Colombia, ¿dónde quedó la empatía?

Colombia, ¿dónde quedó la empatía?

"Hago un llamado para abogar por el cambio, uno que llegue primero y de manera satisfactoria a los que en verdad más lo necesitan". Carta abierta

Por: Fabián A. Fonseca C.
diciembre 14, 2022
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Colombia, ¿dónde quedó la empatía?
Foto: Leonel Cordero / Las2orillas

En este país siempre se nos ha hecho creer que debemos sacar beneficio o tajada de todo lo que hagamos, apoyamos o digamos. No es casualidad que cotidianamente se escuchen frases como "yo cómo voy ahí", "cómo me beneficio de eso" o "cuánto me toca". Infortunadamente, aquí nos enseñaron a esperar algo a cambio, a ser usureros o gota a gota del interés, a sacar en cara los favores recibidos u ofrecidos. 

Pues bien, este artículo tiene como fin hacer una reflexión frente a ese mal hábito nacional; hábito que de una u otra forma ha hecho que nosotros premiemos el interés particular por encima del interés general o común. Sí, ese mismo que nos ha llevado al desbarrancadero, de ese que muy bien hablaba Fernando Vallejo, uno en donde la empatía no existe o se desvanece ante la tiranía del que dice "al caído caerle".

Como bien se sabe, este año fue elegido el primer gobierno de izquierda progresista en Colombia, liderado por el señor Gustavo Petro. Yo, personalmente, fui uno de esos diez millones de colombianos que depositó su voto de confianza en el programa de este candidato. Normalmente cuando uno le da su voto a alguien lo hace pensando en su programa y propuestas, o en la identificación o representación que pueda sentir por ese candidato.

Sin embargo, errónea y equivocadamente, muchos colombianos siguen pensando que votar por alguien se hace con el fin de obtener un rédito o beneficio, ya sea a corto, mediano o largo plazo... de seguro porque la política en Colombia nos enseñó a pensar así, oporque nuestras malas costumbres así nos los sugirieron. En todo caso, más allá de que ese sentir social sea un hábito o un mal antecedente político, lo cierto es que la política y el ejercicio de participación como principio y pilar de las democracias no fue creado con ese fin, todo lo contrario. 

Cuando este año voté a conciencia y con responsabilidad ciudadana, lo hice exclusivamente pensando en un interés común, nunca en uno particular. Esto se traduce en que más allá de que mi voto representaba un acto particular e individual, no dejaba de ser un voto común y empático, de esos que este país necesita con urgencia, ya que pareciera que este está quedando relegado por las letanías del sálvense quien pueda. 

Siempre se espera que el beneficio de quien se apoyó o eligió llegue o lo toque a uno y a su familia directa o indirectamente. No obstante, teniendo en cuenta las duras realidades del país, sus complejas cifras de desigualdad y pobreza extrema (sustentadas por las entidades nacionales y extranjeras), y la historia de exclusión rampante, hoy no es tan loable seguir pensando en un bien particular.

Por lo tanto, el voto que creería que todos deberíamos hacer es por un programa de gobierno que nos beneficie a todos. En ese sentido, esto sugiriendo que nuestras decisiones estén pensadas en tercera persona. Consideremos a los que no la están pasando bien. No nos quedemos solamente pensando en lo que me podría beneficiar a mí, más si nuestra posición económica y social no es tan grave o difícil como la de otras personas que en verdad sufren los siglos de un atraso sideral. 

Así pues, hago un llamado para abogar por el cambio, uno que llegue primero y de manera satisfactoria a los que en verdad más lo necesitan. No desamparemos a los que no votaron en las pasadas elecciones porque se sentían desesperanzados, tuvieron contratiempos o sus necesidades se sobrepusieron sobre sus deberes. Todos ellos, hoy más que nunca, necesitan y claman un empujón y espaldarazo. Hago un llamado para que dejemos de pensar en el bien particular. Así mismo, para que de aquí en adelante pensemos en que nuestro voto y apoyo beneficie a los otros, y por fin normalizar y volver costumbre el bien común y la empatía, aquella que hoy necesitamos tanto.  

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