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En las afueras de Nápoles está levantada la cárcel Secondigliano, donde está encarcelado desde hace 4 años uno de los exfutbolistas más queridos en Colombia en los años 80, Anthony de Álvila, más conocido como ‘el Pitufo’ de Ávila.La cárcel está en un barrio que lleva el mismo nombre. Esta penitenciaria es uno de los centros carcelarios más grandes y de máxima seguridad del sur de Italia, un lugar pensado para contener a los personajes más peligrosos y a quienes han estado en el centro de la violencia ligada a la mafia napolitana, la Camorra.
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Esta cárcel fue construida en los noventa con un propósito claro: aislar a los jefes de la mafia napolitana, que durante décadas mantuvieron al sur de Italia en un estado de violencia constante. Más de mil personas conviven aquí, desde presos comunes hasta criminales que operan a nivel internacional.
La historia que hoy envuelve a Anthony no nació de un día para otro. Ya en 2001, las autoridades italianas pusieron sus ojos sobre él, sospechando que estaba relacionado con una red de narcotráfico conectada al clan Buonerba, uno de los grupos más violentos de la Camorra napolitana.
Lo detuvieron por unos días y luego quedó libre así que regresó a Colombia sin problema alguno y su vida siguió igual. Pero el destino parecía esperarlo en otra esquina: en 2004, sin que Anthony estuviera siquiera en Italia para defenderse, un tribunal lo sentenció a doce años de prisión por esos cargos, una condena que pesa sobre él desde entonces.
Fue en septiembre de 2021 cuando la justicia alcanzó a Anthony. ÉL estaba una vez más en Italia y allí en medio de un control rutinario en Nápoles, los policías lo detuvieron. Iba con una camiseta del América de Cali, el club donde brilló, y una cédula colombiana vieja, del año 1981. Su identidad se confirmó. La orden de captura vigente desde hace casi dos décadas se activó y lo llevaron a Secondigliano.
Desde entonces, su día a día es otro. Lejos del mundo que conoció, enfrenta una condena difícil de asimilar. Ha dicho que no sabía de la condena y que solo estaba en Italia por turismo, pero las autoridades no comparten esa versión y aseguran que su visita tenía otros motivos relacionados con la reactivación de redes de narcotráfico.
Su abogado reconoce que la situación es complicada y que es probable que Anthony cumpla la totalidad de los doce años que le fueron impuestos. Mientras tanto, en esa prisión al norte de Nápoles, un exjugador que alguna vez fue sinónimo de alegría y destreza en las canchas, vive el día a día de la reclusión, en un lugar donde el pasado pesa más que cualquier sueño de libertad.
Secondigliano es un símbolo de la lucha contra el crimen, pero también un espacio que encierra historias humanas complejas, donde se mezclan las decisiones, las circunstancias y, en ocasiones, las segundas oportunidades que parecen muy lejanas.
