Esa data, atada, se…
Palíndromo, como cualquier Gobierno, esta frase mantiene la misma secuencia de caracteres alfabéticos, empezando por la izquierda o la derecha. Si completa la frase, agregando la palabra “desvirtúa”, el palíndromo desaparecerá.
La validez de los indicadores psicosociales o socioeconómicos la acredita cada bando ideológico o grupo de interés, y eso la sesga porque la econometría afronta su propia “lucha de clases”, permitiendo a los tecnócratas manipular la percepción de los problemas, ajustando de manera arbitraria parámetros, umbrales y categorías.
Verbigracia, asumamos que el desempleo global es 5.1%, como recientemente reportó la Organización Internacional del Trabajo. Se supone que eso es una excelente noticia, pero, inmediatamente antes de la pandemia, la desigualdad global era 0.67.
El subempleo es una de las anomalías que normalizó el neoliberalismo. Y esas asimetrías establecieron inecuaciones: quien tiene menos debe sacrificarse o endeudarse, y quien tiene más puede multiplicar sus ganancias. Así, los millonarios representan al 1.5% de la población, concentrando aproximadamente 50% de la riqueza global, mientras que el estrato bajo, conformado por 39.5% de los adultos, debe dividirse 0.5% de la fortuna.
Nuevamente, es ridícula la forma como diferencian los estratos, pues el umbral de la pobreza es infame, y la mal denominada clase media no necesariamente puede sustentar su canasta básica, ni tener excedentes para aspirar a prosperar. Si esto no le produjo sorpresa, sepa que el Informe Mundial de Felicidad no está dominado por las potencias tradicionales, sino por países pequeños que materializaron alguna versión del estado de bienestar.
Recuerde que los antiguos polos del progreso estuvieron guiados por los principios de la revolución francesa -Libertad, Igualdad y Fraternidad-, y la constitución estadounidense, que reivindicaba el “gobierno del pueblo para el pueblo". Pero la modernidad se hizo tirana, y los parlamentos explotan el tráfico de influencias para seguir privatizando los beneficios o las garantías.
Ahora, aunque un proverbio insinúa que es mejor enseñar a pescar, la educación no es gratuita y el apoyo al emprendimiento es escaso. Entonces resalto los hallazgos del Nobel de Economía 2019, Banerjee y Duflo, que desafiaron los prejuicios contra el “asistencialismo”, tras descubrir que las poblaciones que no tenían apremio sino prolongados periodos de apoyo y gracia demostraban mayor iniciativa, mejor probabilidad de éxito e impacto superior en su entorno.
Esa “seguridad social-democrática” les permitió no ser vagos ni derrochones, y escapar de la trampa de la pobreza. Esa garantía usualmente sólo la disfruta una minoría privilegiada, según refleja el arquetipo de la dinámica de sistemas “éxito para quien tiene éxito”, que ha concentrado la riqueza y masificado la pobreza.
Así mismo, según el “experimento del malvavisco”, se creía que quienes no ahorraban en el corto plazo y retardaban la gratificación a cambio de una “recompensan adicional”, estaban condenados al fracaso. Pero la evidencia moderna ha desmentido esa conclusión, porque esa conducta no sólo no tiene poder predictivo, ni está vinculada a trastornos de personalidad -voracidad o fuerza de voluntad-, sino que puede estar condicionada por el hambre.
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