estuvieran repitiendo los errores de la guerra sucia, como fue cuando traicionaron a quienes le han apostado a la paz, desde Bolívar, pasando por Uribe Uribe, Gaitán, Guadalupe Salcedo, Pardo Leal, Jaramillo, Pizarro, Galán, Álvaro Gómez y tantos otros héroes anónimos que nunca se van a olvidar. Revivimos la historia, de manera trágica, como en las épocas aciagas del exterminio de la UP, de A luchar, de muchos reinsertados del M-19, de la CRS, del EPL, del embrujo autoritario y ahora de las Farc. ¿La estela de venganza y de sangre, llegará hasta el infinito?

La esperanza de paz nada ni nadie nos la va a arrebatar a los colombianos decentes. Tampoco se puede dar marcha atrás. La paz es irreversible. En Colombia se lucha por la paz y se marcha por la vida. Se clama por un nuevo pacto social entre la ciudadanía y el Estado para proscribir la violencia, que sea un propósito común esperanzador. Para esto, se celebra que entre todos, sin llorar por un ojo, o sin excluir a nadie, ni utilizar el espacio de resistencia civil pacífica para hacer politiquería, como la de los que van al final de los plantones, para salir en la foto y simbólicamente, apenas lo hacen, se quitan la camiseta de la defensa de la paz, sino unirnos para pegar un grito en silencio por la vida, quizás el más doloroso de los lamentos, o de hecho, entre todos, pegar un grito ensordecedor, que les diga al oído a los violentos paren ya, y a quienes luchan cada día por una patria grande más justa, más humana y más democrática, les dé fuerza, les reafirme que no están solos, que no tengan miedo, que el compromiso con la paz sigue en pie. Un grito que exija cese la violencia, se desmonte el paramilitarismo, se luche contra el narcotráfico y la corrupción, y se zanjen las brechas de pobreza y exclusión. Un grito al unísono por la paz.

 

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