Amenaza y Mentiras
Opinión

Amenaza y Mentiras

La estrategia de la campaña del No, triunfante el pasado 2 de octubre, fue amplia y consistente en la utilización de la mentira, la especulación y la descalificación

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octubre 09, 2016
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Estaba advertido y analizado.  Brexit era el antecedente más cercano, pero no el único.  La política y la democracia, que siempre han vivido y convivido con la mentira y la manipulación, alcanzan ahora lo que algunos analistas como David Roberts han denominado la era de la posverdad.  El discurso político ya no busca ni acercarse a ni disfrazar la verdad como solía ocurrir.  El discurso político para algunos en este momento busca, primordialmente, movilizar la opinión y los votantes y ese es el único indicador que vale.  Ni los hechos ni los antecedentes ni las cifras son óbice para formular y comunicar, ojalá con rabia o en tono apocalíptico, una mentira efectiva.

En el Reino Unido y su reciente discusión sobre la membresía de la Unión Europea las mentiras ganadoras fueron las 350 millones de libras esterlinas que se le quitaban al sistema nacional de salud cada semana para entregarlos a Bruselas y la inminente entrada a la unión de Turquía que permitiría que 20 millones de refugiados, con su buena cuota de terroristas, invadieran las tranquilas llanuras inglesas.  Mierda y de la buena, pero el problema ya no es con la verdad.  El objetivo es movilizar y nada más efectivo que el miedo, el orgullo y el bolsillo para lograrlo.

La estrategia de la campaña del No, triunfante el pasado 2 de octubre, fue amplia y consistente en la utilización de la mentira, la especulación y la descalificación como herramientas para promover su causa.  Justo rescatar a algunos que se negaron a utilizar el manual de la posverdad y justo también reconocer que por el lado del Sí también hubo personajes que incurrieron en las prácticas mencionadas.  No obstante lo anterior, es claro que nunca se compara con el esfuerzo estructural y sistemático de una mayoría de los del No por mentir y manipular. Su gerente lo reconoció con orgullo y descaro en reciente entrevista.

La primera estrategia que ha quedado al descubierto durante estos tres días posteriores al plebiscito es la de la descalificación ligera y acomodada de todo lo concerniente al proceso y a los acuerdos logrados.  “Que no es posible sentarse con unos narcotraficantes que lo único que han hecho es liderar una amenaza terrorista contra Colombia. Que acá no ha existido conflicto armado.”  Horas después del cierre de las urnas ya estaba sobre la mesa una amnistía para el grueso de los combatientes de las Farc, propuesta por los líderes del No (aunque ya se consideraba en el acuerdo). La amnistía solo se otorga a los responsables de delitos políticos como la rebelión, y esta no es compatible con la amenaza terrorista, sino con el conflicto armado.  El objetivo era descalificar de plano la negociación para mover gente verraca.  El cese al fuego era, en palabras de los del No, inconstitucional e inaceptable porque equiparaba el “fuego legítimo al fuego criminal” y amarraba nuestras fuerzas armadas.  Este martes pasado, la segunda gran propuesta del No fue la necesidad de mantener el cese al fuego bilateral.  El objetivo era cuestionar la legalidad del accionar del Gobierno para mover. Y si esto no es suficiente como ejemplo de ese proceder ligero y acomodaticio, va otro ejemplo: cuando la Corte Constitucional aceptó la constitucionalidad del plebiscito y de su nuevo umbral, desde la campaña del No hubo golpes de pecho y señalamientos.  “Es ilegítimo el plebiscito” se dijo, y se esgrimieron las razones.  El mismo plebiscito, sin ningún cambio o ajuste y bajo exactamente las mismas normas, es, después del domingo, la voz del pueblo y el fundamento para la caída de los acuerdos y para obligar a renegociar.  ¿Entonces, la condición de ilegitimidad es relativa al resultado o tiene que ver con la naturaleza del mecanismo? Todo parece indicar que el plebiscito era ilegitimo solo si perdía el No. Nadie volvió a mencionarlo.

 

 

Por el lado de las mentiras el festival fue colorido y descarado:
salario de $1 800 000 mensual para los desmovilizados;
el “no van a dejar las armas”; la entrega de 10 millones de ha a las Farc

 

 

 

Por el lado de las mentiras el festival fue colorido y descarado.  La asignación de un salario de $1 800 000 mensual para los desmovilizados; el “no van a dejar las armas”; la entrega de  10 millones de hectáreas a las Farc; el miti-miti de jueces y magistrados en el Tribunal Especial; la reforma tributaria exigida por los guerrilleros , la ideología de género.  En síntesis: amenazar el bolsillo, la vida y las creencias de la gente para que votaran el No.  La verdad a la basura.

Yo acepto los resultados del domingo.  Más allá de las mentiras y la manipulación promovidos desde la campaña del No (que tendrán que explicar ante los tribunales), los que apoyamos el Sí cometimos errores y, reconozcámoslo, fue imposible separar el acuerdo con sus 297 páginas y la posibilidad de construir paz de las Farc y su historial sangriento, de Santos y sus errores e ineptitudes y de la clase política tradicional y su mezquindad.   El 63 % de abstención no habla nada bien de nuestra responsabilidad y compromiso con la democracia como sociedad pero no por eso debemos tumbar el proceso electoral.  Sigo convencido de que el triunfo del Sí era una oportunidad histórica para el país pero entiendo que estamos en nuevo escenario.  Me asquea y asusta, no obstante, que en este nuevo reto de negociación y búsqueda de acuerdos fundamentales que iniciamos se consolide la política de la era de la posverdad desplegada en la campaña del plebiscito.  No podemos renunciar a la verdad, a su búsqueda y a la coherencia en el decir y el hacer por alimentar el miedo, el odio o el orgullo que nos asegure votos.  El abandono de la verdad alimenta y auspicia los populismos y nos pone en camino a la destrucción de la democracia.  (Ojo con Donald)

Vale la pena que aquellos que han utilizado tan eficazmente la amenaza del “castrochavismo” para movilizar a la gente, se pregunten si son los acuerdos de La Habana o más bien sus propias tácticas políticas las que nos pueden acercar a la catástrofe bolivariana.

 

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