¿Capitalismo, nuevo dios del siglo XXI?

¿Capitalismo, nuevo dios del siglo XXI?

"Un permanente engaño tiene sumidos en la completa ignorancia a los consumidores, como niños a la espera de la novedad sin advertir las marañas que confabulan"

Por: Cristian Jiménez
abril 20, 2017
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¿Capitalismo, nuevo dios del siglo XXI?

La globalización es una realidad. Muchos culpan a los grandes inversionistas, las políticas fiscales de las potencias, el poder del mass media e incluso las infinitas redes de interconexión; pero las causas no son actuales. Todo lo contrario, datan del siglo pasado cuando las fuerzas económicas postulaban a su nuevo represente omnipresente y omnipotente, al que ahora se conoce como capitalismo.

La historia del mundo ha estado en permanente inestabilidad, pero el siglo XX se lleva todos los honores al postularse como la época más inflamable e innovadora. Cuenta en sus anales con dos guerras mundiales; miles de conflictos armados; millones de vidas cobradas; movimientos sociales en cada rincón; desastres naturales que dejaron de ser novedad; y la transformación del hambre, la avaricia, la injusticia, la desigualdad y las ansias de poder, en los nuevos códigos de comportamiento.

Economía y política, un juego de poderes. El vencedor maneja el mundo y el perdedor se conforma con los desperdicios. El Estado es solo un peón que facilita el intercambio comercial en beneficio de intereses particulares y deja en segunda posición, siendo positivos, las demandas de un pueblo cada vez más empobrecido. La desigualdad se agazapa hasta filtrar las entidades públicas donde los salarios son de una diferencia abismal entre los obreros, quienes llevan el trabajo pesado a sus espaldas, y el hombre con su oficina, secretaria y carro personal, que los contribuyentes pagan con su aporte anual.

Un permanente engaño tiene sumidos en la completa ignorancia a los consumidores, como niños a la espera de la novedad sin advertir las marañas que confabulan para mantenerlos doblegados ante necesidades creadas. Anhelan, consumen, luego desechan, les presentan un producto e inicia el ciclo. Pocos pueden salir y quienes logran hacerlo prefieren ingresar nuevamente para no verse aislados del intercambio social. Nadie sabe qué proceso o en qué condiciones se produce dicha mercancía hasta llegar a su alcance, es como si creyeran que todo hace parte de un acto de ilusión donde los objetos aparecen por azar, y así lo advirtió Karl Marx cuando habló del “fetichismo de la mercancía” (El Capital, 1867) hace más de siglo y medio.

En palabras del expresidente José Mujica, durante su intervención en la 68 Asamblea General de Naciones Unidas, debemos controlar la globalización antes que esta nos controle a nosotros. El individuo ha perdido su carácter invaluable y ahora es un objeto más que llega a ser remplazado en caso de no ser útil para los engranajes de una sociedad lacerante y calculadora. Los individuos deben verse como iguales para reducir la brecha que nos ha venido separando hasta llegar a crear divisiones sociales, no solo económicas y políticas, sino también culturales. Jugar al azar con el futuro de las próximas generaciones no es el camino para garantizar su subsistencia; todo lo contrario,  aviva las ansias de poder y sangre y conjura nuestro propio abismo.

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