Bibliotecas, los centros de enseñanza más eficientes

Bibliotecas, los centros de enseñanza más eficientes

Estos espacios están llenos de gente que se fusiona con la información y sus ganas de aprender, ¡qué mejor que eso!

Por: Fabiola Jimènez Gamboa - BPVB
febrero 07, 2023
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Bibliotecas, los centros de enseñanza más eficientes
Foto: www.culturarecreacionydeporte.gov.co/

Han pasado años desde que ingresé por primera vez a una biblioteca. Estaba en mis años de escuela y lo único que percibí en ese entonces fue una cantidad de libros con información, que en su gran mayoría no entendía. Con el tiempo, la curiosidad me fue llevando a comprender que podría ser una escapatoria al entorno desordenado que generaba la vida escolar: niños de mi edad que gritaban mientras corrían en el patio del colegio y docentes desesperados.

Ingresé a bachillerato. Sin ser la mejor lectora, entraba cada descanso para huir del acoso escolar que implicaba mi aspecto físico. Me gustaba ese entorno silencioso y ver que aquel que entraba allí estaba impulsado por su interés… bueno, algunos por su responsabilidad. Por primera vez, me sentía tranquila. Además, aprovechaba para hacer mis tareas escolares. Me daba un espacio de treinta minutos, que eran suficientes para soportar las palabras hirientes de los adolescentes indecisos y frustrados que me rodeaban y la actitud de algunos profesores (a otros los admiré, y los sigo admirando, pero esa es otra historia).

Más adelante, al estrellarme en la universidad con la vida del estudiante clase media-baja, la decisión era sacar copias o comer una empanada. Cansada de esto, comenzamos con mis compañeros a buscar alternativas: plataformas de internet (con más de 30 virus por libro descargado) y bibliotecas (universitarias, cercanas y/o públicas). En esas búsquedas de información, encontré una opción camino a mi casa: la Red de Bibliotecas Públicas de Bogotá, la Biblioteca Nacional y la BLAA.

Es sabido que el estudiante universitario debe centrarse en la investigación, así que la consulta es fundamental, pero no como la hacíamos: poner al tío Google y pum, millones de resultados aparecen de un momento a otro. En esa época nos obligaban a tomar capacitaciones en ALFIN (alfabetización informacional). Teníamos que aprender a usar bases de datos, tales como E-book y Scopus; también los repositorios universitarios y de revistas académicas como Scielo. ¿Quién diría que se podría clasificar la información y conseguir libros que en la biblioteca física no especializada serían complicados de encontrar?

Cuando inicié mi proceso de trabajo de grado me puse un desafío histórico: recuperar imágenes de mujeres en Colombia para poder enseñar desde allí. Como consejo de mi asesora de monografía, fui a las hemerotecas, un espacio del que muchos escuchan, pero poco conocen. Aprendí a buscar en revistas y periódicos, también descubrí la importancia del uso de elementos de protección (las alergias no faltan) y de no fotocopiar un material para su conservación (el papel se va quemando). A pesar de que no concurría mucho estos lugares, cada vez crecía más y más el interés por trabajar en uno de estos espacios. Sin embargo, mi carrera era la docencia.

Cansada de la burocracia educativa, tomé la opción de buscar una carrera técnica en el SENA. Mi búsqueda estaba enfocada en la gestión y los negocios. Quería volverme una Godínez (como dirían en México) y encontrar un trabajo de oficina que me devolviera la tranquilidad de llegar a casa y poder desconectarse. En el buscador puse la palabra "gestión" y una señal apareció para mí: “tecnólogo en gestión bibliotecaria". Accedí a la oferta y en menos de un mes de haberme graduado como licenciada estaba iniciando este nuevo enfoque.

Las cátedras que nos brindaban me ayudaron a entender el sistema tan complejo que existe para lograr el funcionamiento óptimo de las bibliotecas, además de cada servicio ofrecido y lo que hay detrás, incluido todo el proceso para construir una biblioteca más democrática: la promoción de lectura, la oralidad, los planes y la legislación nivel nacional, la sistematización de los procesos técnicos, etc. Entendí que existe una carrera para eso, bibliotecología, que solo se enseña en cuatro universidades en Colombia; y, más importante, el valor que tiene la biblioteca en la cotidianidad de cada usuario.

La docencia y la biblioteca me han puesto a escoger en varias ocasiones, pero al final entendí que la biblioteca es el centro de enseñanza más eficiente: sin horarios, ni rutinas, solo gente que se fusiona con la información y sus ganas de aprender. Se preguntarán si lo logré trabajar en una biblioteca, pues sí. Alguna vez lo hice en un colegio; otra, en una biblioteca digital; y ahora, en mi lugar seguro, la Virgilio Barco. Mi objetivo es crecer profesionalmente aquí. Tal vez no lo logre, pero aprovecharé cada momento mientras esto dure.

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