
Chicha y pola, la combinación ideal para la mayoría de jóvenes, en las vespertinas soleadas del Chorro de Quevedo. (Foto: Ricardo Rondón).

El maíz porba y las hojas de chisgua para envolver los tamalitos en el proceso de maduración de la chicha. (Foto: Ricardo Rondón).

Doña Ángela con sus presentaciones de chicha auténtica, de variados sabores. (Foto: archivo particular).

Cómicos, cuenteros, músicos, malabaristas, prestidigitadores, protagonistas del entretenimiento en la plazoleta. (Foto: Ricardo Rondón).

Chorote coronado, uno de los preciados trofeos de doña Ángela Alarcón Toscano, reina indestronable de la chicha. (Foto: archivo particular).

Doña Ángela, hoy desplazada de su propio patio por la amenaza, vende su chicha frente a este poste. (Foto: Ricardo Rondón).

Doña Ángela junto al gran mural chichero del maestro grafitero Bocojo. (Foto: Ricardo Rondón).

En la legendaria Calle del Embudo, puerta grande del emporio chichero del barrio La Concordia. (Foto: Ricardo Rondón).

La chicha es la bebida predilecta de los jóvenes enamorados en sus frecuentes visitas al Chorro de Quevedo. (Foto: Ricardo Rondón).

Su majestad Julieta Barrera Bernal, maestra artesana, diseñadora de modas, joyera, hippie irredenta. (Foto: Ricardo Rondón).

Gregorio Fandiño, líder y emprendedor gastronómico, de la mano de su esposa Laura Rubiano, en el Chorro de Quevedo. (Foto: Ricardo Rondón).

Johanna Martínez, chichera ancestral, historiadora y documentalista, guía turística del Chorro de Quevedo. (Foto: Ricardo Rondón).

En la legendaria Calle del Embudo, puerta grande del emporio chichero del barrio La Concordia. (Foto: Ricardo Rondón).

Chicha con sabor a patria frente a la Ermita del Palomar del Príncipe, en tiempos de pandemia. (Foto: Ricardo Rondón).

Las artes escénicas, otra de las atracciones de la plazoleta. (Foto: Ricardo Rondón).

"Chichita también tomamos", parecen decir estos asiduos visitantes del Chorro de Quevedo. (Foto: Ricardo Rondón).