Barranquilla, entre el goce y el perrateo
Opinión

Barranquilla, entre el goce y el perrateo

Con la primera campanada del nuevo año, el goce invade cualquier calle y arremete contra cualquier orden establecido

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enero 24, 2018
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El 31 de diciembre, además de dar el acostumbrado saludo de fin de año, los barranquilleros desean a todos un feliz carnaval.

Entre el espacio en que suena Faltan cinco pa’ las doce, en la voz de Aníbal Velásquez, y el primer minuto del año nuevo, ocurre una transformación corporal  que predispone al goce ilimitado.

Aquel momento poético y nostálgico: “Las campanas de la iglesia están sonando/ anunciando que el año viejo se va/ la alegría del año nuevo viene ya/”,  es versionado por algunos barranquilleros como “La alegría del carnaval viene ya/ la recocha se confunde sin cesar/”. Surge aquí, la segunda noción muy barranquillera: el perrateo”, forma de irrespeto humorístico, desacralizante y corrosivo.

Al minuto dos del año nuevo, la voz merenguera de Cuco Valoy se pregunta: ¿Qué es lo que tiene/ el carnaval de curramba?/ Cuando enloquece a la hija/ como enloquece a la mama.

La fiesta del 31 de diciembre está condenada al olvido. Cruza la maizena. Suenan Los corraleros de majagual y el tema El pasmao. La lista de reproducción se va desplegando: Chimbililín, de Los auténticos de Gamero; La vaina ya se formó, en la voz de Catalino Parra; El dentista, de Calixto Ochoa… cuando suene La rebuscona, de Ramayá, la calle es un cumbión de goce incontenible.

 

 Lo barrial y popular se propaga por la urbe,
como desprecio a una fiesta cada vez más oficial,
que se organiza para turistas y se reproduce por Telecaribe

 

En la terraza de la familia Quezada, en el barrio San Felipe, justo a esa hora, a un grupo de embriagados  vecinos se le ocurrió armar El Bando Sanfelipero, con desfile, sede real y picó propio. Lo barrial y popular se propaga por la urbe, como desprecio a una fiesta cada vez más oficial, que se organiza para turistas y se reproduce por Telecaribe.

En la euforia de la madrugada, todos coreaban: “El bando sanfelipero/ te lo gozas sin agüero/ y si andas aburri’o/ se te monta el perrateo/” .

Los deseos, dietas y cambios prometidos el último día del año, quedan atascados en  un prematuro carnaval de cantos como: “Yo te amé con gran delirio”... o “Este año el carnaval lo voy a gozá’ con ganas”.

El goce invade cualquier calle y arremete contra cualquier orden establecido. Es muy probable que rezagos de ese goce, hayan invadido la carrera 44 con 74 esquina, aquel rumbero 2 de enero de 2018. Ese goce, originó el cierre de La troja, un establecimiento de salsa cuyo poder de convocatoria no tiene par en La arenosa.

Las disputas han abarcado temas trascendentales como el código de policía y la cultura Caribe;  la represión del goce en territorio trojero; el derecho consuetudinario y la fiesta de bordillo, espacio público y monocuco, entre otros. Pero en estos días, un cartel formidable, que invita a una fiesta con picó, trae al final una frase directa, sin rodeos, es la muestra más precisa del  perrateo barranquillero.

La fiesta ocurrirá en el barrio El Limón, se anuncia que vuelve el baile de carnaval Lunes de maizena, amenizará “El Richy”, el del sonido bestial. Abajo la frase implacable, por supuesto perrateadora: “¡No comemos de código de policía, ni una gaver!”. El goce no se reprime, ¿dime tú?

 

 

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