Bestiario colombiano: el procurador
Opinión

Bestiario colombiano: el procurador

Cartas a Horacio

Por:
agosto 09, 2013
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Santiago, 30 de Julio de 2013

Querido Horacio,

Hemos hablado de muchos personajes nefastos, pero nunca te he dicho qué pienso del peor de todos, el procurador general de la Nación, Alejandro Ordoñez. Yo entiendo que en Colombia los funcionarios públicos luchen en esa competencia tan cerrada por quién será el más incompetente y payaso, pero ninguno es tan dañino como el procurador.

Te preguntarás a cuento de qué te vengo a hablarte de él. Verás, hace unos días caí por equivocación —te lo juro, fue una completa equivocación—, en la página web de la Procuraduría General de la Nación. Una vez allí, en lugar de cerrarla rápidamente y huir, quise explorarla un poco. Entre otras cosas curiosas encontré, publicado en portada, un estudio titulado “8 mitos de la legalización de las drogas”. Pero no había una contraparte, otro estudio —de los muchos que hay— sobre los posibles beneficios de la legalización de las drogas, o sobre la diferencia entre legalización y despenalización, por ejemplo.

El señor Ordóñez, como seguramente sabrás, es uno de los funcionarios que más polémicas ha generado desde que fue nombrado en su cargo. Ha manifestado abiertamente su rechazo a las uniones de parejas del mismo sexo; se ha opuesto fervientemente a la legalización del aborto y de las drogas y, desde que llegó a ejercer su cargo, me cuentan que en la Procuraduría —especialmente en la oficina del procurador— han proliferado los crucifijos y las imágenes religiosas. La última de sus “hazañas” ocurrió hace poco, cuando dijo sobre el marco jurídico para la paz  que «nos lo están metiendo con vaselina».

También es del dominio público que el procurador escucha la misa en latín y que hace muchos años quemaba libros, considerados por un sector de la sociedad, más exactamente el sector lefebvrista, como corruptores.

En la página de la Procuraduría encontré, por ejemplo, las funciones de esta que se pueden resumir en tres: preventiva, de intervención y disciplinaria. De lo que no estoy muy segura es de si a Ordóñez le hicieron eso que se acá en Chile llamamos “inducción del hombre nuevo”, que consiste en la preparación que recibe todo  trabajador o funcionario cuando ingresa por primera vez a una empresa o institución, y en donde se le explican detalladamente sus roles, funciones y lo que se espera de él. Y digo que no estoy segura, porque tengo la impresión de que Ordóñez cree que la función preventiva consiste en evitar que la sociedad se queme en el infierno, que la función de intervención consiste en inmiscuirse en la vida privada —específicamente la sexual— y en las creencias de los ciudadanos, y que la función disciplinaria consiste en castigar a quienes se opongan a todo lo anterior.

Luego, en la misma página de la Procuraduría, uno lee los valores que esta promueve. Unos valores que, curiosamente, hacen parte de la filosofía cristiana, pero que Ordóñez aplica de una forma rarísima: solidaridad, tolerancia, respeto. Es posible que mi escala de valores esté un tanto averiada, pero en mi práctica de la solidaridad yo no le hago la vida imposible a los homosexuales, impidiéndoles que por ley gocen de los mismos derechos que gozamos los heterosexuales. En mi práctica de la tolerancia, no cabe el rechazo a que una mujer que sabe previamente que su feto sufre una malformación o que ha sido violada, pueda decidir libremente sobre su cuerpo y optar por el aborto. Y yo no sé tú, Horacio, pero en un país consternado por la guerra, que afronta un proceso de paz incierto y difícil —sin importar qué tan optimistas o pesimistas seamos sobre ese asunto—, el respeto no está representado en lo que, según el señor Ordóñez, nos meten con vaselina. Tal vez mi escala de valores está trucada, pero lo que él dijo es vulgar e irrespetuoso.

No sé si sea un poco tarde, pues lleva casi cinco años ocupando su cargo, pero creo que alguien debería explicarle al procurador que hay una diferencia entre lo público y lo privado; que la sexualidad y la religión son parte de lo privado y que nadie —mucho menos él desde un puesto de poder—, tiene la facultad de imponer sus convicciones religiosas y sexuales, ni de actuar movido por ellas. Básicamente porque la Constitución —ese hermoso libro de ficción que es norma de normas—, dice que respeta por sobre todas las cosas los derechos inalienables de las personas, y uno de esos derechos es la igualdad. Yo no sé mucho de derecho, pero me atrevo a afirmar, sin temor a equivocarme, que el concepto de igualdad consiste en que nadie podrá ser discriminado por causa de su sexo, creencias, opinión política, religión, etc., tal y como lo hace Ordóñez cada vez que emprende una de sus batallas moralistas que pretende disfrazar como el cumplimiento de su deber.

Si escribiéramos un Bestiario colombiano, al estilo del maravilloso Bestiario tropical de Alfredo Iriarte, estoy más que convencida de que el Procurador tendría un lugar de honor en él.

Abrazos y más abrazos,

 

Laura.

 

 

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