Carta a una colombiana que prometía, pero que resultó una decepción

Carta a una colombiana que prometía, pero que resultó una decepción

Muchos se sentían representados por una líder que venía de abajo, estudiada, mujer, lesbiana y que en teoría sentía lo mismo que la gente de a pie. La opinión cambió

Por: Sergio Alexander Cáceres
septiembre 07, 2021
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Carta a una colombiana que prometía, pero que resultó una decepción
Foto: Leonel Cordero

Quiero comenzar por decirle, alcaldesa, si es que llegase a leer esto, que usted junto con Angélica y todo su “combo” del verde se han convertido en una amarga decepción; tal cual como Margarita Rosa alguna vez lo expresó: una tusa sin sentido y larguísima.

Empecemos desde atrás. Usted, tan asambleísta, tan “berraca”, tan “honesta”, tan “ejemplar”. No fue ciegamente que creí en usted; detrás había datos de su carrera sociocientífica. Para estudiar usted no la tuvo fácil, inclusive proviniendo de una educadora; usted conoce de primera mano las vicisitudes que debemos pasar quienes deseamos aprender en este país. Además, según pregonó en campaña, usted vivió en barrio popular de Bogotá. Usted venía de abajo, como todos nosotros. Usted sabe lo que es protestar, como funciona desde adentro, desde el barrio, desde la masa. Usted ha sentido el desdén que sentimos los colombianos por la política tradicional.

La primera vez que usted me hizo dudar fue con la Consulta Anticorrupción. Aunque varios decían que usted se estaba midiendo políticamente, yo verdaderamente creí en sus objetivos. De hecho, nos cruzamos un par de veces. En ese entonces, aunque usted ya era famosa, seguía siendo humilde. Aunque ya había pronunciado su discurso sobre los anélidos en el Congreso, era de las que salían a la calle, hablaban con nosotros, los simples y olvidados ciudadanos.

De hecho, usted ponía su voz a nuestro favor. Hoy entiendo que lo hacía simplemente como una estrategia para llegar lejos. Apoyé su consulta, inclusive recaudé algunas pocas firmas, pero siempre estuve a favor haciendo “campaña” para luego observar que, en una jugada rápida, políticamente obscena y poco hábil, usted, su esposa y su partido entregaban en bandeja de plata la cabeza de la consulta al “presidente”, quien en sus rimbombantes términos juró hacer cumplir la voluntad popular que perdía por la mera cultura política colombiana.

Desde ese mismo instante supe que usted no era de fiar y que fácilmente se entregaría al establecimiento, pero preferí hacer de tripas corazón y seguirle creyendo. Cuando fue candidata a la presidencia y observaba sus propuestas (algunas sin sentido e irrealizables) seguía persiguiendo el sueño de verla a usted sentada en ese escritorio, cambiando el rumbo de este país. Luego, al apoyar abiertamente a Petro haciéndole firmar en mármol sus latencias, observé nuevamente que su deseo por figurar desbordaría ante cualquiera otra situación por más inadecuada que esta fuera. Efectivamente, llegó la campaña por la alcaldía de Bogotá y usted, ni corta ni perezosa, se confiaba de las encuestas y actuaba según iba a corresponder su mandato: pedante y grotescamente.

En esa campaña me desencanté de usted por completo. Ya no pude seguir creyendo su teatro cantinflesco sobre socialdemocracia. Veía su afán de figurar, de empoderarse para escalar un peldaño más. Usted, la que un día en Theatron me dijo: Petro es un orgulloso al que no hay que hacerle caso –ahora se convierte en otra orgullosa a la que poco se le hace caso–. La ciudadanía no es boba, Claudia, poco a poco nos fuimos dando cuenta de que su objetivo no es saciar la sed de justicia popular, sino la suya propia. Su ansia de poder la está convirtiendo en su antagónico; recuerde que semejantes marcas emocionales no se borran.

Veo en usted actitudes propias de alguien que no toma partido más allá del suyo propio. Por ejemplo, su atroz favorecimiento a las políticas de su antecesor. Alcaldesa, ¿para qué el poder si no va a cambiar lo establecido? Usted, toda una doctora en Ciencias Políticas, debe conocer más casos que yo en donde quienes han llegado al poder cambian la historia. TransMilenio y la empresa Metro, el rótulo de la silla vacía del presidente en las protestas o aquella utopía de la elección de su gabinete por concurso de méritos son buenos ejemplos de dicho apego.

Tampoco puedo olvidar su falta de sensibilidad con la población venezolana y sus tan criticados comentarios xenófobos, ni su distanciamiento con la comunidad LGBTI que le apoyó, o su mayor desatino y muestra de desconexión con la población: "trabaje juiciosa, sumercé". A pesar de no apoyarla, la respetaba, e inclusive ingenuamente llegué a creer que la Policía la estaba boicoteando cuando salió a decir que usted no era más que una autoridad administrativa que dice para dónde va la plata, pero que no controla a la fuerza pública en la ciudad, puesto que ello es función del gobierno nacional.

No obstante, hoy sabemos, con lujo de detalles, que no solo es que usted no controle a la Policía, sino que en realidad no le interesa tener control sobre ella. Usted solo quiere acomodarse para hacer las cosas “bien” y atraer a las personas de “bien”, porque así, con ese voto, logrará llegar a la presidencia.

Se equivoca, Claudia López. Se equivoca si piensa llegar a la presidencia así. Mire a su ahora adversario Petro, cuya lealtad a sus ideales lo posicionan aún en contra del establecimiento mientras a usted ya le corresponden los abucheos; es curioso que la que se mostró como la candidata alternativa, la lesbiana, la mujer, la luchadora, la sinigual sea otra más de la ralea política colombiana, esta vez con una familia alternativa que ingresa a las fauces del Estado para adentrarse en la sucia élite gobernante (vil copia de Gina Parody).

Se le olvida, alcaldesa, que las élites son convenientes. Hoy están con usted porque usted tiene el poder. Mañana le van a mostrar los dientes. Ojalá su redención haya llegado para ese entonces o entre polos usted será el canal de conducción. Lo cierto en todo caso es que usted se ha convertido en otra política condescendiente con el narcoestablecimiento colombiano. Usted ha mancillado su electorado. Pareciera que usted está concursando para ser otra gran colombiana.

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