Ayer veíamos cómo un helicóptero llegaba a Buenos Aires, Cauca, lugar donde meses atrás las FARC habían asesinado a once soldados, y días después derrumbaron una torre eléctrica que dejó sin luz a millares de familias.
Pero la historia se repite. Esta vez Santos dando consentimiento de lo que había callado anteriormente. Primero fue en La Guajira donde, con fusil en mano, discurso comunista y con un puñado de guerrilleros haciendo de escoltas, las FARC hablaron con los habitantes de Conejo, quienes hasta en los colegios de los niños fueron obligados a ir para que escucharan la retórica de lo que llaman "pedagogía por la paz". Esto provocó el regreso de las FARC a La Habana tras la indignación de los colombianos.
De La Habana regresaron nuevamente a Colombia, esta vez con un blindaje especial porque los medios de comunicación no pueden hacer presencia para transmitir lo que pasa allí. Qué tanto hay que ocultar, luego, ¿la paz no la firmamos todos? Y si la firmamos todos, hay un derecho a la transparencia, adjetivo que ha perdido credibilidad no solo por las acciones que por más de quincuagésimos años nos han llevado a una infame guerra, sino por un silencio que abre las fronteras del escepticismo, porque el secreto se convirtió en el peor desenlace de la historia.
Lo grave no es solamente ver a las FARC impartiendo clases de paz por los departamentos, lo aterrador es ver cómo los miembros de las FARC le manejan la agenda a Santos, es decir: Timochenko manda y Santos obedece. El discurso de paz quedó mandado a recoger; de ello la precariedad en la que vive cada colombiano cuando hablamos de un país azotado por el desempleo y con cifras absurdas que van en aumento, y cuando los ministros salen al ruedo del Twitter para defender la baja popularidad del jefe y no el trabajo de sus carteras. De una impúdica pelea que se convirtió en quién gana el round al paso de los comentarios de la oposición. De la lucha por tener más cerca un Nobel de paz, que una Colombia con educación, salud y empleo.
Jamás se había dicho que las FARC saldrían por toda Colombia para hablar de paz, o que los medios de comunicación no podrían registrar lo que pasa, pues se supone que vivimos en un país donde no se chuza y tampoco se censura a quienes informan.
Las FARC se metieron a La Guajira y nada pasó. Los mandaron a La Habana y regresaron. Hicieron campaña por cinco departamentos y a Santos le tocó quedarse callado. Ahora vuelven las FARC a deambular por toda Colombia porque acá no manda el Presidente, mandan las FARC.
@ronalperiodista
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